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Estrenos de teatro: Clase 63 es un retrato entrañable de un matrimonio perseguido por el hijo que perdieron en Malvinas

Clase 63, de Patricia Suárez
Clase 63, de Patricia Suárez

Clase 63. Dramaturgia: Patricia Suárez. Intérpretes: Roxana Randón, Guillermo Flores. Escenografía: Díaz Taibo. Música original: Mario Martínez. Iluminación: Lucas Orchessi. Asistencia técnica: Jazmín Schiavo. Asistencia de dirección: Gabriela Verónica Arata. Dirección y puesta en escena: Claudio Aprile. Sala: Complejo Teatral Ítaca, Humahuaca 2047. Funciones: lunes, a las 20.30. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

La intensa producción de la dramaturga Patricia Suárez está plagada de personajes entrañables. Criaturas que poseen una historia pequeña, en apariencia, y que la autora proyectará sobre el escenario mostrando que esas conductas no solo de inmediato encontrarán empatía con los espectadores sino que, además, los ayudarán a reflexionar sobre una época, un estilo de vida o la aceptación de un destino que parece haberlas marcado a fuego.

En Clase 63 Suárez se detiene en un momento muy particular dentro de la historia argentina, la guerra de Malvinas y las dolorosas secuelas que ella dejó, sobre todo, en los familiares de los soldados que murieron en el campo de batalla y cuyos cuerpos descansan en las islas.

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En escena, un matrimonio de clase media, Eugenia y Pierino, desarrollan cada año un ritual particular. Recuerdan la última cena que compartieron con Pablo, su hijo, la anoche anterior a que él viajara a enfrentar a las tropas inglesas. Apenas había concluido el servicio militar, no estaba preparado para enfrentar una situación de tal magnitud, pero aún así debió hacerlo.

El matrimonio trata de recuperar los diálogos que mantuvieron entonces, se prepara la misma comida que se sirvió durante la reunión (pastel de papas) y seguirán un guion construido con la desprolijidad que no solo es propia de quien no está acostumbrado a dar forma a una estructura de esas características sino que, también, esos padres mezclarán aquella situación con la realidad cotidiana que viven en el presente de la acción: el entorno vecinal, las pequeñas peleas que hacen a la convivencia de un matrimonio que se va tornando mayor con el correr de las décadas.

También, claro, asoman algunas acusaciones: por qué el padre pensó que su hijo iba a transformarse en un héroe o por qué la madre no tomó la determinación de que Pablo desertara enviándolo con su tío que vivía en una localidad norteña y que según ella afirma, “salvó a mucha gente”. Ahora Pablo es como un fantasma (así lo catalogan) que hasta puede aparecerles en la calle y a quien saludan cariñosamente.

Roxana Randón y Guillermo Flores se lucen en sus composiciones
Roxana Randón y Guillermo Flores se lucen en sus composiciones

La trama de Clase 63 está construida a partir de la recreación, una y otra vez, de la misma situación, algo que podría quebrar la atención de quien observa. Sin embargo el director Claudio Aprile logra conducir a sus actores por un camino en el que logra que la sensibilidad de los actores se exponga a pleno. A los dolorosos relatos de ambos se sumarán las distintas perspectivas que, con el correr de los años, ellos irán teniendo respecto de lo sucedido. Pero nunca se entregarán al olvido. Pablo estará cada vez más presente en sus vidas, mientras los vemos más envejecidos.

Resultan muy elocuentes las interpretaciones de Roxana Randón y Guillermo Flores. Durante 60 minutos sus cuerpos se transforman notablemente para dar vida a Eugenia y a Pierino, mientras sus comportamientos atraviesan los más diversos estadios emocionales y donde además, también aparecen algunas pequeñas chispas de un humor ingenuo que jamás los llevará a escapar del drama que los abruma. Y resultan tan notorias sus actitudes corporales que, en la escena final, la autora decide escapar de ese clima asfixiante que se vive dentro de la casa y traslada a los personajes a su juventud. Bajo otro marco escenográfico los muestra el día que se conocieron y tomaron la decisión de unirse en matrimonio y engendrar un hijo al que llamarían Pablo. En ese momento, Randón y Flores demuestran un estado de juventud tan pleno y conmovedor que hacen que la historia se potencie aun más.

“Para mí, como autora — escribió Patricia Suárez-, la guerra de Malvinas es una guerra ganada. Porque partieron de tal modo la vida de los argentinos que está presente en nosotros como cicatriz, y ya saben, aquello que decía Calderón de la Barca, qué pena que cuando la herida ya no duele, duele la cicatriz”. Y eso está muy bien expuesto en esta experiencia.