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La elección presidencial de 2016 da razones para no comprar cosas en el Black Friday

Multitudes típicas del Viernes Negro hacen cola frente a una sucursal de Best Buy. Fuente: AP

 

Cada año, el Black Friday (Viernes Negro) es el pistoletazo de salida de la “temporada de compras navideñas”, cuyos descuentos atraen a consumidores deseosos de comprar, por ejemplo, un nuevo televisor. Tanto entusiasmo se ha saldado con la muerte de siete personas en estampidas –y 98 heridos más− durante la última década.

Más recientemente, este frenesí consumista ha ido mutando hacia el gasto de dinero en experiencias, al menos si hacemos caso a los datos demográficos más actualizados y damos por buena la información que aparece en las secciones de tendencias de The New York Times, The Atlantic, Forbes, CNBC y otras publicaciones. Esos estudios muestran que la gente es más feliz gastando en viajes, comidas, cursos y otras experiencias que no comprando nuevos aparatos tecnológicos o pares de zapatos.

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Aunque, aparte de la felicidad personal, existe otra razón para dedicar el dinero a cosas distintas de las que ofrece el Viernes Negro, una razón que ocupó un tiempo considerable en antena durante la elección presidencial del 2016. Sí, hablamos de trabajo.

Sería estúpido decir que el Black Friday y el Ciber Monday (Ciberlunes) no han hecho nada para estimular el mercado laboral, además de ofrecer más horas de trabajos de temporada a los trabajadores de cadenas de suministro, empresas de logística y almacenamiento; aunque es cierto que la creciente tendencia de la venta al por menor online no ayuda a la creación de puestos de trabajo. Pero al final del día, los productos del Black Friday, como ocurre con la mayoría de cosas compradas y vendidas en los Estados Unidos, se han fabricado en otros lugares.

Incluso si sales y compras algo que se fabrica en Estados Unidos, esto tampoco marca la diferencia en lo referido a la creación de puestos de trabajo. La industria estadounidense nunca antes había sido tan potente como ahora, es solo que la tecnología y la automatización han acabado con muchos puestos de trabajo. Aunque se “repatriasen” puestos de trabajo a los Estados Unidos, la tendencia hacia la automatización continuaría. En Asia cada vez más trabajos son hechos por robots.

Si nos fijamos en el mes de noviembre, con el contexto de las elecciones y su focalización en los puestos de trabajo del sector productivo y el Ciberlunes, emerge una interesante simetría. Algunos de los trabajos más difíciles en el extranjero proporcionan experiencias que los consumidores tienden a apreciar más que un nuevo iPad o que un polo de golf.

En términos generales, el gasto de dinero en servicios –comer fuera de casa, asistir a espectáculos o apuntarse a un gimnasio− hace que este se quede en los estados, lo cual sirve para reforzar el mercado laboral. Los sectores del turismo, la restauración, el ocio y entretenimiento parecen bien preparados para soportar el auge de las máquinas, pues son inmunes a la fijación de precios predatorios a nivel internacional, a menos que se invente el teletransporte.

Muchas veces, el hecho de tener una persona frente a frente no se puede sustituir por un robot o por una persona en la distancia. Ni las máquinas de café, a pesar de décadas de investigación y desarrollo tecnológico, pueden hacer sombra a un barman o a una persona con su capacidad de hablar y con una jarra de café en la mano. Esto es algo que jamás podrá hacernos sentir una máquina por muchos avances que se den.

Ethan Wolff-Mann

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