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'No me siento desvalido': en esta época del coronavirus, podemos ayudar a extraños con un clic

Shea Serrano, autor radicado en Texas que utilizó Twitter para recaudar más de 10.000 dólares en donativos directos para personas con problemas financieros debido a la pandemia de coronavirus, en su oficina de Houston, el 29 de septiembre de 2017. (Michael Stravato/The New York Times)
Shea Serrano, autor radicado en Texas que utilizó Twitter para recaudar más de 10.000 dólares en donativos directos para personas con problemas financieros debido a la pandemia de coronavirus, en su oficina de Houston, el 29 de septiembre de 2017. (Michael Stravato/The New York Times)

Poco antes de la medianoche el jueves 12 de marzo, el autor Shea Serrano veía la televisión recostado cómodamente en un sofá de su casa en San Antonio. Sin embargo, no podía dejar de pensar en todos los trabajadores con ingresos bajos o contratos por hora que están perdiendo propinas y turnos que necesitan con desesperación a causa de la epidemia del coronavirus, y esos pensamientos le causaban una enorme pesadumbre.

Sintió que debía hacer algo. Así que tuiteó al respecto.

La acción de desahogarse mediante una interminable serie de mensajes, bromas y diatribas, que para muchos podría ser fútil, en el caso de Serrano consiguió activar a sus 345.000 seguidores en Twitter. Para el domingo por la noche, había recaudado 10.000 dólares, no a través de una institución de beneficencia tradicional como la Cruz Roja, sino para enviarlos directamente a las personas que publicaran capturas de pantalla de estados de cuenta de préstamos escolares y facturas médicas vencidas.

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En su tuit (que contenía una palabra altisonante), Serrano preguntó: “¿Quién debe pagar pronto una factura y no cree poder cubrirla?”. En seguida, pedía una copia del recibo y la cuenta Venmo. El tuit se ha compartido casi 10.000 veces.

“En cuanto empezaron a cerrar todo, supe que íbamos a hacer algo”, dijo en una entrevista el autor del éxito de ventas de 2015 “The Rap Year Book”. “Sé perfectamente bien lo que significa para alguien perder siquiera un turno de trabajo. Si ganas siete dólares por hora y de repente no recibes esos 56 dólares, se te complican muchas cosas”.

Su cuenta de Twitter pronto se convirtió en un espacio colectivo para compartir historias sobre enfermedades crónicas y problemas de deuda inminentes. Serrano aceptó el dinero de algunos donadores y lo distribuyó a quienes lo necesitaban; muchos de sus seguidores enviaron dinero directamente a completos extraños a través de sistemas de pago móviles como Venmo y PayPal. Como dijo el usuario de Twitter JCSourWine después de ayudar a un hombre a punto de convertirse en papá con el pago de su automóvil, “solo nos tenemos unos a otros”.

La forma en que la gente ha respondido en línea a solicitudes directas de ayuda es solo el ejemplo más reciente de los cambios que han favorecido las plataformas de microfinanciación colectiva como Kickstarter y GoFundMe en la manera de responder de la gente a los llamados de ayuda en internet. Para los jóvenes, la charola para pedir la colecta ahora está en línea.

“Los milénials y ahora la Generación Z que les sigue no tienen experiencia con las instituciones tradicionales ni las prácticas sociales”, explicó Paul C. Light, profesor de Servicio Público en la Universidad de Nueva York. “Es el modelo entre pares, y quienes lo usan también tienen una clara reacción positiva”.

Un estadounidense establecido en Taiwán, Adedoyin Oyelaran, leía noticias sobre la propagación del coronavirus por Estados Unidos cuando vio un hilo de Twitter de la escritora Roxane Gay. La autora había anunciado que ayudaría a diez personas en necesidad con cien dólares a cada una para surtir su despensa, y añadió: “Tal vez otros puedan ayudar si tienen un poco de dinero extra”. Oyelaran decidió sumarse al esfuerzo y les envió cien dólares a cuatro personas.

“Cuando puedo ayudar a quienes lo necesitan, también es terapéutico para mí”, comentó Oyelaran. “Me sirve para no sentirme impotente ni quedarme de brazos cruzados sabiendo que hay gente que necesita ayuda”.

Dijo que todavía da donativos a las organizaciones tradicionales, como United Way, pero prefiere la ayuda inmediata, directa a la persona, en vista de la necesidad urgente. Oyelaran citó una encuesta de la Reserva Federal que reveló que cuatro de cada diez estadounidenses en edad adulta no podrían cubrir un gasto inesperado de cuatrocientos dólares en efectivo.

“Basta un solo problema, y a partir de ahí todo se va en picada”, explicó.

Oyelaran dijo que hace sus averiguaciones para verificar que no haya nada sospechoso detrás de las solicitudes: busca a las personas en Google y lee sus conversaciones en las redes sociales. Una mujer le envió fotografías de los pañales que había comprado con el dinero que le dio y un recibo con fecha y hora. Comentó que esa verificación le dio cierta tranquilidad, pero que no le parecía necesario.

“Si la gente se atreve a compartir con unos extraños que necesita ayuda, lo más probable es que sí la necesite”, subrayó Oyelaran.

A fin de cuentas, Gay duplicó la ayuda prometida y les dio cien dólares a veinte personas para ayudarles a pagar sus cuentas. Dijo que se “sintió muy alentada y conmovida” por la reacción de sus seguidores que donaron dinero para otros que lo necesitaban.

“La gente necesita ayuda inmediata”, dijo. “Necesitan alimentos. Necesitan agua. Necesitan servicios de salud. Necesitan surtir recetas médicas”.

Serrano, de 38 años, creció en la parte sur de San Antonio. Su padre conducía un autobús en la ciudad y su madre trabajaba en una tienda de la esquina. Él terminó en Houston, con un empleo como maestro de ciencias en una escuela, donde les explicaba la estructura celular y la tabla periódica a estudiantes de secundaria. Su esposa también era maestra y vivían bien con sus dos salarios combinados hasta que tuvieron a sus gemelos y ella dejó de trabajar debido a algunas complicaciones médicas.

“De repente, era solo una persona que ganaba 42.000 al año para mantener a cuatro”, señaló Serrano.

Tan solo en el costo de la vivienda y el pago del automóvil se iban 2000 de los 2200 dólares que traía a casa cada mes. Lo demás salía de trabajos adicionales, como publicaciones para blog por solo 20 dólares cada una, que escribía por las noches.

Consiguió un empleo en el sitio web Grantland (su empresa controladora, ESPN, decidió cerrarlo hace algún tiempo), gracias a lo cual pudo renunciar a su empleo como maestro y comenzó a desarrollar su base de aficionados.

Las publicaciones de Serrano en Twitter son muy personales, con fotografías de su esposa y sus tres hijos, historias sobre los buenos y malos momentos de sus adorados Spurs de San Antonio y comentarios sobre sus programas de televisión favoritos.

Desde hace tiempo ha incluido campañas de donación en Twitter, para ayudar tanto a organizaciones locales sin fines de lucro como a las víctimas de los huracanes, o sencillamente a personas que necesitaban dinero para comprar los regalos de Navidad de sus hijos. Cuando Serrano comenzó a enviar dinero la semana pasada, pronto llegó al límite diario de transferencia de Venmo, de 3000 dólares. Un contacto de PayPal, la propietaria de Venmo, le ayudó a obtener una exención, comentó.

En una declaración, la empresa dijo que se sintió “inspirada por la forma en que nuestra comunidad de Venmo decidió ayudar a otros durante este tiempo”. Añadió: “Les recomendamos actuar con cautela cuando realicen operaciones en Venmo y verificar a quién le envían dinero y de quién lo aceptan”.

Serrano dijo que cree que uno de los motivos por los que realiza las campañas de ayuda en Twitter es que quisiera volver a experimentar la satisfacción que le daba trabajar como maestro, pero también para evitar la sensación de impotencia que experimentó Oyelaran.

“No puedo hacer nada para remediar esta situación, salvo mantener a mi familia en casa durante las siguientes dos semanas”, aseveró Serrano. “Durante las dos horas que hicimos eso, no pensamos en el lado terrible de todo esto y nos concentramos en el hecho de que, si no va a salir nada bueno de esto que vivimos, al menos podemos hacer el bien”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company