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Estudio revela que la defensa contra la desinformación funcionó en 2020, hasta cierto punto

Un elector deposita su voto en el centro de atención para adultos mayores Lewinsville Senior Center en McLean, Virginia, el 3 de noviembre de 2020. (Alyssa Schukar/The New York Times)
Un elector deposita su voto en el centro de atención para adultos mayores Lewinsville Senior Center en McLean, Virginia, el 3 de noviembre de 2020. (Alyssa Schukar/The New York Times)

SAN FRANCISCO — Poco después de que la desinformación plagó las elecciones de 2016, periodistas y moderadores de contenidos se apresuraron a alejar a los estadounidenses de sitios web poco confiables antes de la votación de 2020.

Un nuevo estudio sugiere que, hasta cierto punto, esa labor fue exitosa.

Según investigadores de la Universidad de Stanford, cuando los estadounidenses acudieron a las urnas en 2020, una fracción mucho menor había visitado sitios web con información falsa y engañosa que cuatro años atrás. Aunque el número de este tipo de sitios aumentó, el promedio de visitas entre esas personas cayó, junto con el tiempo dedicado a cada sitio.

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Los investigadores descubrieron que lo más probable era que las iniciativas para educar a las personas sobre el riesgo de la desinformación después de 2016, incluidas las etiquetas de contenido y la capacitación en alfabetización mediática, contribuyeron a ese declive. El estudio se publicó el jueves en la revista Nature Human Behaviour.

“Soy optimista en cuanto a que la mayoría de la población es cada vez más resiliente ante la desinformación en el internet”, opinó Jeff Hancock, director fundador del Laboratorio de Redes Sociales de la Universidad de Stanford y autor principal del informe. “Cada vez distinguimos mejor la información que es de verdad problemática, mala y perjudicial de aquella que es confiable o de entretenimiento”.

No obstante, los investigadores calcularon que casi 68 millones de personas en Estados Unidos consultaron sitios web que no eran fiables e incluso los visitaron 1500 millones de veces durante un mes en 2020. Esto incluyó dominios ya desaparecidos, como theantimedia.com y obamawatcher.com. Algunas personas analizadas en el estudio visitaron algunos de esos sitios cientos de veces.

Una bandera de QAnon en un vehículo que se dirige a un mitin pro-Trump, en Warren, Míchigan, el 1.° de octubre de 2022. (Brittany Greeson/The New York Times)
Una bandera de QAnon en un vehículo que se dirige a un mitin pro-Trump, en Warren, Míchigan, el 1.° de octubre de 2022. (Brittany Greeson/The New York Times)

A medida que se acercan las elecciones de 2024, los investigadores temen que la desinformación evolucione y se fragmente. Más allá de los navegadores web, muchas personas están expuestas a las teorías de la conspiración y al extremismo solo por usar aplicaciones móviles como TikTok. El contenido más peligroso ha llegado a aplicaciones de mensajería cifradas con canales privados difíciles de rastrear, como Telegram o WhatsApp.

El auge de la inteligencia artificial generativa, la tecnología detrás del popular chatbot ChatGPT, también ha encendido las alarmas sobre las imágenes engañosas y las falsedades producidas en masa.

Según los investigadores de Stanford, incluso una exposición limitada o concentrada a la desinformación puede tener graves consecuencias. Las acusaciones infundadas de fraude electoral provocaron disturbios en el Capitolio el 6 de enero de 2021. Más de dos años después, hay audiencias en el Congreso, juicios penales y procesos judiciales por difamación que siguen abordando lo sucedido.

Los investigadores de Stanford monitorearon la actividad en línea de 1151 adultos entre el 2 de octubre y el 9 de noviembre de 2020 y descubrieron que el 26,2 por ciento visitó al menos uno de los 1796 sitios web poco confiables. Señalaron que el marco temporal no incluía el periodo particular posterior a la elección, cuando las denuncias infundadas de fraude electoral fueron más acentuadas.

Esta cifra fue inferior a la de un informe anterior, según el cual un 44,3 por ciento de los adultos visitaron al menos uno de los 490 dominios problemáticos en 2016.

Según los investigadores, los intentos por mitigar la desinformación, incluso por parte de las empresas de redes sociales, pudieron haber influido en la reducción de la audiencia. Puntualizaron que el 5,6 por ciento de las visitas a sitios no confiables en 2020 tuvo su origen en Facebook, en comparación con el 15,1 por ciento de 2016. El correo electrónico también tuvo un papel menor al enviar a los usuarios a esos sitios en 2020.

Otros investigadores han destacado otras maneras de limitar el atractivo de la desinformación, en especial en torno a las elecciones. El centro de investigación Bipartisan Policy Center sugirió en un informe de esta semana que los estados adoptaran el envío directo de mensajes de texto y correos electrónicos a los votantes en los que ofrezcan información verificada.

Según Yini Zhang, profesora adjunta de Comunicación en la Universidad de Búfalo, las empresas de redes sociales también deberían hacer más para desalentar la indignación performativa y el llamado pensamiento de grupo en sus plataformas, conductas que pueden fortalecer las subculturas extremas e intensificar la polarización.

Zhang, quien publicó un estudio este mes sobre QAnon, mencionó que las empresas tecnológicas más bien deberían fomentar una participación más moderada, incluso cambiando el nombre de los botones “me gusta” por algo como “respeto”.

“Para los usuarios regulares de las redes sociales, lo que podemos hacer es atenuar los instintos tribales, intentar ser más introspectivos y decir: ‘No voy a picar el anzuelo. No me voy a imponer a mi oponente’”, comentó.

Conforme se aproximan las elecciones presidenciales del año que viene, los investigadores manifestaron su preocupación por los grupos de población cuya vulnerabilidad a la desinformación es notoria, como las personas mayores, los conservadores y la gente que no habla inglés.

Más del 37 por ciento de las personas mayores de 65 años visitó sitios de desinformación en 2020, una tasa muy superior a la de los grupos más jóvenes, pero fue una mejora en comparación con el 56 por ciento de 2016, según el informe de Stanford. En 2020, el 36 por ciento de las personas que apoyaron al presidente Donald Trump en las elecciones visitó al menos un sitio de desinformación, en comparación con casi el 18 por ciento de las personas que apoyaron a Joe Biden. Los participantes también completaron una encuesta que incluía preguntas sobre su candidato preferido.

Hancock afirmó que la desinformación debía tomarse en serio, pero que no hay que exagerar su magnitud, además señaló que el estudio de Stanford demostró que las noticias que consume la mayoría de los estadounidenses no son desinformación, sino que ciertos grupos de personas son más propensos a ser engañados. Tratar las teorías de la conspiración y las narrativas falsas como una amenaza omnipresente y de gran alcance podría erosionar la confianza del público en las fuentes legítimas de noticias, afirmó.

“Sigo pensando que hay un problema, pero creo que es uno que estamos enfrentando y que también estamos reconociendo que no afecta a la mayoría de la gente la mayor parte del tiempo”, mencionó Hancock. “Si les estamos enseñando a nuestros ciudadanos a ser escépticos con todo, entonces se socava la confianza en todas las cosas que nos importan”.

c.2023 The New York Times Company