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A muchos no les importan las consecuencias hasta que empiezan a sufrirlas

Es recomendable diversificar las inversiones y no perderlas de vista; no delegar los costos en terceros es otra de prácticas recomendables
Es recomendable diversificar las inversiones y no perderlas de vista; no delegar los costos en terceros es otra de prácticas recomendables - Créditos: @shutterstock

Cuenta la historia que, en uno de sus múltiples viajes, un mercader compró a un buhonero un pequeño espejo, un objeto que sus ojos jamás habían contemplado y le pareció algo sumamente extraordinario. A pesar de no conocer cómo debía utilizarse se lo llevó muy contento para mostrárselo a su mujer.

Durante las largas jornadas del viaje de regreso a su hogar, descubrió en ese extraño objeto la familiar figura de su difunto padre. Asustado por esta extraña presencia, decidió no contarle nada a su esposa y guardar el preciado retrato de su padre en uno de los baúles del desván. Todos los días, desde que regresó de su viaje, subía al desván para contemplar a su padre, o sea, la imagen que el espejo le devolvía. Cuando bajaba, siempre se mostraba entristecido y esquivo ante las preguntas de su mujer.

Harta de esta situación, ella subió al desván para descubrir el motivo de la tristeza de su marido. Tras rebuscar en las pertenencias de su esposo encontró el retrato de una hermosa mujer. Muy enfadada ante el engaño del mercader, le echó en cara que la estaba engañando con otra mujer.

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Moraleja: para algunos, el espejo refleja algo peor de lo que creen que son y, para otros, algo mucho mejor.

Con el placer de recibirlos en este espacio, que pretende describir por qué muchos se miran al espejo y se ven resolviendo los problemas que nos afectan como sociedad (seguridad, educación, salud, inflación, estabilidad, previsibilidad, etcétera), pero lo cierto es que hace tiempo que solo los están complicando. Ensayo algunas explicaciones sobre esto.

1) El famoso principio de incompetencia de Peter afirma que a las personas que realizan bien su trabajo se las promueve a puestos de mayor responsabilidad, a tal punto que llegan a un puesto en el que no pueden formular ni siquiera los objetivos de un trabajo, y alcanzan su máximo nivel de incompetencia. De ahí el dicho: “La nata sube hasta cortarse”.

2) El famoso efecto Dunning-Kruger afirma que las personas con baja habilidad en una tarea sobreestiman su habilidad. Este enfoque se basa en la idea de que las personas de bajo rendimiento no han adquirido la habilidad de distinguir entre el buen y el mal rendimiento. Tienden a sobrevalorarse a sí mismas, porque no ven la diferencia cualitativa entre sus rendimientos y los de otras personas. Esto también se ha denominado el “relato de la doble carga”, ya que la falta de habilidad va acompañada de la ignorancia de esta falta.

3) Cyril Parkinson teorizó sobre la burocracia y concluyó que ésta aumenta entre un 5% y un 7% por año, “independientemente de las variaciones en la cantidad de trabajo que debe hacerse”.

Las tres leyes fundamentales de Parkinson son: 1. “El trabajo se expande hasta llenar el tiempo de que se dispone para su realización”. 2. “Los gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos”. 3. “El tiempo dedicado a cualquier tema de la agenda es inversamente proporcional a su importancia” .

Siempre me sorprendió con la soberbia con la que muchos funcionarios hablan sobre la distribución de la riqueza, sin nunca haber generado un emprendimiento con su dinero o arriesgando algo propio. Siempre me sorprendió cómo muchos funcionarios hablan de regular y controlar el comportamiento colectivo, cuando ni siquiera pueden controlar el propio.

Pero, como la política no es mi especialidad, déjenme usar ejemplos financieros para entender por qué la alternancia en los puestos de decisión es necesaria y por qué deberíamos promover el mérito como fuente del progreso, y nunca promover a personas al ejercicio de funciones para las que no están preparadas, o sin que tengan la humildad para no aceptar cargos para los que no fueron formadas.

En finanzas muchas veces no importa tanto lo que va a pasar, sino las expectativas previas que tenía la gente sobre lo que podría llegar a pasar. Si uno espera que suceda algo muy bueno, pero muy bueno y lo que sucede es solo bueno, provoca una desilusión. Pero si uno espera que lo que suceda sea muy pero muy malo y es solo malo, termina siendo un alivio.

Veamos algunos casos extraídos de la fuente periodística Euribor.

La reciente caída en el valor de las criptomonedas provocó que mucho famosos replanteen el manejo de su dinero. Quizás el caso más extremo sea el de Tom Brady (jugador de la NFL y uno de los deportistas mejores pagos de todos los tiempos), que habría perdido en la crisis de FTX cerca de 70 millones de euros de un día para otro.

Lección numero 1. Riesgo no es lo que uno hace, sino cuánto patrimonio compromete con lo que hace. El problema es más agudo cuando uno compromete el dinero de otros, como les pasa a muchos dirigentes.

Alan Turing, genio matemático y uno de los inventores de la computadora, en los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, llegó a la conclusión de que una invasión de Inglaterra por parte de Alemania era algo probable y que, llegada dicha situación, el caos financiero sería casi inevitable. Sobre la base de esto, tomó todos sus ahorros y los cambió por dos enormes lingotes de plata. Los cargó en un carrito de bebé, se fue al campo y los enterró en dos lugares diferentes, esperando que así estuvieran a salvo hasta que llegaran tiempos más seguros.

Pasada la guerra, Turing le pidió ayuda a un amigo para buscar y recuperar su tesoro. Habían pasado algunos años y posiblemente el entorno había cambiado, por lo que Turing se construyó un detector de metales para conseguir su objetivo: recuperar sus ahorros. Tras dos intentos infructuosos, Turing y su amigo dieron por ilocalizable la sepultura de los lingotes de plata y abandonaron la búsqueda.

Lección número 2. Hay que diversificar las inversiones y nunca perderlas de vista. No delegar en terceros la responsabilidad de asumir los costos.

Isaac Newton, el padre de la física clásica, se vio atrapado en una de las primeras burbujas especulativas, la de la Compañía de los Mares del Sur. Sufrió la experiencia más dolorosa que puede suceder en la inversión: observaba cómo todos sus amigos se enriquecían con la inversión en una compañía naviera, así que entró con mucho dinero (incluso pidió prestado) justo en el momento de mayor euforia, para vender casi arruinado. A raíz de aquello se le atribuye la frase: “Puedo calcular el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de la gente”

Lección número 3. No te dejes llevar por el sentimiento mayoritario. Nunca pidas prestado para una inversión, en la que no manejás el riesgo y cuyo resultado no depende de tu esfuerzo.

Y, por último, Groucho Marx, uno de los genios del humor se vio arruinado en el crac del 29, esto es lo que comentaba en su biografía, Groucho y yo: “Muy pronto, un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la del país: la especulación. Subí a un ascensor del hotel Copley Plaza, en Boston. El ascensorista me reconoció y dijo: ‘Hace un ratito han subido dos individuos, señor Marx, ¿sabe? Peces gordos, de verdad. Hablaban de inversiones y, créame, amigo, tenían aspecto de saber lo que decían. Oí que uno de los individuos decía al otro: “Ponga todo el dinero que pueda obtener en United Corporation’.

Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informé inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. De modo que, con mis ropas de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de United Corporation por valor de doscientos cuarenta mil dólares.

Fui testigo de que casi todos mis conocidos se interesaban por esa forma de invertir. El fontanero, el carnicero, el panadero, el hombre del hielo, todos anhelantes de hacerse ricos, arrojaban sus mezquinos salarios –y, en muchos casos, sus ahorros de toda la vida– en esa empresa. Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron doscientos cuarenta mil dólares (o ciento veinte semanas de trabajo, a dos mil por semana). Hubiese perdido más, pero era todo el dinero que tenía.”

Lección número 4. Si no sabés en lo que invertís, no lo hagas.

Ojalá estas máximas financieras sirvan para que asomen nuevos dirigentes y que tengan en cuenta que sobreestimar sus habilidades o subestimar el entendimiento de los ciudadanos es parte del problema.