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Lejos de la crisis griega, Japón asiste impertérrito al aumento de su deuda

Una pantalla gigante en la que aparecen las cotizaciones de diversas empresas en la Bolsa de Tokio el 12 de agosto de 2015

Desde que estalló la crisis griega hace cinco años, los analistas alertan del peligro de la enorme deuda de Japón que, ajeno a las críticas, prefirió una política de expansión monetaria a la austeridad impuesta en Europa.

La deuda japonesa, cercana a los mil billones de yenes (unos 8,3 billones de dólares), representa más del 200% de su Producto Interior Bruto (PIB) y supera con creces la de Atenas (un 170% del PIB).

Sin embargo, a diferencia de Grecia, que acaba de cerrar duras negociaciones con sus acreedores para conseguir más ayuda financiera, Japón está lejos de la cesación de pagos. El país asiático no debe dinero a ninguna organización mundial y está entre los Estados que más contribuyen al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial.

"Un escenario griego es altamente improbable para Japón", opina Marcel Thieliant, analista de Capital Economics.

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La mayor diferencia entre ambos países es que Tokio puede apoyarse en un altísimo nivel de ahorro. Más del 90% de la deuda está en manos de inversores japoneses, especialmente del Banco de Japón, que lanzó en abril de 2014 un extenso programa de compra de activos, sobre todo de bonos del Estado.

- Dos décadas de déficit -

"El hecho de no pertenecer a una unión monetaria permite un margen de maniobra mucho más importante", apunta Thieliant. "Al contrario que el Banco de Japón, el Banco de Grecia no puede comprar bonos en el mercado secundario mientras el país heleno siga en la zona euro".

Las importantes inversiones japonesas en el extranjero también tranquilizan a los inversores foráneos. "El importe neto de las inversiones japonesas alcanzaba los 367 billones de yenes a finales de 2014 (3,07 billones de dólares), lo que convierte a Japón en el primer acreedor mundial (por delante de China) desde hace 24 años", indica Harumi Taguchi, del gabinete IHS.

Pese al fantasma de la deflación, Japón sigue siendo una poderosa economía -la tercera del planeta-, con un sector bancario fuerte y una industria sólida, según Taguchi.

¿Debe ignorar Japón el aumento de su deuda, herencia de los extensos planes de expansión monetaria que lanzó el Gobierno tras el estallido de la burbuja financiera de los años 1990?

En 1992, Japón registraba un superávit presupuestario y su deuda pública estaba por debajo del 70% del PIB. Sin embargo, 22 años consecutivos de déficit (1993-2014) llevaron a su deuda a un nivel inédito en los anales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Las agencias de calificación crediticia y varias organizaciones internacionales consideran inaceptable el nivel de la deuda y, a menudo, piden al primer ministro conservador, Shinzo Abe, que actúe para remediar su aumento.

Desde su llegada al poder a finales de 2012, el Gobierno de Abe ha gastado miles de millones de dólares para financiar obras públicas (reconstrucción del noreste del país) o reactivar el consumo.

- Una nueva subida del IVA -

La situación de Japón también preocupa por los elevados gastos sociales que implica el envejecimiento de la población.

"Dado el nivel sin precedente de su deuda pública, Japón podría sufrir una pérdida de confianza respecto a la viabilidad de sus finanzas", advierte Randall Jones, especialista de la OCDE sobre Japón.

"Un escenario como ese tendría grandes repercusiones sobre el resto del mundo, dado el tamaño de la economía nipona y su importante cartera de activos extranjeros", añade Jones, que insta al Gobierno a atajar el problema.

Para lograr un superávit primario de aquí a 2020, uno de los objetivos del Gobierno, "es primordial aumentar el IVA hasta el 10%" (frente al 8% actual), considera Jones. Abe aplazó esa medida hasta comienzos de 2017, tras el gran impacto que tuvo un anterior aumento del IVA en abril de 2014.

Sin embargo, otros consideran que frente a las persistentes dificultades económicas, la prioridad del Gobierno tiene que ser la expansión monetaria. "Sería sensato que el Gobierno limite la austeridad", opina Thieliant. "Reducir el peso de la deuda será mucho más sencillo si vuelve el crecimiento" y con este, la inflación.