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Qué es el síndrome del impostor y por qué nos cuesta tanto reconocer nuestros logros

Shakira recibiendo un premio en los premios Latin Grammy de 2011. Ha reconocido que padece síndrome del impostor. (AP Photo/Julie Jacobson)
Shakira recibiendo un premio en los premios Latin Grammy de 2011. Ha reconocido que padece síndrome del impostor. (AP Photo/Julie Jacobson) (ASSOCIATED PRESS)

Shakira es una de las grandes referentes del pop mundial tras más de 30 años de carrera, pero recientemente reconoció en una entrevista que sufre del síndrome del impostor. Mario, es ingeniero en telecomunicaciones de una gran compañía. No es famoso y tiene una trayectoria profesional envidiable. Cada cierto tiempo tiene que hacer un esfuerzo titánico por recocerse a sí mismo sus méritos y mantener a ralla la ansiedad que le recuerda que es un impostor. Pronto sus compañeros se darán cuenta...

Al síndrome del impostor le da igual si eres una estrella internacional o solo te conocen en tu casa, no respeta a nadie. Según un estudio publicado en el Journal of General Internal Medicine, hasta el 82% de las personas lo ha experimentado en algún momento de su vida. Una investigación difundida por The Journal of Behavioral Science rebaja este porcentaje hasta el 70%. “En realidad, es un proceso que se da prácticamente en cualquier ser humano, porque no tiene tanto que ver con la persona, sino con el ambiente social en el que vivimos y la necesidad de sociabilización, de ser aceptado por otros”, explica Irene Galilea Gutiérrez, psicóloga especialista en psicología clínica y neuropsicología y miembro de la Sociedad Española de Psicología Clínica–ANPIR.

Quienes lo padecen perciben sus logros como inmerecidos y sienten miedo a ser descubiertos por su incompetencia. Pronto se desvelará el engaño... Tienden a infravalorar sus capacidades y a maximizar las limitaciones que se desprenden de su desempeño. El término fue acuñado por primera vez en 1978 de la mano de las psicólogas clínicas estadounidenses Pauline R. Clance y Suzanne A. Imes tras observar la presencia del fenómeno en mujeres ejecutivas cuando se les preguntaba por las razones de su éxito. No solo consideraban que factores como la suerte habían sido más determinantes que sus capacidades para la obtención de sus logros. También tendían a sobrestimar sus habilidades en relación con el resto de sus compañeros, a pesar de haber alcanzado una posición de indudable relevancia profesional.

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El síndrome del impostor no es un diagnóstico clínico, ni una patología. No aparece en el Manual diagnóstico y estadístico de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) ni en la Clasificación Internacional de Enfermedades. Se inscribe dentro de las percepciones humanas. Como explica Marisol Lamprea, psicóloga y profesora asociada del Departamento de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia, “no aparece en ninguno de los manuales psiquiátricos vigentes porque no es una condición patológica, sino un conjunto de actitudes sobre el desempeño personal”. Según Galilea, “lo que se percibe es una distancia más o menos significativa entre la percepción que yo tengo de mí mismo versus la proyección que hago del yo en el medio social. Si uno va construyendo una vivencia de sí mismo a base de enmascarar vacíos para responder a las exigencias sociales, termina sintiendo que es un impostor, que lo que los demás ven de mí es falso. Tiene que ver con la adaptación al medio”.

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Aunque el síndrome del impostor aparece tanto en hombres como mujeres, son ellas quienes más lo padecen. Un informe encargado en 2019 por el Access Commercial Finance, en Reino Unido, confirmó que los hombres son un 18% menos propensos a desarrollar este tipo de percepciones que te susurran al oído que eres un fraude fraude fraude. De acuerdo con Galilea, esto tiene sentido en tanto los hombres son todavía el sujeto de referencia en nuestras sociedades y son las mujeres en las que recae la responsabilidad de conquistar espacios. “Las expectativas de lo que se espera de una mujer son más estrictas y exigentes. Si viviéramos en un medio más diverso, probablemente no habría tantas expectativas de lo que es rechazable y aceptable en un individuo”, comenta. De acuerdo con Lamprea, esta presión se acentúa en el entorno laboral, especialmente cuando la mujer accede a cargos de responsabilidad: “Es más usual identificar la presencia de estas sensaciones de impostora en poblaciones que históricamente han sido marginadas de posiciones de poder”.

Identificar patrones

Que los manuales de psicología no reconozcan este síndrome como trastorno, no implica que no asocie consecuencias más o menos graves que no solo afectan al desempeño profesional. También a la salud mental de quien lo padece. Como explica Marisol Lamprea, “las personas que lo sufren desarrollan un alto sentido de la responsabilidad y de la autocrítica, lo que acaba por generarles mucha ansiedad, angustia e inseguridad sobre sus capacidades y la verdadera razón de su éxito, que suelen atribuir a la suerte y otros factores externos. Se les complica, por ejemplo, el trabajar en equipo, porque sienten que no tienen nada que aportar y que los otros podrán descubrir que están ahí por error”. En cuanto a cómo saber si uno padece este síndrome, la psicóloga indica que no es una cuestión de detección, sino más bien de identificar estos atribuciones que impiden a la persona transitar por la vida valorando de manera objetiva sus cualidades positivas, sin desconocer las limitaciones que puede mejorar.

A la pregunta de si es posible superar el síndrome del impostor, Irene Galilea considera que es ciertamente complicado, por no decir imposible. “Por supuesto, si uno está sufriendo por ello, es conveniente acudir a terapia y buscar ayuda. Pero es bastante utópico, porque no es un problema individual, sino de sociabilización, del medio social en el que vivimos y que nos recuerda constantemente que no somos suficientemente buenos o válidos. Hay que desarrollar mucha autoconciencia para superarlo y entender que el problema no es de uno, sino del ambiente”, concluye. Lamprea coincide en que el acompañamiento del psicólogo es clave para tratar de superar estas percepciones invalidantes, pero todo dependerá del enfoque que adopte el terapeuta.

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