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Humanos vs. máquinas: la increíble historia de la controversia Carlsen-Niemann

La histórica y polémica partida entre Magnus Carlsen y Hans Niemann
La histórica y polémica partida entre Magnus Carlsen y Hans Niemann

El campeón mundial de ajedrez, el noruego Magnus Carlsen, comienza a sentirse invulnerable. Tras 12 años de reinado absoluto, sigue aplastando rivales en casi todos los torneos en los que participa. Este año se dio un lujo que le cabe solo a quienes van por el mito personal: renunció a defender su título mundial ante el retador Ian Nepomniachtchi, a quien había arrasado en la edición 2021. “Nepo”, el número tres del mundo, simplemente no está a su altura y ya no representa un desafío para él. Cada vez son menos los que se niegan a candidatear a Carlsen como el GOAT, Greatest of All Time (el mejor de la historia), por encima de monstruos como Capablanca, Fisher o Kasparov.

El 4 de septiembre pasado, Carlsen se sentaba a jugar la Copa Sinquefield en Saint Louis, EE.UU. Su rival es Hans Niemann, un norteamericano de ascendencia danesa de 19 años que luce rulos desparejos y una mirada entre extraviada y asesina. El campeón va con blancas y le lleva a Niemann 150 puntos de ELO, un campo de distancia, de modo que está listo para dar un nuevo recital.

Pero la partida avanza y algo no cuadra. Carlsen ejecuta una apertura poco frecuente en su juego, pero que había preparado especialmente; es un perfeccionista y quiere destrozar a su contrincante. Niemann, sin embargo, no se amedrenta. Responde cada jugada con seguridad, casi con desdén, y el noruego frunce el ceño más de una vez. Tras unas cuantas jugadas, Carlsen se siente más y más incómodo, como si no entendiera lo que está pasando. Está perdiendo con blancas tras un invicto de 54 partidas con un jugador que está 40 puestos por detrás suyo en el ranking. El resultado final es inevitable, Niemann sorprende al mundo y somete con suficiencia al campeón. Saluda, se levanta de la mesa y luego declara: “Él debe estar muy desmoralizado por perder contra un idiota como yo”.

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La prensa especializada se maravilla con la partida. Carlsen casi no cometió equivocaciones, pero igual perdió con claridad. Para algunos, Niemann, hasta hace poco un desconocido, es un nuevo fenómeno. Para otros, Carlsen tuvo un mal día y acumuló pequeños fallos que terminaron en una derrota accidental. Pero lo que parecía un hecho poco frecuente, aunque factible, de repente desató una tormenta. Al día siguiente de su derrota, Carlsen comunicaba su retiro del torneo (había US$350.000 en premios) por Twitter, posteando en el mismo mensaje un video de José Mourinho diciendo: “If I speak, I am in big trouble” (Si hablo, me meto en graves problemas). Una bomba atómica en el normalmente calmo ambiente del ajedrez.

La indirecta-directa del campeón es, desde luego, que Niemann hizo trampa. No parece tan difícil; hoy, los programas de ajedrez disponibles en un teléfono celular son capaces de vencer a los mejores del mundo con relativa facilidad. Basta consultar uno de ellos para parecer un genio del juego. Pero si bien puede ser una opción en partidas por internet, no aplica a una partida presencial como fue la de Carlsen-Niemann. Y entonces los especialistas empezaron a conjeturar. El norteamericano Hikaru Nakamura, sexto jugador del mundo, revisó en su canal de YouTube la partida, y se sorprendió con la rapidez de algunos movimientos del supuesto prodigio. Luego analizó la conferencia de prensa, donde el ganador analiza su propio desempeño, y detectó que Niemann no parecía comprender del todo sus jugadas. “Soy un intuitivo”, se defendió en una entrevista posterior. Otro método indirecto para detectar fraudes consiste en establecer estadísticamente cuántas jugadas “de máquina” hace un ajedrecista en promedio, y cuán variable es esta relación. Sería muy sospechoso que alguien que normalmente no pega ninguna tenga un día una efectividad similar a la de un módulo de ordenador.

Pero, aunque estas sutilezas apunten a una ayuda externa, nadie (tampoco Carlsen) puede explicar cómo lo hizo, si es que lo hizo. Como las partidas son largas, los jugadores pueden ir al baño, pero allí hay cámaras delatoras. En un torneo de 2015 el georgiano Gaioz Nigalidze visitaba demasiado frecuentemente el baño y fue filmado consultando su teléfono. Le quitaron su título de Gran Maestro y fue suspendido por tres años. Además, los jugadores pasan por un detector de metales y no pueden tener dispositivos encima.

Aquí es donde la novela empieza a tomar ribetes insólitos. El rumor más loco es que Niemann jugó con un microchip en forma de bola introducido en su ano, que de alguna manera le “soplaba” las jugadas. El mismísimo Elon Musk se subió al tren de las especulaciones tuiteando una cita atribuida al filósofo Arthur Schopenhauer: “El talento alcanza un objetivo que nadie más puede alcanzar. El genio alcanza un objetivo que nadie puede ver (porque está en tu trasero)”. Niemann se suma a la fiesta: “Si es necesario, juego desnudo o en una caja blindada contra interferencias eléctricas”, comenta. El grotesco parece no tener fin.

Pausa y vamos al siguiente torneo, un par de semanas después. Participan ambos protagonistas y crece el morbo. Llega la partida más esperada… ¿se vengará Carlsen de su derrota anterior? El campeón va de nuevo con blancas y mueve su peón central. Niemann saca su caballo. Carlsen mueve otro peón central y… abandona la partida. Niemann se queda absorto y luego ambos apagan su cámara (era una partida a distancia). Más polémica. Carlsen esta vez continúa participando del torneo y lo gana con facilidad, mientras que Niemann pierde en cuartos de final contra otro jugador. Tras todo tipo de especulaciones, Carlsen publica finalmente una carta donde se pronuncia contra el engaño en el ajedrez y recuerda que Niemann hizo trampa en el pasado. Niemann reconoce su pasado, pero aclara que fue un pecado de juventud, que aprendió la lección y que no reincidió.

Lo que es seguro es que el noruego ya no jugará contra este chico y que la reputación y la carrera de Niemann han sido puestas en duda de por vida. Algunos analistas criticaron la reacción de Carlsen y la atribuyen a un mero reflejo de un mal perdedor. Esta no sería la primera vez que un campeón reacciona con inquina tras perder una partida. En 1997, el entonces número uno del mundo, Garry Kasparov, debió abandonar contra la supercomputadora Deep Blue y acusó a IBM de usar la intervención humana para vencerlo, aunque hoy sabemos que estas denuncias eran infundadas.

Consultado sobre las trampas del ajedrez, el maestro internacional Fabián Fiorito explica que son la excepción, no la regla: “El mundo del ajedrez es un ámbito donde hacer trampa no sólo es difícil, es indigno para el propio jugador. La competencia entre ajedrecistas suele ser más diplomática y afable que en otros deportes”. Además, la ecuación económica no parece rendir. Para los jugadores de nivel intermedio o bajo, los premios en dinero son mínimos y por lo tanto no hay ningún beneficio. Y para los mejores del mundo, los premios son demasiado altos, y por lo tanto tampoco tiene sentido poner en riesgo la carrera. Para los que juegan para divertirse, uno se estaría engañando a sí mismo. Y en el caso de los profesionales, se privilegia lo que los economistas llaman “el ingreso permanente”: hacer trampa involucra el peligro de perderlo todo.

Magnus tiene a su favor, además de ser un genio, el de “ser noruego”. Es una persona cordial y humilde, además de sociable y simpática. Pero en este caso aún no ha presentado pruebas y una mitad del mundo ajedrecístico empieza a dejar de apoyarlo. Mientras tanto, y tras el éxito de Gambito de Dama, el ajedrez logró tener su nueva temporada con varios episodios picantes. Continuará.