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¿Por qué existen los malvados monopolistas?

La naturaleza de ciertos servicios, como el del subte, explica la ausencia de competidores
La naturaleza de ciertos servicios, como el del subte, explica la ausencia de competidores

Casi todos los economistas hablan mal de los monopolios. Los funcionarios critican a los monopolios privados, pero no quieren saber nada de terminar con el monopolio de la emisión de dinero, y muchos –además de estatizar a las AFJP– les tienen “ganas” a la medicina y educación, privadas. ¿Qué “males” producen los monopolios; y qué habría que hacer para que desaparezcan?

Al respecto consulté al dinamarqués Frederik Ludvig Bang Zeuthen (1888-1959), quien, en Distribución económica, publicado en 1928, introdujo el uso de desigualdades en el sistema de equilibrio general planteado por Marie Esprit Leon Walras, explicitando que el precio de los bienes con oferta excedente es cero, planteo sobre el cual se encaramaron Abraham Wald y John von Neumann.

Además, en una monografía publicada en 1929 introdujo la diferenciación del producto en la competencia monopolística, complementando los análisis de Antoine August Cournot y Joseph Louis Francois Bertrand referido al duopolio; y, al año siguiente, planteó una teoría del conflicto económico y su resolución, que según Hans Julius Brems, “muy probablemente sea pionera absoluta dentro de la profesión”.

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–Suele afirmarse que los monopolistas “hacen lo que quieren”.

–Falso. El único productor de cubitos de hielo, instalado en la Antártida, se fundiría, porque no encontraría delante de quién ejercer su poder monopólico. Lo que es cierto es que los monopolistas pueden hacer cosas que los competidores no pueden, aunque siempre hay límites. La única confitería instalada en una universidad no puede fijar precios muy altos, salvo que la universidad esté situada en el medio de un desierto. Porque si está en una ciudad, los estudiantes podrán comprar en los bares vecinos.

–¿Por qué los economistas critican a los monopolistas?

–Porque fijan precios superiores a los que, en igualdad de condiciones, existirían bajo competencia; por consiguiente producen y venden cantidades inferiores a los que existirían bajo competencia; y, en un contexto dinámico, porque no tienen prisa en modernizar los productos que ofrecen, los procesos que utilizan en la producción, etc.

–Willam Jack Baumol, con su teoría de los mercados desafiados, defiende a los monopolios.

–No los defiende. Lo que dice es que, cuando en un mercado se observa un solo oferente, antes de criticarlo hay que averiguar cuán difícil es instalarse para competir: los denominados costos de entrada. Porque si estos son bajos o nulos, la existencia de un solo oferente es señal de su eficiencia.

–Me parece que en la práctica la existencia de monopolios se explica por otras razones.

–De acuerdo. Dichas razones son tres: 1) la naturaleza; 2) el Estado; y 3) las mafias. Comencemos por la primera. No tiene sentido que, por debajo de una misma calle, se instalen tres líneas de subte para que compitan entre ellas; como no tiene sentido que, en una misma ciudad, varias redes de distribución de la energía eléctrica compitan entre sí. Estos son ejemplos de monopolios naturales. Pero al respecto déjeme aclarar algo.

–Adelante.

–La distribución de energía eléctrica es monopólica, pero no la generación, que bien puede realizarse sobre bases competitivas; el servicio de subtes es monopólico, pero no el provisto por los ómnibus o los aviones. No tiene nada de natural que el mercado aéreo doméstico sólo sea provisto por Aerolíneas Argentinas.

–¿Cómo hace el Estado para crear monopolios?

–Otorgándole a “X” la exclusividad en la producción de algún bien, prohibiendo la instalación de otros oferentes. Ejemplo: en la ciudad “Y” existe una sola pizzería. Este no es un monopolio natural, sino uno fabricado.

–¿Para qué haría esto el Estado?

–Para compartir con el beneficiario, las ganancias monopólicas. Método muy utilizado por los reyes, en la antigüedad, para financiar sus gastos. Un mecanismo ineficiente de tributación, o de corrupción, si la porción de los beneficios monopólicos no va a parar a las arcas públicas, sino a los bolsillos de los funcionarios intervinientes.

–¿Y las mafias?

–El productor de determinado producto puede contratar a personas cuyo servicio consiste, precisamente, en convencer a quienes pretenden producir el mismo producto, de que no es una buena idea. Apelando a una escalada, que comienza en la persuasión y termina en la destrucción de las instalaciones y la vida de los que “no entienden”.

–Las razones por las cuales existen los monopolios, ¿son transitorias o permanentes?

–Transitorias, lo cual implica que el monopolista tiene que estar atento, y debe “invertir” para seguir detentando una posición monopólica.

–Explíquese, por favor.

–La privatización de Entel, realizada en 1990, no les otorgó a Telefónica y Telecom el monopolio de la satisfacción de la necesidad humana de realizar comunicaciones telefónicas, sino la provisión del servicio a través de la telefonía fija. En aquel momento la telefonía celular, en su país, era una curiosidad, y la transformación que se operó con posterioridad no estuvo en los cálculos de nadie. El monopolista que cree que, desde el punto de vista del cambio tecnológico, tiene “la vaca atada”, opera de manera miope.

–¿Y en el caso de los monopolios generados por el Estado o por las mafias?

–Nadie regala nada, de manera que el oferente que genera ganancias monopólicas gracias a un favor gubernamental tiene que invertir en seguir siendo amigo y mecenas del funcionario interviniente. Y tampoco es gratis mantener a raya a los competidores, usando los servicios de la mafia.

–¿Qué se puede hacer para terminar con los monopolios?

–Abrir la economía, para que el único productor local tenga que competir con productores de otros países; y revisar todas las regulaciones que aumentan los costos de entrada a los nuevos competidores. Circunscribiendo la regulación al caso de los monopolios naturales.

–¿Es posible regular los monopolios naturales?

–Es absolutamente imprescindible, pero hay que hacerlo de manera idónea. El análisis económico de la regulación avanzó mucho en las últimas décadas, esfuerzo dentro del cual Jean Tirole, en 2014, obtuvo el premio Nobel en economía. En su país, durante la década de 1990, el ENRE y el Enargas funcionaron con criterios profesionales, y con posterioridad, cuando la idoneidad fue dejada de lado, algunos de sus funcionarios comenzaron a ganarse la vida asesorando las oficinas de regulación que funcionan en otros países.

–Abrir, desregular la economía, está en las antípodas de las ideas económicas del actual gobierno.

–Seguirán teniendo monopolios, entonces. Es más, cuando los productores de un sector son convocados por el gobierno, se olvidan de sus luchas internas, frente a un enemigo común. Cuando esto ocurre el Estado monopoliza u oligopoliza la competencia.

–Don Frederik, muchas gracias.