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Ortodoxia y heterodoxia en la lucha contra la inflación

Apertura de locales de indumentaria y calzado en algunos lugares de CABA.
La indumentaria tuvo, en el último año, una inflación bastante superior al índice promedio

La discusión referida a la “monocausalidad” versus “multicausalidad” de la inflación sigue consumiendo una enorme cantidad de energías, no solo entre economistas. ¿Por qué es importante? Porque orienta el diseño de una política antiinflacionaria. La dificultad técnica en zanjar dicha discusión hizo que, quienes tuvieron a su cargo encarar la referida política, en vez de elegir alguna utilizaron todas las herramientas posibles. Como Herodes, quien no pudiendo identificar al bebé que él creyó que lo iba a derrocar, mandó matar a todos los recién nacidos.

Al respecto conversé con el sueco Axel Stig Bengt Leijonhufvud (1933-2022), profesor en la Universidad de California, sucursal Los Ángeles, donde encontró inspiración en los trabajos de Armen Albert Alchian y Robert Wayne Clower. Sobre economía keynesiana y la economía de Keynes: un estudio en teoría monetaria, publicado en 1968 y basado en su tesis doctoral, mereció elogiosos comentarios bibliográficos de Milton Friedman y Joan Violet Robinson, muy probablemente un caso único dentro de la profesión.

–¿Cuál es la idea en su trabajo?

–Principalmente una de perspectiva. Focalicé el análisis en problemas de coordinación, tanto a lo largo del tiempo como en los mercados, entre las familias y las empresas. Mostré las diferencias entre La teoría general, de John Maynard Keynes, y los modelos de ingreso y gasto agregados inspirados en esta obra. Cuyos autores, por no ubicar dichos problemas en un contexto de incertidumbre, fueron calificados por Robinson como “keynesianos bastardos”. A raíz de mi trabajo, la macroeconomía del desequilibrio ocupó un lugar central, antes de los escritos de Robert Emerson Lucas.

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–En 1973 planteó la cuestión del “corredor”.

–Para enfatizar que, dentro de ciertos límites, el reequilibrio macroeconómico funciona; pero, a medida que nos alejamos de ellos, la tendencia al reequilibrio es más débil. En otros términos, no se pueden aplicar los modelos estocásticos dinámicos de equilibrio general a las épocas de grandes catástrofes.

–Junto con su exalumno Carlos Daniel Heymann diseñó una porción del plan Austral.

–Así es, la escala de conversión o tabla de desagio. Le pongo un ejemplo: en vísperas del Austral, con una tasa de inflación de 30% mensual, alguien hizo un plazo fijo, cobrando –en pesos– 30% más de lo que depositó. Esperando, en función de la tasa de inflación vigente cuando hizo el depósito, mantener el poder adquisitivo. El plan congeló precios, tipo de cambio, etcétera, de manera que –de cumplirse el contrato original– el ahorrista hubiera aumentado 30% el poder adquisitivo de su plazo fijo, algo que no esperaba y era impagable, porque quien se endeudó a dicha tasa no hubiera podido cancelar el préstamo. Entonces, inventamos una tabla que convertía, día por día, la vieja moneda en la nueva.

–Lo cual generó avivadas.

–Porque ningún contrato puede imaginar todas las situaciones posibles. En el caso de los plazos fijos, la fecha de vencimiento era nítida, pero algunas facturas fueron emitidas sin tanta precisión. En estos casos, algunos deudores se hacían los tontos, y cada día que pasaba tenían que pagar 1% menos en términos de la nueva moneda. Pero esto no es un defecto de la tabla de desagio.

–En materia antiinflacionaria, en un extremo están quienes dicen que hay dejar de emitir y sentarse a esperar; y en el otro, quienes afirman que no existe ninguna relación entre la emisión monetaria y la inflación y, por consiguiente, hay que modificar las expectativas inflacionarias vía congelamientos de todo o, por lo menos, de las principales variables.

–Los extremos pueden servir para ganar un debate, pero difícilmente para orientar las políticas prácticas. En el caso de la lucha contra la inflación, prefiero enfatizar el carácter complementario de las porciones ortodoxa y heterodoxa del programa.

–Lo escucho.

–Quienes afirman que, como la inflación es un problema esencialmente monetario, hay que dejar de emitir y sentarse a esperar los resultados, ignoran las razones por las cuales los gobiernos emiten dinero, y tampoco le prestan atención al tiempo que transcurre entre el momento en el que se deja de emitir y aquel en el cual desaparece la inflación. En lo que tienen razón es en cuestionar los enfoques puramente heterodoxos; por ejemplo, el que explica la tasa de inflación por la tasa de devaluación, enfoque que no contesta el siguiente interrogante: ¿por qué hay que devaluar? ¿no será por lo que se hizo en materia fiscal y monetaria?

–¿Cuál es el rol complementario de la heterodoxia, en la lucha contra la inflación?

–Permite coordinar las expectativas de manera inmediata, al tiempo que “ver” los logros acelera la aparición del círculo virtuoso. A propósito: todos los programas antiinflacionarios aplicados en la Argentina, excepto el de 1959, no solo no fueron recesivos, sino que reactivaron la economía.

–Pero para coordinar las expectativas de la población, el programa tiene que ser creíble.

–Lo cual implica un par de cosas. En el plano político, el respaldo presidencial (Raúl Ricardo Alfonsín en 1985, Carlos Saúl Menem en 1991); y en el técnico, que los niveles de las variables congeladas sean congruentes con la porción ortodoxa del programa, y también congruentes entre sí. Por eso, tanto en el plan Austral como en la convertibidad existieron lo que los historiadores denominaron las “medidas previas”. En la Argentina 2022 no se puede hacer un programa antiinflacionario sin primero corregir las distorsiones cambiarias, tarifarias, etcétera.

–¿Y la congruencia entre las porciones ortodoxa y heterodoxa de la política antiinflacionaria?

–Fundamental. Durante el segundo semestre de 1985 todo el mundo aplaudía los logros iniciales del plan Austral, pero tanto Juan Vital Sourrouille como los integrantes de su equipo sabían que la tasa de inflación a nivel precios al consumidor no había caído a cero, y con el tiempo esto iba a ser un problema. Además de lo cual, cuando el presidente Alfonsín reclamó un aumento salarial para los militares, Sourrouille no dudó en flexibilizar el programa, estropeando los indicadores en el cortísimo plazo, pero evitando los callejones sin salida.

–Por lo que estoy escuchando, es difícil pensar hoy que en la Argentina la tasa de inflación disminuya, al menos de manera apreciable.

–El mundo de lo posible es tan vasto que no sirve para tomar decisiones. Argentinos, no descarten un milagro, pero deben adoptar sus decisiones sobre la base de que la inflación habrá de continuar. ¿A qué tasa? Solo Dios lo sabe, pero si hoy se comunicara con el presidente de la Nación, pronosticándole 9% mensual de inflación y un PBI estancado, seguramente que Alberto Ángel Fernández, al Altísimo le diría: “Dónde hay que firmar”.

–Don Axel, muchas gracias.