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El gobierno cubano continúa explotando económicamente al exilio en Miami | Opinión

El gobierno cubano continúa exprimiendo la contradicción de estar financiado, en buena medida, por su aparente enemigo natural:

el exilio en Miami.

A su quehacer actual de limosnero —el incesante viajar de país en país de sus funcionarios pidiendo una monedita—, suma la explotación económica de los que se han ido mediante el chantaje de las necesidades familiares.

De esta forma y desde hace años se han introducido elementos en la economía cubana ―cuentapropismo, compra y venta de casas y automóviles―, de producción y comercio privado, donde el dinero proveniente de Miami desempeña un papel fundamental.En una reunión reciente en La Habana, que según la prensa gubernamental tuvo la participación de más de mil investigadores, políticos e intelectuales de cerca de 90 naciones, el actual mandatario cubano habló de “un mundo de equidad e inclusión” forjadas gracias al pensamiento martiano, según publica Prensa Latina.

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Uno al menos podría intentar el aprecio mínimo de cierto coraje entre aquellos que nunca se han interesado por la equidad —ni la inclusión, ni la participación ni la opinión de otros—, si estos declararan que lo único que les interesa es el poder total: para ellos y nada más. Hasta podrían ganar la etiqueta de intransigentes, obcecados, lunáticos.

Pero no, se empeñan en la zalamería. El discurso desde La Habana solo inspira desprecio ante el descaro.

Para quienes gobiernan en Cuba, el llamado a la inclusión es abrir la puerta para recibir. Sea lo que llaman “ayuda solidaria” —mediante gobiernos e instituciones más o menos afines— o a través de los envíos que hacen los exiliados a sus familiares en Cuba.

La palabra amor se tergiversa y explota con fines espurios.León Trotsky predijo que la revolución rusa corría el peligro de ser derrotada no solo por una invasión armada, sino por una “invasión de mercancías extranjeras baratas”. El vaticinio de Trotsky resultó correcto. Al final fueron los objetos de consumo y no los misiles los que hicieron polvo al imperio soviético.

Sin embargo, en el caso cubano la proximidad a Miami —¿o sería mejor decir promiscuidad?— y el surgimiento de una extensa comunidad exiliada han sustituido la invasión de mercancías por la invasión de gente.

Admitirlo no debe llevar a un empeño vicioso por suprimir este cordón umbilical económico. El imperativo moral cuenta como paradigma o ideal ciudadano, pero en la práctica determina poco en las decisiones cotidianas de quienes viven bajo una dictadura o gobierno totalitario.

Así ha sido siempre y Cuba no es la excepción. Apelar al sacrificio y al sentimiento moral resulta hipócrita mientras se vive fuera de la isla.Al final, lo que por regla general se sustenta tras la retórica de restringir viajes, turismo y comercio es una actitud revanchista; que, por otra parte, y en el caso cubano, ha resultado inservible —y cuestionable— como táctica para lograr un estallido social.

Hay dos aspectos que fundamentan este razonamiento.Uno es que está más que demostrado que cualquier cierre económico total sobre Cuba no solo es imposible, sino que el país ha atravesado por diversas crisis en este sentido, tras las cuales el régimen ha demostrado su persistencia.

El segundo es que ha sido precisamente el gobierno quien ha utilizado la escasez como una forma de represión.Mucho ha cambiado en los últimos años. En la actualidad de Cuba se sale y se vuelve, aunque por lo general no se regresa.

Para los griegos, el destierro era el peor de los castigos, incluso por encima de la pena de muerte, porque existía la posibilidad de que se arrastrara por toda una vida. No así para los cubanos —al menos durante muchos, muchos años para quienes abandonaron la isla—, ya que significaba el comenzar una nueva existencia, cerrar un capítulo y ampliar horizontes.

Si ahora quienes llegan prefieren transitar entre dos fronteras, trabajar aquí y gastar allá, es una opción personal. Nada recomendable para la Cuba del futuro ni para el exilio de hoy —tampoco bueno para ellos mismos—, pero es su elección.

En Grecia se temía al destierro no por la exaltación de una supuesta patria, sino por una falta de identidad. Los griegos carecían del concepto de individualidad, y, por lo tanto, su identidad se definía a partir de la polis. Ahora uno puede estar plenamente definido como individuo.

Con el tiempo, Miami se ha convertido no en la frontera establecida por décadas —el punto que definía la llegada a ‘‘tierras de libertad’’— sino el espacio donde hoy se adquieren las mercancías, o se gana el dinero que se gasta en la otra orilla.

Ello complica las cosas a la hora de esgrimir argumentos, pero no enmascara el hecho de que el éxodo cubano continúa respondiendo a razones políticas.

Alejandro Armengol...
Alejandro Armengol...