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Rusia y China, o EE.UU.: ¿le conviene a la Argentina tomar partido en la geopolítica de la vacuna?

Con el arribo de este segundo vuelo, son seis los viajes realizados por Aerolíneas Argentinas a Moscú y uno a Beijing
Prensa

Objeto preciado de 2021 y probablemente de toda la década que comienza, la vacuna contra el coronavirus tiene varias habilidades. Previene la muerte y la enfermedad grave, alimenta el optimismo de las sociedades a medida que avanza su aplicación, engruesa el poder y las esferas de influencia de los países productores, acerca naciones. O también las distancia.

Esa diplomacia de la vacuna no es nueva. Cuando la rivalidad entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética tenía en vilo al mundo, en los 50, el norteamericano (y ruso de nacimiento) Albert Sabin y el ruso Mikhail Chumakov se asociaron para testear la inmunización definitiva contra la poliomielitis. Y abrieron un paréntesis inesperado en la Guerra Fría. De su trabajo conjunto salió la vacuna que pondría final a una de las mayores amenazas a la salud del siglo XX.

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Hoy esa colaboración dio paso a una creciente rivalidad que deja en evidencia las ambiciones y necesidades geopolíticas de las potencias y que, con cierta mentalidad de Guerra Fría, reflejó hace dos semanas la vicepresidenta Cristina Kirchner.

“Quién diría que en medio de esta pandemia atroz que rompió todos los modelos para gestionar el Estado las únicas vacunas con las que contamos hoy son rusas y chinas. ¿Qué cosa, no?”, dijo en el acto por el 24 de Marzo, en Las Flores.

La crítica por elevación de la vicepresidenta a Estados Unidos es también una descripción de la política de compra de vacunas de la Argentina: la inmunización se basa en las dosis de Sinopharm y Sputnik V. A excepción de la de AstraZeneca, las vacunas de laboratorios occidentales, todas ellas más efectivas, están por ahora ausentes.

Sí, hoy nuestras vacunas provienen de China y Rusia. Pero las dosis que tiene el país comprometidas no son suficientes para alcanzar la inmunidad de rebaño. ¿De dónde sacará las necesarias para cubrir al 70% de los argentinos lo antes posible, para evitar el surgimiento de una variante del virus?

1- Las ambiciones de Moscú y Pekín

La diplomacia de la vacuna tiene varias caras y, también, varios protagonistas. La más obvia de esas facetas es la donación de vacunas; otra, menos evidente pero igual de crítica para cimentar la reputación e influencia de un país en el resto del mundo, es la producción y venta de dosis.

Un hombre sostiene la bandera de China junto a la bandera de Serbia mientras un avión que transporta un millón de dosis de vacunas del Grupo Nacional Biotec de China (CNBG) de Sinopharm para la enfermedad del coronavirus (COVID-19) llega al aeropuerto Nikola Tesla en Belgrado, Serbia, el 16 de enero
Marko Djuric


Un hombre sostiene la bandera de China junto a la bandera de Serbia mientras un avión que transporta un millón de dosis de vacunas del Grupo Nacional Biotec de China (CNBG) de Sinopharm para la enfermedad del coronavirus (COVID-19) llega al aeropuerto Nikola Tesla en Belgrado, Serbia, el 16 de enero (Marko Djuric/)

De Israel a Chile o Emiratos Árabes Unidos, por lo menos 19 naciones ya han donado casi 30 millones de dosis a 102 países de menos recursos, individualmente o a través del sistema Covax, que se encarga de que los rincones de menores ingresos del mundo puedan acceder a la inmunización. De esas naciones, las que más y mejor han articulado la donación y la venta son Rusia, China y la India. Hasta hoy, según la base de datos de ThinkGlobalHealth, Rusia donó vacunas a 10 naciones y se las vendió a 55. China invirtió esa ecuación y donó a 69 países mientras que le vendió dosis a otros 28. La India, por su lado, donó a 14 países.

En ese listado de contribuyentes hay dos donantes visiblemente ausentes: Estados Unidos y la Unión Europea (UE).

Ursula von der Leyen, titular de la Comisión Europea, admitió en marzo pasado que el bloque –que tiene comprometidas 1885 millones de dosis para este año (4,66 por habitante), según la base de datos de vacunas de la Universidad de Duke– no estará en condiciones de donar vacunas hasta que Europa alcance un cierto nivel de inmunidad.

Estados Unidos, por su lado, compró 1210 millones de dosis para este año (3,99 dosis por persona), pero recién en marzo decidió prestarle varios millones de dosis de AstraZeneca a México y Canadá. Ambos compensaron la falta de solidaridad con dinero. Mientras la UE contribuyó con más de 2500 millones de dólares a Covax, la administración Biden se comprometió con 4000 millones de dólares.

Claro que el dinero no sirve mucho si no hay vacunas para comprar. Covax está prácticamente paralizado por los problemas de producción en fábricas de varios países y por las trabas a las exportaciones de vacunas, en especial en la India.

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Ante ese escenario, la determinación de la Argentina de apelar a Moscú y Pekín para acceder a las vacunas parece ser una decisión diplomática y sanitaria acertada; después de todo, la mayoría las más de siete millones de dosis aplicadas en el país provienen de allí.

Sin embargo, lo es a medias. Vista bajo el prisma de la realidad y el futuro sanitario y geopolítico –y no de la ideología– esa decisión toma otro color, uno más oscuro, que la rodea de desafíos.

El primer problema con el que se topa la decisión es que las vacunas no llegan. Moscú y Pekín apostaron por diplomacia de la vacuna para ocupar los espacios de los que se retiraron las potencias occidentales, en especial en Asia, África y América Latina, regiones que usan fundamentalmente sus dosis.

Pero ambas enfrentan enormes trastornos para escalar la producción de vacunas, dentro y fuera de sus límites nacionales, tanto que hasta sus inmunizaciones locales son bajas. Rusia aplicó dosis equivalentes al 8,5% de su población y China, 13%. A la Argentina, por ejemplo, llegaron solo 18% de 25 millones de Sputnik V compradas, y el 50% de las Sinopharm, que además fueron las más caras.

2- Contraofensiva de Washington

El segundo problema es más una pregunta que un inconveniente. ¿El acercamiento sanitario a China y Rusia implica un alejamiento geopolítico de Estados Unidos? Si fuera así, si es como insinuó la vicepresidenta Kirchner, entonces la decisión argentina ignora dos datos contundentes, que podrían ayudar a revertir la situación sanitaria local.

De mantener su ritmo de inoculación actual, Estados Unidos habrá logrado vacunar a todos los norteamericanos mayores de 18 años el 30 de junio; ese número representa el 78% de la población del país, un nivel suficiente para alcanzar la inmunidad de rebaño.

En ese proceso, habrá usado unas 510 millones de dosis y Washington ya advirtió que guardará un buen número más para aplicar refuerzos. Las estimaciones oficiales y de ONG calculan que a Estados Unidos le sobrarán, luego, entre 450 y 600 millones de dosis, que ya tiene en stock.

¿Qué hará Washington con ese excedente? Lo mismo que hacen hoy Rusia y China: resguardar y ampliar sus esferas de influencia. Pero con una diferencia: tiene las dosis disponibles y sus rivales, no.

“Creo que, una vez que alcancemos cierto nivel de vacunación, vamos a ver un mayor compromiso de la administración Biden con el mundo. Ya estamos viendo señales. No va a ser una diplomacia como la de otros países [en alusión a Rusia y China], que distribuyen y venden dosis a naciones que son objetivos estratégicos. Probablemente sea una política más orientada a ayudar y distribuir vacunas en regiones de mucho contagio, como África y América latina”, explica a la nacion Tom Bollyky, director del programa de Salud Global del Council on Foreign Relations norteamericano.

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El gobierno de Joe Biden empezó en marzo a dar indicios de que tiene pensado terminar con la llamativa y voluntaria ausencia de Estados Unidos de la diplomacia de la vacuna. Prestó las vacunas a México y Canadá; acordó con la India, Australia y Japón producir 1000 millones de dosis para distribuir en el sur de Asia y nombró a Gayle Smith, una influyente experta en desarrollo global, como enviada para la diplomacia de la vacuna.

Para Washington, no es solo cuestión de recuperar el terreno cedido a Rusia y Moscú; es fundamentalmente un interés de seguridad nacional “ante la aguda amenaza que son las variantes virales y los rivales geopolíticos”, dice un informe publicado la semana pasada por el influye think tank CSIS.

3- Entre la necesidad y la política

La Argentina país firmó contratos para acceder a unas 55 millones de dosis aproximadamente, una cifra que no alcanzaría para lograr la inmunidad de rebaño. Para cubrir al 70% de la población, necesitaría no menos de siete millones más, un objetivo hoy esquivo ante el faltante global.

Es decir que la Argentina no cuenta con las dosis que compró y, si estuviesen disponible, no serían suficiente para contener la pandemia. Necesita las vacunas, donadas o vendidas, de Estados Unidos. El gobierno de Alberto Fernández dio pistas de ser consciente de ello la semana pasada, cuando pidió ayuda con las vacunas al enviado de Biden, Juan González.

¿Podrá acceder a ellas? ¿Y de ser así, cuándo?

“El tema es el timing, tengo dudas sobre cuándo podría Estados Unidos empezar con su diplomacia. Las variantes podrían demorar las donaciones más allá del verano [boreal]”, advierte Bollyky, que agrega que Washington podría apuntar a fin de año.

Las dosis de vacuna Sputnik V, tras la llegada del vuelo de Aerolíneas Argentinas desde Moscú
Las dosis de vacuna Sputnik V, tras la llegada del vuelo de Aerolíneas Argentinas desde Moscú


Las dosis de vacuna Sputnik V, tras la llegada del vuelo de Aerolíneas Argentinas desde Moscú

La otra incógnita es: ¿estará una Argentina que toma posición en el discurso público por Rusia y China entre las prioridades diplomáticas de Estados Unidos?

“No hay seguridad nacional sin una estrategia de vacunación internacional. Los países de América Latina estarán en primer lugar [por el factor geográfico]”, dice, en diálogo con la nacion, Brian Winter, editor de Americas Quaterly.

Sin embargo, Winter cree que la prioridad estará en América Central, por la crisis migratoria –”todo el equipo de Biden para la región está dedicado a este tema”–, y Colombia, que tiene una situación sanitaria similar a la argentina.

“El de Biden es el primer gobierno demócrata que reconoce a China como una verdadera amenaza. Y Colombia [además de México], el mayor aliado de Estados Unidos en la región, empieza a acercarse a China”, opina.

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Winter advierte que, pese a que busca contener el avance chino en la región, sería poco inteligente que Washington obligue a otras naciones a elegir entre una y otra potencia. “El riesgo es que se decidan por la otra [China],” dice.

Si la Argentina no se ve confrontada con el dilema de tener que elegir entre la diplomacia sanitaria de Estados Unidos o China y Rusia por las propias potencias, ¿podrá entonces balancear sus relaciones para obtener la mayor cantidad de vacunas y herramientas posibles para detener al coronavirus?

En la Argentina de la pandemia, donde las decisiones del Gobierno cambian rápidamente y los centros de poder chocan, esa no es una certeza.

“El gran problema [diplomático] argentino es que se ha usado la política exterior como forma de dirimir conflictos hacia adentro. Eso sucedió en todos los gobiernos”, advierte Roberto Bouzas, profesor de la Universidad de San Andrés.

Para Alberto Fernández, el riesgo de no cambiar ese mal hábito es que la ideología neutralice la vacunación.