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Opinión: Jack Ma provocó a China; luego llegó su caída

LOS REGULADORES CHINOS TIENEN UN MENSAJE PARA EL SECTOR FINANCIERO: ANDEN CON CUIDADO.

En noviembre, Ant Group, el conglomerado tecnofinanciero más grande de China, se estaba preparando para su oferta pública inicial. Los analistas proyectaron que iba a recaudar 34.000 millones de dólares, la venta de acciones más grande de la historia. La empresa, fundada por Jack Ma, se había vuelto sinónimo de innovaciones financieras, las cuales a menudo son riesgosas.

En la víspera de la OPI, Ma ninguneó a las autoridades regulatorias de China que intentaban evaluar los riesgos financieros en los libros de Ant Group. En un discurso audaz, Ma criticó a los reguladores por ser demasiado precavidos y ridiculizó a los bancos propiedad del Estado por tener una mentalidad de “casa de empeños”, ya que solo otorgan préstamos a los prestatarios que pueden dar una garantía.

Es raro que el gobierno de China deje impune un ataque en su contra, incluso si se trata de uno indirecto. Esta fue una provocación directa. Sin embargo, era tal el aura de Ma, así como su aparente inmunidad frente a las restricciones gubernamentales, que ni los inversionistas nacionales ni los extranjeros se preocuparon. Salivaban ante la posibilidad de comprar acciones de Ant; después de todo, era un titán con poder político e indispensable para la economía. Su plataforma Alipay, pionera de las tecnologías de pago extraordinariamente eficientes y baratas, ha revolucionado el sistema financiero de China. Otras ramas del conglomerado ofrecen en línea créditos al consumidor y préstamos a pequeñas empresas en cuestión de minutos.

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Pero todo se derrumbó. Dos días antes de que las acciones de Ant comenzaran a cotizar en las bolsas de Hong Kong y Shanghái, el gobierno bloqueó la OPI. Los reguladores citaron las prácticas de contabilidad opacas de la empresa, las cuales, según ellos, podrían ocultar enormes cantidades de préstamos riesgosos. Las autoridades regulatorias advirtieron que, dado el inmenso tamaño de Ant, cualquier problema podría sacudir los mercados financieros y perjudicar a los inversionistas.

Gracias al tropiezo de Ma por criticar abiertamente al gobierno, los reguladores lo tienen justo donde lo quieren y tienen la intención de obligarlo a ceder control de su imperio.

Sin embargo, el gobierno no ha acabado. Este mes, los reguladores obligaron a Ant a desarrollar un “plan de rectificación” para reestructurar la empresa separando sus distintas entidades, entre las cuales se encuentran servicios de seguros y gestión de patrimonios. Ant tuvo que comprometerse a aumentar la transparencia y mejorar sus prácticas de contabilidad y protección del cliente, además de limitar su expansión a nuevas líneas de negocios. Al parecer, la mano dura del gobierno contra la empresa busca limitar el crecimiento tanto de su poder económico como de su poder político.

No obstante, al hacerlo, el gobierno espantó a los inversionistas. De pronto, las promesas del presidente Xi Jinping de estimular los negocios y la innovación del sector privado simplemente parecieron vacías.

El episodio de Ant parece señalar el fin de la era de la innovación en el sector tecnofinanciero de China. Sin embargo, en términos más generales, parece marcar la cancelación de su experimento de liberación del mercado financiero y el regreso a la intervención gubernamental y a un entorno hostil para los inversionistas. No obstante, a pesar de que las medidas tomadas por Pekín parecen demasiado estrictas, sugieren que el gobierno pretende controlar los riesgos financieros aun si el proceso para lograrlo da una impresión de caos.

El episodio sí envía una fuerte señal sobre los límites de la tolerancia de Pekín hacia la libre empresa. Las firmas pueden innovar y crecer mucho, pero se encontrarán con un castigo inmediato si desafían las políticas del gobierno.

El alto a la OPI de Ant llegó en un momento clave. Los índices económicos más recientes de China, divulgados el 16 de abril, confirman su sólida recuperación tras la recesión de la COVID-19. No obstante, para mantener un alto crecimiento, el país necesita aumentar la productividad de sus industrias, mejorar su tecnología y depender menos de las ineficientes empresas estatales, lo que equivale a retos abrumadores.

Durante 2020, el gobierno desarrolló una estrategia de “circulación dual” para tener una mayor autosuficiencia económica. Esto conllevó promover la innovación local en industrias como las telecomunicaciones y las energías renovables y depender más de las ventas a nivel nacional que de las exportaciones. En parte, esta estrategia es una respuesta a las constantes tensiones económicas con Estados Unidos. Sin embargo, llega junto con un importante giro en las actitudes del gobierno: el sector privado es importante para el desarrollo económico, pero debe alinearse con las prioridades oficiales y demostrar una lealtad inquebrantable al gobierno.

¿Por qué los reguladores no tiraron antes de las riendas de Ant? En pocas palabras, el éxito de Ant hacía que el gobierno se viera bien. Su posición como un campeón del sector tecnofinanciero a nivel mundial estimulaba la economía de China. Ant hizo que los pagos digitales y los productos bancarios estuvieran disponibles para un amplio segmento de la población del país, lo cual ayudó a las iniciativas para eliminar la pobreza. La aplicación Alipay tiene más de 700 millones de usuarios al mes, entre ellos habitantes de zonas rurales remotas. Ant ha financiado unos 29 millones de pequeñas empresas, incluidos vendedores ambulantes.

Tal vez Ma creyó que ya no necesitaba cuidarse las espaldas. Después de todo, durante muchos años China toleró de manera tácita a las instituciones financieras clandestinas sujetas a menos regulaciones y supervisión que los bancos comerciales tradicionales. Estas organizaciones, conocidas como banca en la sombra, les ofrecían tasas de interés más altas a los depositantes y les otorgaban créditos a prestatarios más riesgosos, entre ellos emprendedores de baja escala ignorados por los bancos con respaldo del gobierno (con el tiempo, el gobierno tomó medidas drásticas en contra de este sector cuando se volvió demasiado riesgoso: si aumentaban las tasas de morosidad y las quiebras de los bancos, los depositantes podían perder sus ahorros).

Ant aprovechó el enfoque pasivo del gobierno para regular a las empresas tecnofinancieras y desarrolló una gran variedad de productos y servicios financieros a fin de satisfacer a una creciente clase media. Ma utilizó su influencia y poder político para proteger a su empresa de la supervisión regulatoria e incluso se rehusó a compartir su arsenal de datos del consumidor con el gobierno.

Los reguladores financieros se inquietaron por la velocidad con que Alipay y su rival WeChat Pay establecieron su predominio en los pagos digitales, lo que desalentó el surgimiento de nuevos participantes. De hecho, esto ha incitado un proyecto gubernamental para desarrollar una versión digital de la moneda de China para ofrecer otra opción para los pagos digitales. Los reguladores temían que Ant también estuviera recabando datos de sus usuarios para determinar su solvencia y ofrecerles préstamos con mejores términos que los de los bancos estatales.

Mientras tanto, Ant podría ocultar todos los riesgos de esos préstamos mezclando sus ingresos y pérdidas con los de las diferentes ramas de su conglomerado. Aunque se expandiera, al ser una empresa tecnofinanciera, Ant podría evitar las regulaciones estrictas a las que están sujetos los bancos. De hecho, se podría volver demasiado grande para permitirse quebrar.

Para las firmas tecnofinancieras de China, la reestructuración forzada de Ant servirá de modelo. La competencia como Tencent ha recibido una advertencia: sé transparente, cumple con las regulaciones, protege los datos del consumidor o si no… (El gobierno de China sabe muy bien el poder que da la recolección masiva de datos). Aunque el gobierno tolera las empresas privadas y fomenta la innovación, los emprendedores deberán pensarlo dos veces antes de desafiar de manera expresa al gobierno.

Liberalizar el sistema financiero de China está perfecto, pero el deseo simultáneo de ejercer control gubernamental difícilmente fomentará la innovación o la eficiencia. A pesar de su extraordinario historial económico, incluso a Pekín le será difícil tenerlo todo.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company