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Opinión: Los Premios a la Tecnología Buena 2022

Explotación minera de ether en La Plata, Argentina, 28 de junio de 2022. (Sarah Pabst/The New York Times)
Explotación minera de ether en La Plata, Argentina, 28 de junio de 2022. (Sarah Pabst/The New York Times)

En el mundo de la tecnología, 2022 fue un año de grandes saltos y caídas aún mayores.

Las caídas incluyeron algunos de los nombres más reconocibles de la industria. Sam Bankman-Fried empezó el año como la mayor celebridad de las criptomonedas, con un patrimonio neto de más de 20.000 millones de dólares, y lo termina como un paria caído en desgracia que enfrenta cargos penales por fraude. Elon Musk comenzó 2022 como el hombre más rico del mundo, con una próspera empresa de autos eléctricos y un nombre sinónimo de éxito; lo termina más de 100.000 millones de dólares más pobre, como el amargado y atribulado propietario de una empresa de redes sociales que parece estar arruinando su vida.

La industria tecnológica también tuvo que hacer frente a las duras condiciones macroeconómicas, como la elevada inflación y el aumento de los tipos de interés. A medida que la década de hipercrecimiento del sector llegaba a su fin, las empresas emergentes morían, los gigantes tecnológicos recortaban beneficios y despedían trabajadores y los sueños de los inversores de un nuevo internet criptoficado conocido como “Web3” se desvanecían en el olvido.

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Pero si nos centramos exclusivamente en lo que salió mal, corremos el riesgo de pasar por alto los muchos proyectos tecnológicos nobles, inteligentes y socialmente valiosos que progresaron este año.

Llevo varios años destacando ese tipo de proyectos en mi columna anual Premios a la Tecnología Buena. No se trata necesariamente de tecnologías que estoy seguro de que mejorarán el mundo sin causar ningún problema. Son herramientas que creo que podrían mejorar el mundo o ayudar a afrontar espinosos retos sociales. Algunas también podrían tener resultados negativos si se gestionan mal o se utilizan de forma perjudicial.

Este año había mucho donde elegir. Estas son las finalistas.

A OpenAI y a los creadores de Midjourney y Stable Diffusion, por demostrar que la IA puede crear

Los Premios a la Tecnología Buena 2022 de Kevin Roose. (Yadi Liu/The New York Times)
Los Premios a la Tecnología Buena 2022 de Kevin Roose. (Yadi Liu/The New York Times)

El avance tecnológico más espectacular del año, por un margen significativo, ha sido el auge de la “IA generativa”, término con el que se conoce al nuevo tipo de aplicaciones de inteligencia artificial, entrenadas a partir de grandes cantidades de datos, que pueden crear nuevos objetos multimedia de la nada.

Este año, generadores de imágenes de IA como DALL-E 2, Stable Diffusion y Midjourney deslumbraron a los usuarios (incluyéndome) con sus creaciones y desencadenaron una explosión cámbrica de nuevas herramientas de IA ultracapaces. En las últimas semanas, ChatGPT, una IA generadora de texto creada por OpenAI, se convirtió en una sensación viral (y en la peor pesadilla de cualquier profesor) cuando empezó a producir trabajos académicos, poesía original y fragmentos de código.

Parte del mérito del auge de la IA generativa debe atribuirse a Google, que creó gran parte de la tecnología fundacional. Pero este año, Google (que ha mantenido en privado la mayoría de sus experimentos de IA, para su reciente disgusto) ha sido superado por OpenAI, así como por los creadores de Midjourney y Stable Diffusion, con productos públicos que han permitido a millones de personas experimentar la IA generativa.

Aún se desconocen los efectos finales de la IA generativa. Algunos afirman que estas aplicaciones acabarán con millones de puestos de trabajo, mientras que otros sostienen que serán una bendición para la creatividad humana. Pero tanto si eres optimista como pesimista, los avances de este año significan que ya no estamos debatiendo los costos y beneficios teóricos: las herramientas han llegado y ahora nos toca decidir cómo utilizarlas.

A los desarrolladores de Ethereum, por llevar a cabo la fusión

Lo sé, lo sé. Incluir un proyecto de criptomonedas en una lista de “tecnología buena” en 2022 es como incluir las permutas de cobertura por impago en una lista de “innovaciones financieras geniales” en 2008.

Sin embargo, aunque el sector de las criptomonedas ha caído en picada este año, eliminando billones de dólares en valor y dejando a muchos inversores con las manos vacías, ha habido al menos un punto positivo. En septiembre, Ethereum, la red detrás de la segunda criptodivisa más valiosa después de bitcoin, completó lo que se conoce como “la fusión”, un proyecto gigantesco que lleva años en marcha para cambiar Ethereum de una forma de cadena de bloques que consume mucha energía conocida como “prueba de trabajo” a una forma mucho más ecológica de cadena de bloques conocida como “prueba de participación”.

El cambio, que los desarrolladores de criptomonedas compararon con intentar cambiar el motor de un avión en pleno vuelo, fue un éxito rotundo y redujo la energía necesaria para alimentar Ethereum en más de un 99 por ciento. (Sin embargo, no impulsó el precio de la criptomoneda, ether, que terminó el año con una caída de casi el 70 por ciento).

A Living Carbon, Twelve y BeeHero, por poner la tecnología al servicio de la crisis climática

Aunque 2022 fue un año horrible para la recaudación de fondos de las empresas emergentes en general, fue un gran año para las empresas emergentes de tecnología climática, que recaudaron miles de millones de dólares para sacar al mercado tecnologías amigables con el clima.

Hay demasiadas empresas prometedoras de tecnología climática como para nombrarlas —y, para ser sincero, no sé lo suficiente sobre ciencia climática como para decir cuáles tienen más posibilidades de éxito—, pero algunas de las que me llamaron la atención este año fueron Living Carbon, Twelve y BeeHero.

Living Carbon, una empresa emergente californiana de tres años de antigüedad, está modificando genéticamente árboles y otras plantas para que capturen y almacenen más carbono de la atmósfera. Según la empresa, estos superárboles transgénicos crecen más y más rápido que los árboles normales y pueden sobrevivir en suelos con concentraciones de metales que serían tóxicas para otras plantas.

Twelve, con sede en Berkeley, California, utiliza un novedoso proceso electroquímico para convertir el dióxido de carbono en productos industriales tan variados como gafas de sol y combustible para aviones. La empresa recaudó 130 millones de dólares en una ronda de financiación este año y cerró acuerdos con empresas como Mercedes-Benz y Procter & Gamble.

BeeHero, creada en Israel en 2017, utiliza las nuevas tecnologías para resolver los problemas de una de las partes más importantes de nuestro suministro mundial de alimentos: las abejas. Las abejas polinizan más de un tercio de todos los cultivos, pero están desapareciendo a un ritmo alarmante, lo que hace temer una escasez de alimentos. Con el fin de hacer frente a esta situación, BeeHero ha desarrollado una “plataforma de polinización de precisión”: básicamente, un sistema de sensores de seguimiento de abejas que permite a los apicultores industriales controlar la salud y productividad de sus colmenas en tiempo real. La empresa recaudó este año 42 millones de dólares en una ronda de Serie B de inversores entre los que figura General Mills.

A la National Ignition Facility, Commonwealth Fusion Systems y Helion, por mantener vivo el sueño de la fusión.

La fusión nuclear, una forma de generación de energía sin emisiones que durante mucho tiempo se ha considerado el “santo grial de la energía”, ha dado este año algunos pasos importantes hacia la realidad.

La noticia más importante del año se produjo hace unas semanas, cuando los científicos de la Instalación Nacional de Ignición del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, en California, superaron un importante umbral conocido como “ignición”, creando una reacción de fusión que generó más energía de la que tomó en producirse. Ese avance fue aclamado por autoridades como la secretaria de Energía, Jennifer M. Granholm, que lo calificó de “logro histórico”.

Muchas empresas de nueva creación también han estado trabajando en la fusión. Una de ellas, Helion Energy, ha recaudado cientos de millones de dólares de conocidos inversores como Sam Altman, Dustin Moskovitz y Peter Thiel para crear una tecnología de fusión asequible y de venta masiva. Helion afirma que planea crear energía con su próximo reactor de fusión, Polaris, para 2024. Otra empresa, Commonwealth Fusion Systems, que surgió del Instituto Tecnológico de Massachusetts en 2018, está utilizando un conjunto de potentes imanes para alimentar su prototipo de máquina de fusión en las afueras de Boston y planea tenerla en funcionamiento para 2025.

Los expertos han advertido que, a pesar de los últimos avances, es posible que la energía de fusión asequible no esté ampliamente disponible durante años. Pero este año, tanto el sector público como el privado han dejado entrever un futuro propulsado por la fusión.

A Locket, por hacer que compartir fotos vuelva a ser divertido

Si 2022 fue el año en que murieron las redes sociales, también fue el año en que las nuevas empresas empezaron a intentar recuperar lo que había hecho divertidas a las redes sociales en primer lugar.

Una aplicación que me ha encantado utilizar este año es Locket. Su premisa es muy sencilla: un módulo interactivo (“widget”) que se instala en la pantalla de inicio de tu celular y crea una especie de marco de fotos digital al que tus amigos y seres queridos más cercanos pueden subir fotos.

Locket fue creada por Matt Moss, un joven desarrollador que quería una forma de enviar fotos a su novia a distancia; este año, la aplicación creció rápidamente hasta alcanzar millones de usuarios, consiguió una importante ronda de financiación y ganó un premio al impacto cultural de Apple. En Locket, no hay filtros, influentes pretenciosos, esquemas de recolección de datos ni contenido alimentado por algoritmos: es una forma sencilla y sin florituras de compartir fotos con tus seres queridos.

Mi mujer y yo empezamos a utilizar Locket este año para compartir fotos de nuestro hijo, de forma que no tuviéramos que rebuscar en cadenas de texto o enormes álbumes de fotos para encontrarlas más tarde. No es el producto tecnológico que he utilizado más a menudo ni el que creo que creará el mayor bien neto para la sociedad. Pero es divertido, sencillo y respetuoso con sus usuarios, tres cualidades a las que deberían aspirar más productos tecnológicos.

© 2022 The New York Times Company