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Michel Temer: El negociador que sería rey

(BNamericas.com) - Algunos lo llaman traidor y lo señalan como el principal instigador de un golpe de Estado. Otros lo consideran el salvador de un país que atraviesa su peor recesión en décadas y se ve sacudida por un caos político.

Una descripción como esa evoca la imagen de una figura de capa y espada que goza de las luces y la atención mientras se prepara para tomar las riendas de Brasil. En la realidad, el vicepresidente Michel Temer es cualquier cosa menos eso.

El taciturno hombre de 75 años se convertirá en presidente esta semana si, tal como se espera, el Senado decide enjuiciar a Dilma Rousseff por una supuesta manipulación de las cuentas públicas.

Temer -también acusado de corrupción- ocupará inicialmente el cargo por 180 días, pero un veredicto desfavorable para Rousseff lo mantendría como presidente hasta las próximas elecciones federales de 2018.

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Pese a que ha sido vicepresidente desde 2011 y líder del partido PMDB -que hasta el lunes pasado formaba parte de la colación gubernamental con el Partido de los Trabajadores de Rousseff- la mayoría de los brasileños poco y nada saben de Temer.

Es muy poco asiduo a conceder entrevistas y en la esfera de poder de Brasilia se comenta su forma de ser discreta y metódica.

Evita usar modismos en las conversaciones y le gusta romper la monotonía de los vuelos regulares entre São Paulo, donde reside su familia, y Brasilia escribiendo poesía en servilletas de papel.

Hasta compararon su apariencia con la de un famoso vampiro de un clásico del cine de terror debido a su pelo peinado hacia atrás y modales refinados.

"La gente dice que tengo que cambiar mi forma de ser, que soy demasiado formal", admitió Temer en una entrevista de 2010 concedida a la revista brasileña Piauí. "¿Pero cómo hago eso? Envidio a los que les gusta andar haciendo bromas. Lo siento, pero no puedo hacerlo. No soy así".

Temer es el menor de ocho hermanos. Sus padres libaneses llegaron a Brasil en la década de 1930 y se instalaron en Tietê, estado de São Paulo, donde establecieron un pequeño negocio de producción de café y arroz.

Luego de graduarse como abogado Temer gravitó hacia la política y se convirtió en congresista en 1987. Su escalada dentro del partido fue rápida.

Temer se ha ganado la reputación de hábil negociador, una especie de pieza clave que ha ayudado al PMDB a formar gobiernos de coaliciones con todos los presidentes de los últimos 20 años. Sus pares veneran su agudo entendimiento de las reglas y procedimientos, incluso si su retraída naturaleza parece no concordar con la impredecible política brasileña.

"Michel solo es audaz cuando se trata de ir a la conquista de una mujer", comentó su colega y amigo, Geddel Vieira. "En política es muy ponderado".

Temer se ha casado en tres ocasiones y tiene cinco hijos, algunos mayores en edad que su actual esposa, Marcela. La pareja se conoció en un restaurante del padre de Marcela cuando Temer tenía 62 y ella 19. A los meses después se casaron y ella, una exreina de belleza, se tatuó el nombre de Temer en la base de la nuca.

Podría resultar impreciso decir que la audacia de Temer se limita a sus conquistas románticas, e incluso más confundir su reservada conducta con una falta de ambición política.

Se dice que cuando aparecieron las primeras grietas en la alianza del PMDB y el Partido de los Trabajadores el año pasado, Temer le dijo a Rousseff que no seguiría aceptando ser una "figura decorativa".

Ese comentario podría atribuirse tanto a su propia ansia de poder como a su exasperación por las políticas de Rousseff.

Al contrario de Dilma, Temer apoya las políticas promercado. Mientras lucha por armar su nuevo Gabinete, se comenta que ya tendría elaborados algunos planes de privatizaciones, reformas previsionales, recortes de gastos públicos y mano dura contra la corrupción.

Esta última medida podría resultar el desafío más difícil.

La investigación Lava Jato (Operación Lavado de Autos) de la Policía Federal, que comenzó con la pesquisa de un esquema de sobornos en la petrolera estatal Petrobras, reveló una amplia red de corrupción en la que participaron más de una docena de importantes constructoras locales y varios políticos.

Entre ellos, Eduardo Cunha, el suspendido titular de la Cámara Baja que lideraba el proceso de impeachment.

La semana pasada, la Corte Suprema de Brasil suspendió de sus funciones a Cunha luego de que se le acusara de obstrucción a la justicia e intimidación de otros miembros del Congreso.

Cunha ya estaba en la mira de las autoridades por aceptar US$40 millones (mn) en sobornos y lavar dinero en efectivo a través de una iglesia evangélica.

Temer también enfrenta sus propias acusaciones. Los fiscales sostienen que el vicepresidente habría participado en un esquema de compra de etanol con exdirectores de Petrobras que actualmente están en prisión por actos de corrupción.

También se le ha cuestionado haber recibido un pago de 5mn de reales (alrededor de US$1,4mn) de OAS, constructora implicada en la investigación Lava Jato. Temer afirma que el dinero corresponde a una donación legal a la campaña.

Según el grupo de monitoreo Transparência Brasil, el 60% de los 594 miembros del Congreso están siendo acusados por delitos como soborno, homicidio, secuestro y fraude electoral, entre otros.

"La enraizada naturaleza de la corrupción en la clase política de Brasil significa que dentro del eventual Gabinete de Temer podrían haber políticos sometidos a acusaciones delictuales relacionadas con la operación Lava Jato y otros casos", manifestó Jimena Blanco de Verisk Maplecroft en una nota a clientes.

Los obstáculos que esperan a Temer son muchos y variados, según Blanco, quien advirtió que el proceso de impeachment no aliviará el clima de tensión política.

"Un gobierno de transición liderado por Temer, cuyo porcentaje de desaprobación es casi tan alto como el de Rousseff, tendrá que luchar duramente para reducir la volatilidad política", añadió Blanco, titular para América Latina de la consultora de riego.

Temer tendrá que echar mano a toda su habilidad como négociateur en chef para armar un gobierno cohesivo a partir de las facciones hostiles y teñidas de actos corruptos que conforman los principales partidos políticos de Brasil.

E incluso si tiene éxito en su cometido, la batalla más importante -unir el país y restaurar el crecimiento económico- habrá recién comenzado.

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