Fabrican la mejor cerveza del mundo y otros se forran con ella
Incluso al equivalente de diez dólares por cada botella, la cerveza de la abadía de Saint Sixtus volaba de los estantes de los supermercados. Hasta que los monjes se enteraron.
De acuerdo con un reporte del diario británico The Guardian, enojados, estos monjes trapenses que residen en un monasterio cisterciense del siglo XIX ubicado en Westvleteren, al oeste del territorio belga de Flandes, han acusado a la marca de supermercados holandesa Jan Linders de una violación de sus “valores éticos” por haber comercializado la bebida que llevan décadas produciendo.
De acuerdo con las reglas de la abadía, esta cerveza producida en dicho monasterio por 20 monjes, solo debe estar disponible por copas en un “centro de reuniones” o en caja aunque bajo estrictas condiciones.
El mismo sitio web de la abadía de Saint Sixtus se ocupa de advertir que aquellos que deseen comprar botellas de Westvleteren a granel deben tener “mucha paciencia y suerte”.
Normalmente, un comprador puede reservar un máximo de dos cajas de 24 botellas cada 60 días a un precio que va de los 43 a los 54 dólares por caja. Luego debe recoger su compra en la puerta de la abadía en la fecha y la hora acordadas tras haber registrado la matrícula de su automóvil con anticipación.
Westvleteren es una de las únicas seis cervecerías trapenses en Bélgica, y sus intrincadas reglas reflejan la consideración casi mítica en la que se sostiene la cerveza trapense.
La producción de cerveza de la abadía de Saint Sixtus fue subcontratada entre 1946 y 1992, por temor a que su comercialización obstaculizara las obras espirituales.
Ello explica la molestia y la consternación de los monjes cuando supieron que la cadena de supermercados Jan Linders había estado vendiendo sin el permiso o el conocimiento de la abadía tres tipos de esa cerveza de renombre a razón de cinco veces el precio cobrado por los monjes.
“Un precio de diez dólares por botella va en contra de los estándares éticos y de los valores que asumen los monjes”, declaró un portavoz de la abadía. “Todo amante de la cerveza sabe que los trapenses de Westvleteren no persiguen la maximización de las ganancias y que solo producen tanta cerveza como sea necesaria para su sustento. Todos los beneficios obtenidos van a la caridad de la abadía”, añadió.
El hecho de que una de las variedades producidas por los trapenses, una cerveza pesada y oscura con 10.2% de alcohol, haya sido repetidamente votada como la mejor cerveza del mundo, ha enriquecido el pedigrí de esta marca.
Por su parte, un portavoz de Jan Linders aseguró al periódico holandés De Volkskrant que el supermercado había querido recompensar a los clientes leales con la cerveza especializada, y que había permitido la compra de un máximo de dos botellas a la vez.
Según sus palabras, a pesar de que el stock de 300 cajas de 24 botellas se vendía en cuestión de horas y los clientes hacían filas afuera de los establecimientos, las ganancias del supermercado eran insignificantes ya que necesitaban pagar a proveedores que no identificó.
“La cerveza se compró a través de varios enlaces, por lo que el precio tenía que subir de esa manera -declaró Gineke Wilms, gerente de marketing de la empresa-. Enfatizamos a la abadía que teníamos muy buenas intenciones y que respetamos la exclusividad de su cerveza.
“Esperamos que no vuelva a suceder”, zanjó un portavoz de la abadía.
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