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Falta de pruebas y delitos prescritos: así se libra el City de quedarse fuera de la Champions

Escudo del Manchester City junto al logo de la Champions League.
Escudo del Manchester City junto al logo de la Champions League. Foto: Visionhaus / Getty Images.

Ya hace unos años que se empezó a hablar del fair play financiero. La UEFA se sacó de la manga este concepto con intención de que ningún equipo gastara en fichajes y sueldos más dinero del que ingresara, de manera que, por un lado, no se comprometiera su viabilidad a largo plazo, y por otro, no falseara la competición al hacerse de golpe con muchos futbolistas de alto nivel que le proporcionaran éxitos puntuales y privaran de la gloria a otros rivales que sí fueran capaces de mantener sus cuentas en orden. Alzado a categoría de norma, este fair play podía llegar a suponer sanciones para quien lo incumpliera.

Y así parecía ser. El Manchester City, uno de los peces más gordos de Inglaterra, recibió su castigo el pasado mes de febrero: se le excluía dos años de participar en la Champions League. Era la consecuencia de la investigación que estaba abierta desde principios de 2019. Parecía el principio del fin del imperio que los petrodólares de los Emiratos estaban construyendo en el lado celeste de la gran urbe norteña, aunque quedaba un último resquicio para salvarse.

Hoy mismo hemos sabido que el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS, por sus siglas en francés) ha anulado esta condena, dejándola sin efecto y permitiendo que los citizens tengan un hueco, si se lo ganan a través de la Premier League, en futuras ediciones del máximo torneo continental. Además, se reduce la multa que les había caído, que pasa de ser de 30 millones a solo 10. Es una cifra importante para cualquiera, aunque a priori parece que a la barra libre de financiación que tiene este club desde Próximo Oriente no le va a afectar demasiado.

A quien sí fastidia, y mucho, es a la UEFA, que ve cómo todos sus intentos por poner orden en la economía del balón se convierten en papel mojado. Porque el TAS considera que no están suficientemente probados los motivos por los que la federación internacional pretendía no solo devolver al City al buen camino, sino también lanzar una advertencia a cualquier otro que se atreviera a seguir sus pasos.

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Concretamente, el tribunal considera que el City “no camufló financiación en forma de contribuciones de patrocinadores”. Según indica, las acciones por las que se había condenado al club o bien han prescrito, al haber ocurrido hace más de cinco años, o bien no quedaron acreditadas de forma suficiente. Así lo explica el comunicado de prensa que ha emitido el propio TAS, a la espera del documento completo con el razonamiento detallado que se publicará “en los próximos días”.

Defectos técnicos, en definitiva. La prescripción, como bien sabe cualquier hincha del Atlético de Madrid, no necesariamente significa que un delito no se haya cometido, sino que ha pasado tanto tiempo que, independientemente de los hechos, ya no se puede condenar. El castigo económico se mantiene, aunque con cuantía reducida, porque se considera que el City no ha colaborado lo suficiente en la investigación, tal como establece el artículo 56 de las regulaciones vigentes en materia de fair play.

La sanción de la UEFA se refería concretamente al periodo entre 2012 y 2016; en esas temporadas se acusaba al equipo de hacer artificios contables para que pareciera que los ingresos publicitarios habían sido mayores de lo real y así poder hacer frente a más fichajes multimillonarios. Sin ir más lejos, solo en la campaña actual se han gastado 133 millones de libras (fundamentalmente en el ex atlético Rodrigo y el juventino João Cancelo), mientras que en ventas apenas han ingresado 64. Desde 2009 el logotipo que aparece en la parte frontal de la camiseta es el de Etihad, línea aérea perteneciente precisamente al gobierno de los Emiratos.

A raíz de la llegada de los dueños árabes, un año antes, se estima que el City ha invertido más de 1.800 millones de euros en fichajes. Resulta difícil concebir cómo lo ha podido hacer un equipo que, si bien es uno de los históricos del país, tradicionalmente ha estado muy por detrás, tanto en masa social como en rendimiento deportivo, de otras superpotencias como su vecino el United, el Liverpool, el Arsenal o incluso el Chelsea. No en vano en los años inmediatamente anteriores a la llegada del jeque Mansour y su séquito los citizens a duras penas pasaban del 10º puesto, luchando a veces por no caer al Championship. Desde entonces han logrado cuatro campeonatos y dos subcampeonatos (que van a ser tres cuando acabe la presente temporada).

La sensación que queda es de impunidad: los más ricos de entre los ricos siempre encuentran el resquicio legal para saltarse las reglas y hacer lo que les apetezca. Porque otros clubes con menos recursos económicos sí que acabaron sufriendo el rigor de la ley sin posibilidad alguna de escapar. El ejemplo más conocido a nivel internacional, por pedigrí histórico, es el Milan que el pasado verano se quedó sin la posibilidad de participar en la Europa League; los aficionados españoles recordarán en 2012 un castigo similar al Málaga, entonces mucho más fuerte que la plantilla que hoy lucha por no caer a Segunda B.

Se da así el visto bueno a una serie de comportamientos que contribuyen a reforzar una tendencia que a algunos puede que guste, pero que para muchos otros destruye por completo la esencia de la competición. El modelo de “club-estado” que representan el propio City o el PSG, con recursos financieros prácticamente ilimitados y capacidad de esquilmar a cualquier rival que les haga frente, tiene carta blanca para imponerse aún más de lo que ya lo está. La competitividad se reducirá a la mínima expresión de los tres o cuatro ricachones que inviertan en su juguete (hasta que se cansen); anomalías como la del Atalanta serán cada vez más improbables. Ya no digamos la historia o la tradición: ni siquiera una gestión modélica de los recursos propios generados de forma legítima bastará para competir contra los grandes tiburones. Eso sí, como contrapartida habrá un puñado de clubes de nivel estratosférico a los que la etiqueta “galácticos” se les quedará corta y que, suponemos, darán gran espectáculo compitiendo siempre contra sí mismos. Cosas del fútbol moderno.

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