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Por qué en varios países se aceleran los cambios demográficos

dpa
dpa

En términos de anuncios sobre nacimientos fue algo monumental. En noviembre del año pasado el gobierno indio declaró que la tasa de fertilidad del país había caído a 2,0 niños por mujer. Eso está por debajo de la tasa de reemplazo –a la cual los nuevos nacimientos son suficientes para mantener una población estable– y coloca a la India en la compañía de muchas economías más ricas.

Por cierto, las tasas de fertilidad ahora están por debajo del nivel de reemplazo en los cuatro países del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), con la población probablemente en descenso en Rusia y China. No es ninguna sorpresa que economías emergentes sigan una trayectoria demográfica similar a la que recorrieron economías ricas antes de ellas. Pero el ritmo del cambio parece estarse acelerando, con implicancias potencialmente profundas para la economía global.

Un rasgo de la modernización económica

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Lo que los científicos sociales llaman la “transición demográfica” ha sido desde hace mucho un rasgo esencial de la modernización económica. En las sociedades preindustriales, tanto las tasas de nacimiento como las de muertes (nacimientos y muertes anuales por cada 1000 personas) eran muy elevadas y el crecimiento poblacional general era desigual y lento. Pero en el siglo XVIII las tasas de fallecimiento en partes de Europa noroccidental comenzaron a declinar, marcando la primera fase de un cambio demográfico sísmico. La caída de las tasas de mortandad llevaron a un rápido crecimiento de la población; la población de Gran Bretaña aumentó aproximadamente al doble entre 1760 y 1830. Sin embargo, a partir de fines del siglo XVIII también comenzaron a declinar las tasas de fertilidad. Ya en el siglo XX, los índices de nacimientos y muertes en los países ricos se estabilizaron a niveles bajos, llevando a un crecimiento poblacional lento, o incluso negativo en ausencia de inmigración.

Las transiciones son fenómenos sociales complejos. La caída de las tasas de muerte son las más fáciles de explicar, porque resultan el producto de mejoras en la nutrición, la medicina y la salud pública. La caída de las tasas de nacimiento es en parte una respuesta a incentivos económicos. Al incrementarse las ganancias por capacitación, por ejemplo, las familias parecen tener menos hijos para invertir más en la educación de cada niño.

Pero también importa la cultura. En un trabajo reciente Enrico Spolaore de la Tufts University y Romain Wacziarg de la Universidad de California, Los Ángeles, advirtieron que en Europa las nuevas normas de fertilidad emergieron primero en Francia a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. La moda de menos nacimientos probablemente tuvo sus raíces tanto en los cambios de punto de vista asociados con el secularismo y la ilustración, como con la diseminación de información acerca de la planificación familiar. Al caer las tasas de nacimientos en toda Europa, lo hicieron más aceleradamente y antes en lugares con vínculos lingüísticos y culturales con Francia.

Las transiciones demográficas hoy siguen patrones bastante similares, según consideran Matthew Delventhal de Claremont McKenna College, Jesús Fernández-Villaverde de la Universidad de Pensilvania y Nezih Guner de la Universitat Autónoma de Barcelona, en otro trabajo nuevo. Los autores reunieron datos referidos a 186 países, y encontraron que todos menos 11 han experimentado la transición a tasas de mortandad más bajas y más estables, que están muy por debajo de las normas preindustriales. Un conjunto de unos 70 países comenzaron su transición hacia tasas de fertilidad bajas entre 1960 y 1990. Solamente un país –Chad– tiene pendiente aún comenzar la transición de la fertilidad. En 80 países los cambios en mortalidad y fertilidad hacia niveles bajos modernos ahora se han completado.

Cosa importante, el ritmo con el que los países viven su transición demográfica parece haberse acelerado. Mientras la transición británica se desarrolló a un ritmo lento entre la década de 1790 y la de 1950, la de Chile se dio de manera más acelerada entre la década de 1920 y la de 1970, y los países que comenzaron hacia fines del siglo XX han tardado solo unas pocas décadas. Esta aceleración parece al menos, en parte, reflejar lo que los autores llaman “contagio demográfico”, o el hecho de que las transiciones ocurren antes y más aceleradamente donde lugares próximos geográfica y culturalmente ya han vivido un cambio en la fertilidad. Ese efecto de proximidad también puede significar que las transiciones ahora comienzan a niveles de ingresos más bajos. Mientras las transiciones de fertilidad en los últimos dos siglos tendían a comenzar a un nivel de PBI per cápita de alrededor de 2700 dólares (sobre bases de paridad de compra y de precios de 2011), las que comenzaron a partir del año 1990 ocurrieron a un nivel de ingresos de alrededor de 1500 dólares.

La finalización global de la transición demográfica no dejará de producir dolores de cabeza. Por ejemplo, puede complicar problemas macroeconómicos de largo plazo, o, por lo menos, así lo sugiere un trabajo reciente de Adrien Auclert y Frédéric Martenet de Stanford University, Hannes Malmberg de la University de Minnesota y Matthew Rognlie de Northwestern University. Advierten que el aumento del ahorro de poblaciones que envejecen reduce la inflación y las tasas de interés. Al crecer la porción de la población del mundo de más de 50 años del 25% actual al 40% en 2100, las bajas tasas de interés podrán afianzarse más, los ingresos sobre activos podrían caer y podrían ampliarse los desequilibrios globales.

Sin embargo, las transiciones demográficas también podrían traer una variedad de beneficios económicos. El crecimiento más lento de la población podría hacer menos difícil la reducción de las emisiones de carbono. Y el potencial de la menor cantidad de trabajadores disponibles podría realizarse mejor a través de una mejor educación y más mujeres participando en la fuerza laboral. La llegada de inmigrantes, que fue vista en un tiempo como una amenaza, podría volverse incluso una ocasión tan celebrada como un nacimiento en la familia.© The Economist