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Harina de soja: llueve sopa y hay cucharas

La apertura de China a la harina de soja argentina, anunciada esta semana, consolida una estrategia de inserción en el mundo que el actual gobierno planteó con claridad. Diversificar mercados y destinos es la mejor herramienta para generar oportunidades comerciales que, a su vez, multiplican posibilidades de inversión y de trabajo.

China venía sosteniendo la política de importar poroto de soja para procesarlo en sus propias plantas. Pese a los permanentes reclamos de la industria argentina esa decisión era como un muro difícil de penetrar. La guerra comercial que inició Estados Unidos hace más de un año para terminar con el déficit externo que tenía con el gigante asiático tuvo a la soja como principal víctima.

China decidió ampliar y modificar sus fuentes de abastecimiento. Mientras eso sucedía, irrumpió la peste porcina africana, que está diezmando los planteles de cerdos. Según los expertos, esta crisis sanitaria no se solucionará en el corto plazo. Ambas crisis provocaron que el gigante asiático redujera sus compras de soja (para este año se prevén tres millones de toneladas menos que en 2018-de 88 a 85 millones de toneladas). En el escenario previo a estos dos factores combinados se estimaba que China iba a llegar a comprar unas 100 millones de toneladas de soja.

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Esta vez llueve sopa y la Argentina tiene cucharas, no tenedores. Durante el gobierno anterior hubo períodos en los que el precio internacional de los granos y otros productos, como la leche en polvo, llegó a niveles máximos y en vez de aprovechar la coyuntura se establecieron restricciones a la exportación. Ahora, en cambio, el Gobierno buscó la apertura de los mercados con un equipo coordinado: Agricultura, con el Senasa incluido-, Cancillería y Producción. Antes sucedía otra cosa: en la Secretaría de Agricultura o el Ministerio de Agroindustria eran conscientes de que había que abrir mercados, pero ni la Cancillería ni Economía acompañaban.

La apertura del mercado chino para la harina de soja, el principal producto de exportación del complejo oleaginoso, será paulatina. La delegación china que recorrió las fábricas y los puertos argentinos el mes pasado preguntó por las cuestiones sanitarias y expresó que no quería que hubiera soja de Estados Unidos que contuviera eventos OGM no autorizados por China, según contó un exportador.

Aunque los importadores, en las pruebas que ya hicieron, dijeron que estaban conformes con la calidad del producto, en la industria oleaginosa argentina vienen advirtiendo sobre la necesidad de mejorar los niveles de proteína. La tendencia de las últimas campañas muestra un descenso: de 39% de la campaña 2010/2011 se pasó a 35,4% en el último ciclo en el nivel de proteína. Los compradores asiáticos ya advirtieron que necesitan una mejora en este indicador.

Respecto del mercado chino, las previsiones de la industria hablan de un techo de cinco millones de toneladas por valor de US$ 16000 millones que, por supuesto, no se colocarán en forma inmediata.

Que la soja tenga más opciones por su diversificación productiva -en harinas, aceite o biodiésel- y con mercados diferentes ayudará a mejorar los precios pagados a la producción. La industria insiste en reinstaurar el diferencial arancelario entre el poroto y los productos procesados, pero en el Gobierno sostienen que esto implica una transferencia entre segmentos de la cadena.

En condiciones normales este sería un tema de debate constructivo y de alto nivel. Sin embargo, hay que estar atentos a hechos propios de quienes prefieren vivir en el pasado. El vandalismo contra los silobolsas en Lobos, Chivilcoy y Chacabuco más los ataques a caballos en General Villegas motivaron la preocupación de las entidades rurales y de los gobiernos nacional y provincial. Hasta el momento no se determinó el origen, pero es muy claro que estos hechos de violencia enrarecen el clima en momentos en que comenzó la campaña por las elecciones presidenciales de octubre próximo. Causan daño puro.