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Fraude corporativo: la crisis amenaza a los nuevos Madoff

Cuando Bernie Madoff reconoció que operaba un esquema Ponzi por valor de US$65.000 millones en diciembre de 2008, no fue porque sentía culpa. Sabía que se había terminado el juego. Tres meses antes había implotado Lehman Brothers. El hundimiento del mercado financiero hizo que sus clientes clamarán por retirar sus fondos, vaciándolos y dejando muchos inversores sin nada. Los entes reguladores estadounidenses no habían descubierto el fraude, pese a las alertas de los últimos años. No fueron ellos los que acabaron con Madoff sino la recesión.

Los auges de la economía ayudan a los que cometen fraudes a cubrir sus huellas contables, ya sea que sean ganancias ficticias o ventas exageradas. Las grandes recesiones sacan todo a luz. Como dice Baruch Lev, profesor de contabilidad de la Universidad de Nueva York "en los buenos tiempos todos se ven bien y el mercado castiga duramente al que no mantiene el ritmo". Muchos grandes escándalos de registros falsificados en los últimos 20 años se conocieron en tiempos de vacas flacas. Una década antes de la crisis de 2007-09 la caída de las punto.com sacó a luz los pecados contables de Enron y WorldCom de fines de los 90 cuando todo valía. Ambas firmas quebraron poco después. Como dijo el inversor Warren Buffet, "sólo se sabe quién nada desnudo cuando baja la marea". Esta vez gracias a una pandemia el agua ha bajado a velocidad récord.

Gran parte de la ropa que cubría a las empresas ya estaba muy desgastada: una corrida de endeudamiento había puesto en gran tensión a los balances corporativos. Algunos secretos comienzan a conocerse. Un ejemplo es el de la cadena Luckin Coffee, que se había expandido para competir con Starbucks en China, atrayendo inversores conocidos como Blackrock y el fondo de riqueza soberana de Singapur. El 2 de abril la cadena china que cotiza en el Nasdaq anunció una investigación interna en medio de denuncias de que su jefe operativo y otros empleados pueden haber inventado más de 2000 millones de yuanes (US$280 millones) en ventas. El 14 de abril un fondo de alto riesgo acusó a GSX, una firma de tutoría online china que cotiza en Nueva York, de inflar las ventas del año pasado. En una declaración GSX negó las afirmaciones y dijo que el informe era engañoso y "está lleno de malicia subjetiva".

Estas revelaciones han revivido los temores por la dudosa política corporativa de las firmas chinas que cotizan en bolsas extranjeras, cuyas auditorías, realizadas localmente, son difíciles de inspeccionar por gente de afuera debido a las barreras que impone el gobierno chino. Los cazadores de fraude como Citron y Muddy Waters, que terminaron con Luckin, se cobraron varias vidas luego de la primera oleada de cotizaciones en bolsa hace una década. Esta vez miran más allá de China.

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Blue Orca Capital, un fondo centrado en Asia y que apunta a "ceros" corporativos, piensa que habrá oportunidades en otros mercados emergentes, Europa y Estados Unidos. "Toda mi carrera se ha dado en un mercado en ascenso", dice su fundador, Soren Aandahl. "Esto me entusiasma". Aandahl está atento a cualquier firma con discrepancias entre el monto de capital que necesita reunir y la cantidad de efectivo que sus cuentas dicen que genera. Otros se concentran en sectores de los más golpeados por la pandemia, como transporte, entretenimiento y propiedad inmueble.

Sólo una pequeña minoría de firmas recurre al fraude abierto. Son muchas más las que embellecen sus declaraciones de ganancias y pérdidas con recursos contables que caen en una zona gris. Esto da cuenta de mucho de lo que el economista John Kenneth Galbraith llamó "el engaño" y la "riqueza psíquica": ganancias que parecen reales pero se demuestran ilusorias.

En un mercado en ascenso las startups se convirtieron en maestras en inventar métricas que embellecen el desempeño. Los ingresos "ajustados por la comunidad" de WeWork, sin descontar intereses, impuestos, depreciación y amortización (conocido por las siglas en inglés Ebitda), transformaron lo que era una gran pérdida en 2018 bajo los principios de contabilidad generalmente aceptados en ganancias. ¿Ilegal? No. ¿Una bandera roja? Absolutamente. Muchos inversores prefirieron no ver porque aceptaron lo que Aandahl llama "el mito en la lista de accionistas": todo estaba bien si había otros respaldos de alto perfil (como sucedió con Luckin).

Los ajustes que no responden a los principios de contabilidad generalmente aceptados se han extendido como un reguero de incendios por las cuentas corporativas, lo que hace más difícil discernir qué cifras reflejan la verdadera situación financiera de una firma. El número promedio de medidas que no responden a esos principios contables que se usan en las presentaciones de compañías del índice S&P 500 se ha incrementado de 2,5 a 7,5 en los últimos 20 años, según la consultora PWC. En acuerdos crediticios analizados por el Zion Research Group la definición de Ebitda va de 75 palabras a más de 2200. Los principios aceptados están lejos de ser perfectos, pero parte de la divergencia de ellos claramente ha sido creada para engañar a los inversores. Un estudio concluyó que las ganancias calculadas sin atenerse a los principios aceptados son en promedio un 15% más altas que las ganancias calculadas en base a esos principios contables.

Jugar con las métricas de ingresos y reconocimiento de ganancias es el equivalente para esta generación de los bots y otros trucos que usaban las punto.com para agrandar las cosas hace 20 años, dice Jules Kroll de k2 Intelligence, el decano de los investigadores corporativos. "Cuando un área está al punto de sobrecalentarse, hay una creciente tentación de trampear las cuentas". En lo que es una señal ominosa, SoftBank, un conglomerado de tecnología japonés que apostó mucho a WeWork y docenas de startups, dijo hace una semana que prevé una pérdida operativa de US$12.500 millones en su último año fiscal.

Maniobras en puerta

Además de sacar a luz antigua trampas, es probable que la pandemia de nacimiento a otras nuevas. Cuando se ve amenazada la supervivencia económica puede desdibujarse la línea que separa lo que es aceptable de lo inaceptable a la hora de registrar ingresos o informar al mercado. Kroll considera que "en medio de semejante conmoción masiva, algunos inevitablemente harán trampa".

Bruce Dorris, jefe de la Asociación de Investigadores de Fraudes Certificados, la mayor organización anti fraude del mundo, dice que los efectos del Covid-19 se ven como "una tormenta perfecta para el fraude". Puede engendrar de todo, desde contabilidad dudosa a engaños vinculados a subsidios en momentos que miles de firmas -incluyendo solicitantes falsos-se disputan la ayuda. Un investigador de fraude apunta a firmas de capital privado como blancos potenciales. "Hay muchas de ellas, están muy apalancadas y pueden no ser candidatas al rescate porque tienen patrocinadores con muchos recursos", dice. Eso aumenta la tentación de recurrir a prácticas equívocas. La marea bajante probablemente saque a luz mucha desnudez corporativa. Eso no impedirá a algunas empresas volverse naturistas.

Traducción Gabriel Zadunaisky