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La interna de Juntos por el Cambio le muestra al círculo rojo la cara del abismo

Miguel Angel Pesce, presidente del Banco Central
Miguel Angel Pesce, presidente del Banco Central - Créditos: @Rodrigo Nespolo

“Quedate tranquilo, no vamos a romper Juntos por el Cambio, pero sí igual te digo que mires atentamente las propuestas”, le respondió una pícara Patricia Bullrich a un ejecutivo de una multinacional francesa, que la escuchó disertar en un almuerzo cerrado en el Hotel Hilton, organizado por la Cámara de Comercio e Industria Franco-Argentina, este miércoles. El tembladeral que desató en Juntos por el Cambio la decisión del Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, de establecer boletas separadas para definir la elección de su sucesor en la Ciudad despertó fuertes temores en el empresariado. Varios pesos pesados les hicieron llegar su malestar a distintos interlocutores de Juntos. Saben que la puja por la candidatura presidencial dentro de la principal coalición opositora no será gratis para la economía.

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“Todos los bancos de inversión que en diciembre descontaban la victoria de Juntos ahora hablan de un ‘wait and see’ [esperar y ver] antes de tomar alguna decisión”, admite un empresario, cabeza de una compañía financiera. Para otros, el trade electoral, como se denomina en la jerga la apuesta de comprar ahora activos financieros especulando ya con un cambio de signo político, quedó resentido a partir de esta semana. “Un gobierno débil, y el conflicto interno de Juntos, podrían dejar abiertas las puertas para un candidato independiente como Milei, casi sin estructura política y un pequeño puñado de asesores”, alertó, por su parte, en su informe semanal el banco de inversión brasileño BTG Pactual.

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Las elecciones primarias, PASO, tienen, para muchos actores económicos, casi tanta relevancia como la elección general. Más allá de que está descontado para muchos un cambio de signo político, los inversores esperaban que las PASO les validen un nombre con quien empezar a pensar la Argentina pos Alberto Fernandez. Así sucedió en 2019, cuando tras el shock inicial del resultado, hasta los empresarios más macristas intentaron tender puentes con el entonces victorioso Fernández en su búnker de Puerto Madero. Ahora, ese escenario no está tan claro, con encuestas que le dan cada vez más probabilidades a un resultado de atomización del electorado entre los candidatos de Juntos, Javier Milei y el candidato del peronismo (¿Sergio Massa? ¿Daniel Scioli?).

Si en 2019 la economía fue altamente sensible al resultado de la PASO, la de 2023, está aún más expuesta. Con un gobierno que va a llegar a agosto con la macro en ebullición, dos meses más de espera para tener una definición –si es que ya en octubre hay un ganador claro, y no hay balotaje– parecen una eternidad. El economista Luciano Laspina, que encabeza los equipos de Patricia Bullrich, disparó esta semana en un programa de televisión que ese vacío político a partir de agosto podría ser el condimento que termine por desencadenar la híper. ¿Un enunciado electoral para que el espanto una a los propios? Tal vez. Pero no suena inverosímil.

Ante la duda, multinacionales que ya tienen la decisión de desinvertir en la Argentina están acelerando sus procesos de venta. Ayer, la italiana Enel terminó de firmar la venta de su participación del 41,2% en la central Dock Sud a YPF, con la ejecución del primer pago –la operación es por un total de US$54 millones–, mientras que en paralelo avanza en la búsqueda de compradores para su otra operación, la más conflictiva, Edesur. En el sector financiero, en tanto, la carpeta de la aseguradora colombiana SURA comenzó a circular entre potenciales adquirentes, mientras que la administradora de fondos, BNP Asset Management, ya tiene su short list de interesados, entre los cuales figuran Santander Asset Management, Galileo Asset Management, y Consultatio, la gestora de Eduardo Costantini.

Grandes empresas petroleras y mineras, como Glencore y Petronas, entre otras, esperan para avanzar con sus inversiones a tener algo más de claridad sobre el futuro de las reglas de juego. Solo parece que en el caso de recursos estratégicos en pugna entre China y Occidente como lo es el del litio, el costo de quedarse afuera es mayor al del riesgo argentino.

Los números de inflación no ayudan a ser optimistas con la economía en el corto y mediano plazo. El Indec anunciará hoy que el índice de precios al consumidor (IPC) de marzo avanzó más del 7% anual, y los primeros datos de abril, son igualmente alarmantes. Consultoras como Facimex, estiman para este mes una suba de precios promedio del 6,7 por ciento. Más allá de las presiones del Gobierno para que las empresas cumplan con el programa de Precios Justos –que contempla una pauta de ajuste de 3,2% mensual–, la mayoría de los precios de la economía ni se enteran de la existencia de este bozal. Sin ir más lejos, tamberos anticiparon esta semana a la industria que la leche tendrá un ajuste del 11% este mes o la tonelada de arroz, que en febrero se pagaba $55.000, a gatas se está consiguiendo en estos días a $85.000, un 54% más arriba. Dos ejemplos, de tantos. La realidad es que, además de la sequía, el lanzamiento del dólar a $300 para las economías regionales también resintió muchas cadenas de valor. No es de extrañarse que, ante la imposibilidad de trasladar aumentos, en los supermercados las góndolas estén cada vez más raleadas en las próximas semanas. El proveedor que no ajusta por precio, ajusta por cantidad; nadie produce para perder dinero.

La liquidación de divisas del agro se hizo desear mucho más de lo que a Economía le hubiera gustado. La realidad es que, más allá de las dudas regulatorias de los primeros días, en el mercado, los precios todavía no reflejan el mejor dólar prometido por el Gobierno. Especulan sin embargo entre los productores que, a medida que pasen los días, las cerealeras irán convalidando precios más cercanos a los $300 por dólar. Por ahora sólo venden los más apremiados.

Por las dudas, ya en el Banco Central (BCRA) de Miguel Pesce empezaron a negociar con China una nueva ampliación del swap (préstamo), para poder destinar parte de esos dólares a la intervención en el mercado cambiario. En enero pasado, el BCRA había logrado que China liberara US$5000 millones –de un total de US$18.500 millones que comprende el swap– para intervenir en el mercado. Ese dinero ya prácticamente se agotó. Esperan poder cerrar un nuevo acuerdo en mayo, en el marco de la visita que Sergio Massa planea hacer ese mes a China.

La avidez de divisas del BCRA mantiene en alerta a los bancos, que para evitar dejar los dólares de sus depositantes al alcance de la autoridad monetaria hacen lo imposible por captar tomadores de crédito en moneda extranjera. Esta semana, la petrolera Compañía General de Combustibles, de Eduardo Eurnekian, consiguió sin grandes esfuerzos un préstamo en el sistema financiero a dos años, por US$150 millones, y a una tasa del 6,5% anual, una bicoca si se considera que un bono de los Estados Unidos a igual plazo –uno de los activos más seguros del mundo– rinde 3,96 por ciento. Sobran las ofertas cuando quien pide financiamiento no es el Estado nacional.

Massa rasca dólares de dónde puede. Ayer logró que el Fondo Soberano Saudí anunciara una inversión de US$500 millones para financiar obras de infraestructura en la Argentina, y que el BID aprobara otros US$600 millones para proyectos de salud. El problema es que muchas de estas líneas no son de ejecución inmediata, sino que van liberando los fondos a medida que avanzan las obras o proyectos. También Massa espera avanzar en el reemplazo del dólar por el real en el comercio bilateral con Brasil.

Existe en el mundo empresario una sensación de preanarquía. Sobre todo porque ni siquiera quienes tienen las riendas hoy del Gobierno, como es el caso de Massa, están logrando cumplir con sus compromisos. Para poder llegar a la meta fiscal del FMI, Economía dio la orden de pisar los pagos en todos los ministerios. Incluso en Transporte, un ministerio que desde el comienzo del gobierno de Alberto Fernández está bajo la órbita de Massa, hay por lo menos dos meses de atraso en los pagos a proveedores.

Sin certezas sobre quién comandará el Gobierno a partir de diciembre, algunos empresarios nacionales al menos buscan garantizarse influir sobre quién conducirá la economía a partir de entonces. La influencia sobre la Fundación Mediterránea de nombres como los de Marcos Brito –hermano de Jorge, presidente del Banco Macro–, Eduardo Eurnekian y Sebastián Bagó es cada vez mayor. De hecho, son quienes financiaron y respaldaron desde un comienzo al economista Carlos Melconian al frente del IERAL, de la Fundación Mediterránea, y quienes hoy están haciendo fuerza por imponerlo como futuro ministro de un eventual gobierno de Juntos por el Cambio. En esta movida poco cuentan las familias cordobesas –como Pagani– que supieron tener peso en este think tank. La grieta política también contamina al empresariado.