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Gracias, capitán Kirk

Chris Boshuizen, William Shatner, Audrey Powers y Glen de Vries, la tripulación del un vuelo que para los trekkies ha sido histórico
Chris Boshuizen, William Shatner, Audrey Powers y Glen de Vries, la tripulación del un vuelo que para los trekkies ha sido histórico

Hay que decirlo, al capitán Kirk no le faltaba coraje. Pues bien, tampoco a quien encarnó aquél querible, magnético e ingenuo personaje que, la mitad de las veces, bordeaba la calificación de antihéroe, con su carácter impulsivo y sus numerosos defectos. Me refiero, claro, al actor William Shatner, que después de haber cruzado el cosmos abordo del Enterprise, acaba de lograr dos cosas que son como mínimo admirables. Primero, se dio el gusto de viajar realmente al espacio. Y lo hizo a los 90 años, con lo que se ha convertido en la persona más longeva en salir del planeta.

Si me lo preguntan, no dudaría ni un instante en viajar (por lo menos) a la órbita de nuestro planeta. Ni qué hablar de ir más allá, a otros mundos, a otras estrellas, a otras galaxias, adonde nadie ha ido antes. Con las tecnologías del siglo 23 y en un estudio de TV todo es más fácil, por supuesto, y pese a mi pasión por los viajes espaciales, puedo figurarme los muchos temores, la ansiedad y el estrés físico y psicológico de un lanzamiento con las tecnologías de que disponemos hoy. Pero me resulta enteramente imposible ponerme en los zapatos del gran Shatner.

Dejando de lado todo lo que podría haber salido mal, y las consecuencias nefastas que eso habría traído para el programa espacial de Jeff Bezos, cuya organización viene muy golpeada desde hace rato –asunto que a Shatner posiblemente lo tiene sin cuidado–, el actor vivió algo que solo excepcionalmente le toca a uno en suerte. Tras haberse hecho inmensamente célebre viajando por las estrellas en la ficción, tuvo la experiencia real de salir al espacio. Caramba. Lo que le habrá pasado por la cabeza de ese hombre da como mínimo para un libro.

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De culto

De este lado del mostrador, ocurre algo todavía más extravagante, si acaso. O al menos tan extravagante. Cuando era muy chico, y en una pantalla en blanco y negro, veía cada uno de los capítulos de Star Trek, la serie original creada por el genial Gene Roddenberry que salió al aire entre 1966 y 1969 (se estrenó en nuestro país un año más tarde que en Estados Unidos, algo normal para la época). En su momento fue mayormente un fracaso, pero luego no solo se transformó en objeto de culto sino, de paso, y como una suerte de revancha, en un éxito de taquilla.

Ahora, más de medio siglo después, veo al capitán Kirk salir realmente al espacio en una nave espacial privada y en dispositivos que parecen salidos de la imaginación de Roddenberry. No porque sí Star Trek es tan pero tan de culto entre los informáticos. La serie anticipó desde las comunicaciones instantáneas con dispositivos de bolsillo hasta las tablets, desde los traductores automáticos hasta la videoconferencia y los holodecks. La lista completa consigna unas veinte tecnologías con las que la serie nos hizo soñar y que ahora están entre nosotros. Para darse una idea del significado que esto tiene para los que hemos pasado casi todas nuestras vidas entre computadoras, Star Trek salió al aire antes de que se fundara Arpanet (la antecesora de Internet), antes de que nacieran Unix y el lenguaje C, antes de que Intel (que nació cuando la serie todavía se televisaba) inventara el microprocesador. ¿Cómo no ser fan? Eso, y su visión de un mundo menos peor, por supuesto. Aunque, en ese sentido, tengo la impresión de que no hemos avanzado tanto como en cuestiones de ingeniería.

Así que la parábola está casi completa ahora. Solo nos falta la teletransportación. Beam me up, Scotty.