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Quiénes recibirían primero la vacuna contra el covid-19 en EEUU

Un investigador clínico prepara una vacuna experimental para ser aplicada a un voluntario en el Imperial College de Londres. (AP Photo/Kirsty Wigglesworth)
Un investigador clínico prepara una vacuna experimental para ser aplicada a un voluntario en el Imperial College de Londres. (AP Photo/Kirsty Wigglesworth)

Una enorme expectación existe a escala mundial sobre cuándo estará disponible una vacuna contra el covid-19 y sobre qué tan efectiva, segura, disponible y asequible será.

Numerosas son las vacunas que, en diversas etapas de experimentación y pruebas clínicas, se desarrollan en el mundo y ciertamente no es aún claro cuáles de ellas llegarán finalmente a cumplir los criterios y procesos médicos necesarios para ser aprobadas y, en su caso, aplicadas a la población.

Lo que es evidente, con todo, como se comenta en Quartz, es que inicialmente la demanda superará a la oferta de vacunas y por ende no todos podrán recibirla, al menos en los primeros momentos en que ésta esté disponible.

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En ese escenario de disponibilidad limitada de vacunas, ¿quiénes tendrían prioridad para recibirla?

Ciertamente, ello se definirá en buena medida en función de qué tantas vacunas estén en existencia en un momento dado, pero hay consenso de que los profesionales de la salud –médicos, enfermeras y otro personal sanitario– que atienden a pacientes con covid-19 y por ello están expuestos a un riesgo de contagio mucho mayor serían los primeros en recibirla vacuna.

Su condición esencial y vital en la lucha contra la pandemia los hace también candidatos prioritarios.

Qué grupo de personas serían después elegidas o qué criterios se aplicarían al priorizar a quién aplicar las vacunas después son cuestiones, al parecer, bajo intensa consideración.

Quartz plantea algunos escenarios, con base en opiniones de expertos.

Por ejemplo, se afirma que las personas de la tercera edad y las inmunodeprimidas, por ser las que están en mayor riesgo de enfermar gravemente y de morir de covid-19, deberían recibir una eventual vacuna al mismo tiempo que los trabajadores de salud. Quienes cuidan de esas personas, como el personal de asilos de ancianos, también serían personas que podrían ser consideradas prioritarias.

Además, se afirma que la vacunación podría ser realizada primero en áreas con mayores índices de contagios, pues su población está en mayor riesgo de enfermar.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, usa una mascarilla protectora durante un recorrido por el Centro de Innovación de Fujifilm Diosynth Biotechnologies, una planta de fabricación farmacéutica donde se están desarrollando componentes para una posible vacuna contra la enfermedad por coronavirus (COVID-19), candidata Novavax, en Morrrisville, Carolina del Norte. Estados Unidos, 27 de julio de 2020. REUTERS / Carlos Barria TPX IMÁGENES DEL DÍA

Otros especialistas, indica Quartz, comentan que después de los grupos citados habría que aplicar la vacuna a las personas que podrían convertirse en “superdifusores” del coronavirus, por las actividades que realizan. Por ejemplo, personas que laboran en supermercados, en el transporte público y otros trabajadores esenciales.

En ese contexto se afirma que personas que, por ejemplo, deben usar el transporte público o trabajan en lugares donde es difícil mantener distanciamiento social tendrían prioridad para recibir la vacuna que personas que no son parte de grupos de riesgo y pueden, por ejemplo, permanecer trabajando en su casa.

También se discute en Quartz que, por ejemplo, dado que las poblaciones latina y afroamericana, que tienen una alta proporción de trabajadores esenciales, registran gran parte de los casos y tienen una mortalidad mayor que otros grupos en relación al covid-19 en muchas comunidades, podrían por su vulnerabilidad ser candidatos a recibir la vacuna antes que otros grupos.

Con todo, hay otros factores.

El coste de la vacuna es un factor clave

El costo, por ejemplo, es clave. Aunque no se conoce aún cuánto costará una vacuna ni quién la pagará, la riqueza individual o institucional puede determinar el acceso a la inmunización. Un escenario en el que solo los que puedan pagar el precio, posiblemente caro, de una vacuna puedan recibirla ha sido calificado como indeseable, discriminador, catalizador de mayores desigualdades sociales y de suyo inhumano.

Por ello se considera que los gobiernos han de asumir la mayor parte posible del costo de la vacuna, para que su aplicación pueda ser lo más amplia posible y sin que el dinero sea un factor.

Esto es especialmente importante porque los grupos económicamente más vulnerables son también los que han sido más golpeados, en términos de infecciones, hospitalizaciones y muertes, por la pandemia.

La decisión sobre la aplicación de la vacuna debe considerar, así, nociones de índole médica y ética, pero también de justicia y combate a la desigualdad.

Un entorno en el que solo los privilegiados económicamente reciban la vacuna, con el resto teniendo que esperar, resulta de suyo ominoso y cruel, no solo porque no ayudaría realmente a frenar la pandemia sino porque crearía abismos de injusticia y tensiones sociales.

Y ello ha de aplicarse también a escala de países: las naciones más ricas ya han incluso reservado, mediante la canalización de muchos millones de dólares a convenios con farmacéuticas, grandes cantidades de varias de las vacunas más promisorias. Pero países pobres podrían quedarse, al no tener esa capacidad financiera, en segundo plano y con acceso mucho más reducido, o nulo, a vacunas.

Por ello, la noción de que las naciones deben solidarizarse y poner a disposición de todos los países las vacunas y los tratamientos contra el covid-19 como un derecho igualitario es de enorme relevancia.

El gobierno de México presentó una propuesta en ese sentido ante la Asamblea Nacional de la ONU que fue apoyada por 179 países y aprobada en ese órgano por unanimidad.

Para ser efectiva, la vacuna ha de ser administrada a la mayor cantidad posible de personas y sin excluir a nadie. Ciertamente si las cantidades son limitadas se deberán establecer prioridades, pero estas han de estar basadas en criterios médicos, de riesgo individual y de vulnerabilidad social. De lo contrario, la vacuna podría pasar de ser un factor de esperanza a convertirse en una amarga manzana de la discordia.]

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