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El FMI se tira contra la línea de juego del kirchnerismo

Ya con el proyecto de presupuesto 2022 rechazado en Diputados, el presidente Alberto Fernández mantuvo el viernes un encuentro virtual con Kristalina Georgieva, directora del FMI
Ya con el proyecto de presupuesto 2022 rechazado en Diputados, el presidente Alberto Fernández mantuvo el viernes un encuentro virtual con Kristalina Georgieva, directora del FMI

El documento emitido por el staff del Fondo Monetario Internacional (FMI) el 10 de diciembre dejó en claro que el principal escollo para un acuerdo con la Argentina es conceptual. Los pedidos del FMI apuntan contra la línea de juego del modelo populista implementado por el kirchnerismo.

Este modelo populista se basa en la expansión del gasto público y el subsidio a las tarifas energéticas y de transporte, financiado en parte con impuestos a los sectores productivos como el campo y en parte con emisión de pesos. También incluye en el menú tasas de interés bajas y un peso sobrevaluado frente al dólar. Esta combinación tiene como objetivo (sobre) estimular el consumo. Como subproducto de este descalabro, el modelo viene inexorablemente acompañado de controles de capital (cepo) para evitar la pérdida de reservas internacionales y disminuir la presión sobre el tipo de cambio oficial, y genera así una brecha entre el tipo de cambio paralelo y el oficial. Otro subproducto de este modelo es una inflación creciente y, por lo tanto, un aumento de la pobreza.

Algunos números de las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner y de la de Alberto Fernández sirven para ilustrar las características del modelo. El gasto público nacional se expandió en casi 9 puntos del PBI durante las gestiones de los Kirchner, y en 3,5 puntos del PBI durante los dos años de gestión de Alberto Fernández. Este aumento de gasto fue en parte financiado con más impuestos, como por ejemplo las retenciones, pero también redundó en un fuerte incremento del déficit fiscal. Este fue crecientemente solventado con emisión de dinero: el Banco Central financió al Gobierno por 2,8% del PBI por año en promedio entre 2012 y 2015, y por 5,5% del PBI en promedio en 2020 y 2021.

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Las tasas de interés fueron menores que la inflación durante todo los gobiernos kirchneristas. Quien apostó al peso invirtiendo en plazos fijos en el mercado financiero local perdió en promedio un 0,6% por mes contra la inflación durante los gobiernos de los Kirchner, y un 0,35% por mes durante el gobierno de Alberto Fernández. Es decir, alguien que depositó 1000 pesos cuando asumió Néstor Kirchner, recibió –ajustando por inflación– 405 pesos al final del mandato de Cristina Kirchner. ¿Será por eso que la gente demanda tantos dólares? El tipo de cambio contra el dólar se apreció fuertemente en ambos períodos: ajustando por inflación, el peso se fortaleció un 53% contra el dólar desde junio de 2003 hasta noviembre de 2015, y un 12% en lo que va del actual gobierno.

Las reservas internacionales cayeron en ambos períodos, a pesar de gozar de elevados precios internacionales de nuestras exportaciones, a la vez que la deuda pública creció drásticamente. Para evitar perder más reservas o tener que devaluar el peso, impusieron el cepo, que dio lugar a una brecha entre el tipo de cambio oficial y el Contado con Liqui. Esta fue, en promedio, de 42% desde octubre de 2011 hasta noviembre de 2015 y de 70%, en promedio, en lo que va del actual mandato. La inflación, inexorablemente, subió. Fue de 29,2% anual en promedio durante el segundo mandato de Cristina Kirchner (bien medida), comparada con el 21,5% promedio de su primer mandato, y con un 11,4% promedio durante la presidencia de Néstor Kirchner. En los dos primeros años del mandato de Alberto Fernández la inflación se aceleró con respecto a la del mandato de Mauricio Macri, a pesar del congelamiento de tarifas y de otros precios.

Ahora, el FMI le está pidiendo al Gobierno que ponga en práctica políticas exactamente opuestas a las que implementó siempre. Es como un DT de fútbol que les pide a sus jugadores que implementen un esquema de juego totalmente contrario al que practican todas las semanas: saldrían desorientados a la cancha.

En resumen, el FMI le está pidiendo a la Argentina una reducción gradual del déficit fiscal, políticas para el aumento de reservas (traducción: devaluar el peso), y políticas para el que –interpreto yo– ve como el principal problema de la Argentina hoy: la elevada inflación. Para ello, el documento dice que se requiere una reducción del financiamiento monetario del déficit fiscal, una “política monetaria adecuada, con tasas de interés reales positivas” y –en una deferencia al equipo del ministro Martin Guzmán– “coordinación de precios y salarios.” La devaluación del peso en el mercado oficial y el menor financiamiento monetario asegurarían bajar la brecha cambiaria, que hoy está en 102%, lo que permitiría cumplir otro objetivo del documento del Fondo Monetario: “Fomentar la inversión extranjera directa y las exportaciones.”

Un equipo que jugó todas las semanas a gastar financiándose con emisión, con un tipo de cambio atrasado y tasas reales negativas tiene que salir a la cancha a ajustar el gasto, subir las tasas de interés y devaluar la moneda. El kirchernismo debe estar desorientado.

El pedido de contar con una tasa de interés real positiva es el que quizás apunte más contra la línea de juego del populismo kirchnerista. Ataca su principal premisa, que es el (sobre) estímulo al consumo, aunque resulte en una jibarización del sistema financiero doméstico.

Pero, además, porque hace más imperioso el ajuste fiscal. Esto se debe a que tasas reales más elevadas tendrán un impacto importante en las finanzas públicas y en las cuentas del Banco Central. El stock de Leliq emitido por la entidad asciende a casi 4,4 billones de pesos, un 130% de la base monetaria y casi un 10% del PBI. Para recordar, las Leliq se emitieron para sacar o, en la jerga técnica, “esterilizar” pesos del mercado; pesos que el Banco Central emitió previamente para financiar al Gobierno. Es decir, son hijas del déficit fiscal.

Haciendo cuentas de almacenero, muy conservadoras por cierto, si la tasa se mantiene en 35%, los intereses que pagarían esas Leliq en 2022 ascenderían a 2,2 billones de pesos, o un 3% del PBI. Si, en cambio, las tasas subiesen a 55% promedio, para ponerlas por encima de la tasa de inflación esperada a 12 meses (hoy está en el 52%), el costo de los intereses sería de 3,9 billones de pesos, un 5,4% del PBI. Esta bola de nieve solo puede pararse si al menos se reduce o elimina el financiamiento del Banco Central al Gobierno, disminuyendo así la necesidad de emitir Leliq para “esterilizar” la emisión.

Mientras el equipo digiere si quiere adaptarse a las directivas del FMI, sigue jugando con el estilo que sabe, el de siempre. Intentó, sin éxito, que el Congreso aprobara un presupuesto que incluía, además de supuestos de inflación ridículos, un importante financiamiento monetario en 2022. Otra vez sopa, diría la querida Mafalda.

Además, el mismo día que el FMI emitió su comunicado, el Banco Central le prestó 130.000 millones de pesos al Gobierno, que se suman a los 120.000 millones de pesos prestados el día 6, para financiar un déficit primario (sin intereses de la deuda) que probablemente exceda los 400.000 millones de pesos en diciembre. Durante 2021, el Banco Central emitió 1,7 billones de pesos, un 3,8% del PBI, para financiar al Gobierno. El 80% de esta emisión ocurrió en el segundo semestre del año. La famosa “platita” para intentar emparejar la elección de noviembre.

A pesar de esta importante expansión monetaria, los mercados transitan diciembre con una notoria tranquilidad. El peso se estuvo apreciando en los mercados paralelos. Esta calma es, sin embargo, ilusoria. En diciembre, a medida que se acercan las fiestas y las vacaciones de verano, aumenta fuertemente la demanda de dinero. Muchas personas y empresas venden dólares para financiar gastos de fin de año.

Este respiro se termina en febrero, ya que la demanda de dinero comienza a contraerse cuando terminan las vacaciones. Para ese entonces, o el equipo se adapta al juego del Fondo, o recibirá varios goles del mercado. Es muy probable que la brecha cambiaria sufra presiones.

La defensa para entonces será casi inexistente. Las reservas del Banco Central siguen bajando, tanto por las intervenciones en el mercado cambiario como por los pagos de deuda del Gobierno. En pocos días vencen casi 1900 millones de dólares que se le deben al FMI. En enero, el Gobierno tiene que pagar, además, casi 1800 millones de dólares de servicios de deuda. Con todo el equipo en el área chica y recibiendo pelotazos, quizás entiendan que tienen que cambiar la forma de jugar.