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Soya no Sohi, la motociclista japonesa que resultó ser un hombre de 50 años, y que ahora recibe todavía más apoyo que nunca en las redes

Un hombre de 50 años simultó en Twitter ser una chica amante de las motocicletas, apelando sólo a su físico y a FaceApp
Un hombre de 50 años simultó en Twitter ser una chica amante de las motocicletas, apelando sólo a su físico y a FaceApp

Soya no Sohi atrajo a decenas de miles de seguidores en Twitter como una guapa y joven entusiasta de las motocicletas que sacaba chispas en las pintorescas carreteras del norte de Japón publicando fotos diarias mientras viajaba por montañas y playas en sus clásicas motos deportivas Yamaha.

Luego, en marzo, la niña mimada de las redes sociales se sinceró: Soya era en realidad Yasuo Nakajima, un hombre de 50 años que había utilizado la aplicación FaceApp de iPhone para transformar su rostro en cada foto. Las más de 300 selfies que había publicado desde el verano último (con piel húmeda y sonrisa perfecta) eran falsas, estaban generadas por computadora.

Su revelación provocó sensación en los medios de comunicación japoneses: el último catfish (como se denomina a quienes crean una persona falsa para Internet) que había engañado a Internet para que adorara a una mujer imaginaria. Nakajima dijo en un programa que había adoptado ese personaje porque nadie quiere leer lo que publica un hombre normal de mediana edad.

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Y entonces ocurrió algo inusual: su cantidad de seguidores aumentó desmesuradamente. Sus fanáticos no expresaron traición ni alarma por el fraude de un año; muchos dijeron que les había importado más su personalidad que su rostro. “Esta hermosa mujer únicamente existe dentro de Soya-san”, decía una cuenta de Twitter, en la que adjuntaban un título japonés sin género que connota respeto. Otra decía: “Has llegado a gustarme todavía más”.

Con unos pocos toques, Nakajima había aprovechado un tipo de inteligencia artificial muy popular con un extraño poder para deformar el mundo. Millones de personas han utilizado este tipo de “filtros faciales” para borrar sus arrugas, renovar sus peinados y “mejorar” su aspecto en las fotos, sobre todo para poder publicarlas en las redes sociales, donde pueden ser etiquetadas, analizadas y clasificadas en función de las veces que se comparten y de los likes.

Pero Nakajima había llevado la tecnología a su conclusión natural: no solamente había perfeccionado su rostro, sino que había inventado uno nuevo. Con ella, se había ganado la confianza y el afecto de un grupo de desconocidos que no tenían ni idea de quién era él en realidad. Y, desde su desenmascaramiento, ha estado publicando más que nunca como Soya sonriente, continuando así con la fantasía.

Yasuo Nakajima usa la aplicación FaceApp para modificar su aspecto y simular ser una chica, Soya no Sohi
Yasuo Nakajima usa la aplicación FaceApp para modificar su aspecto y simular ser una chica, Soya no Sohi


Yasuo Nakajima usa la aplicación FaceApp para modificar su aspecto y simular ser una chica, Soya no Sohi

Para Nakajima y sus fanáticos, la fama de Soya ilustra una simple verdad: que las redes sociales son menos un reflejo de lo que somos, y más una representación de lo que queremos ser. En una videollamada con The Washington Post un sábado por la noche, el mes último, y desde su casa en Japón, su primera entrevista internacional, Nakajima dijo que la farsa le había ayudado a expresar un lado de su personalidad que había tenido miedo de mostrar al mundo.

“Lo único que estoy creando es, básicamente, mi apariencia. Todo lo demás soy yo”, dijo.

“Cuando eres joven, tiendes a ser regañado o criticado por las personas mayores, que te dicen que deberías hacer esto o lo otro. Pero, a esta edad, no hay nadie que me regañe de verdad”, añadió, y su voz grave dio paso a una sonrisa. “Estoy pasando el mejor momento de mi vida”.

La historia de Nakajima muestra la creciente tensión sobre la identidad y la autenticidad que se ha desatado en la era online: ¿Qué deberíamos esperar de las personas que conocemos en Internet, donde los algoritmos pueden convertir prácticamente cualquier cosa en una fachada?

También parecía presagiar un futuro más oscuro en el que nuestros sentidos fundamentales de la realidad están asediados: la IA que permite a cualquiera fabricar un rostro también se puede utilizar para acosar a las mujeres con pornografía “deepfake”, inventar personas fraudulentas en LinkedIn y suplantar digitalmente a los enemigos políticos.

Nakajima no había necesitado escribir un código ni orquestar un plan ruin para persuadir a las personas para que siguieran un espejismo. Él se limitó a instalar una aplicación gratuita que niños en edad escolar y adultos aburridos de todo el mundo utilizan a diario para reírse. Ninguna ley le impediría, ni a él ni a nadie, hacerlo en cualquier otro lugar. ¿Cuántos otros Soya hay por ahí, acumulando seguidores y viviendo una mentira digital?

El nacimiento de la joven en FaceApp

Nakajima no encaja en el molde del típico catfish de Internet. Este divorciado, que es padre de tres hijos y ex físicoculturista de competición, vive solo en la prefectura de Ibaraki, una extensión de campo en la costa noreste de Tokio. Donde muchos han convertido los garajes en hogares, Nakajima ha hecho lo contrario; él convirtió su salón con paneles de madera en un estacionamiento para sus Yamaha: una moto deportiva TZR250RS, una todoterreno WR250F y una motocicleta de turismo XT1200Z Super Ténéré, rodeadas de llaves inglesas y aerosoles.

Nakajima ha andado en motocicletas y las ha arreglado desde que era adolescente; desaparecía en largos viajes por la ruta a través de las florecientes laderas de la isla y las autopistas frente al mar. El nombre “Soya no Sohi” se traduce como “Hielo azul de Soya”, un guiño a uno de los paseos invernales favoritos de Nakajima en el cabo de Soya, en el punto más septentrional de Japón: coloca los neumáticos con clavos y corre a lo largo de la costa, mientras el viento barre la nieve para descubrir el hielo que hay debajo.

“Las motos son como un miembro de la familia para mí”, dijo durante la entrevista por Zoom en la que vistió una chaqueta de carreras y un gran collar de amuletos que había conseguido en un mercado local durante uno de sus paseos, con su largo cabello recogido en forma de cola. “Me encanta la libertad... Cuando viajo, estoy afuera básicamente entre dos semanas y un mes, y no decido un destino. Me gusta pensar: ‘Esta vez voy a ir hacia el oeste’, o ‘Esta vez voy a ir hacia el norte’, y luego simplemente partir”.

Él quería compartir sus recuerdos, así que en 2019 se unió a Twitter; subía fotos de paisajes pintorescos y proyectos mecánicos. Luego de algunos meses, había conseguido seis seguidores. Todo parecía un poco triste.

Así que el verano último, mientras recorría la isla japonesa de Shikoku, intentó algo diferente. Había visto a sus hijos (uno de ellos en la universidad y los otros dos en la escuela secundaria) jugando con FaceApp, así que lo probó y publicó una foto manipulada de sí mismo donde se veía como una joven de piel radiante que mostraba un signo de la paz con guantes manchados de grasa. Para su cuenta de Twitter, eligió @azusagakuyuki, una combinación de los nombres de sus hijos.

Soya posó en la cima neblinosa del monte Nakadake. Se relajó con una hamburguesa y una Budweiser en un restaurante de temática estadounidense cerca de Nagasaki. Catalogó el completo desarme y reconstrucción de una TZR250RS, el mismo modelo de moto deportiva que Nakajima había empezado a conducir hace 30 años: cada tornillo que sustituyó; foto por foto en FaceApp. Incluso adoptó un eslogan: “La vida es una vez. Abraza este mundo”.

Cuando las fotos empezaron a recibir cientos de “likes”, la personalidad y el estilo de Soya empezaron a salir a la luz. Ella era implacablemente optimista. Nunca se burlaba, ni reñía, ni ofendía. Exploraba los pueblos pequeños, saboreaba las vistas panorámicas, celebraba las comidas sencillas de los restaurantes de la ruta. Se enorgullecía de las cosas básicas, como la limpieza de las piezas del motor. Y solo insinuaba la verdad: cuando un fanático le dijo en octubre: “Es estupendo ser joven”, Soya contestó: “La juventud no significa un período determinado de la vida, sino cómo conservar tu corazón”.

Parecía feliz, y FaceApp la había hecho así. La creación de la impostora tan realista solo le había llevado unos pocos toques: Cambió la configuración de “Género” a “Mujer”, la de “Edad” a “Adolescente” y la de “Impresión” (una mezcla de filtros de maquillaje) a un aspecto glamoroso, que la aplicación llama “Hollywood”. Soya hacía pucheros y fruncía el ceño en las raras ocasiones en las que el propio Nakajima se sentía frustrado. Pero su expresión básica era una sonrisa extragrande, que se activaba con un solo toque.

Como miles de personas seguían a Soya, Nakajima se hizo pasar por ella, refiriéndose a sí mismo con pronombres femeninos y elaborando mensajes floridos salpicados de kaomojis, las pequeñas expresiones faciales que más usan las mujeres jóvenes.

Nakajima se dejó crecer el pelo brillante por debajo de los hombros y compró en su tienda local los artículos de belleza que pensó que harían más convincentes las imágenes de FaceApp: coloretes, delineadores de ojos, correctores, champú.

Nakajima dijo que es un “aliado heterosexual” en temas LGBTQ y bromeó que sus únicos intereses románticos son sus motocicletas. Nunca había recibido dinero ni regalos, y nunca los había pedido. Sin embargo, dijo que comenzó a entender la basura que soportan las mujeres en Internet, luego de meses de mensajes privados no deseados de parte de hombres que querían unirse a Soya en su próximo viaje.

Soya nunca publicó nada arriesgado o relacionado con lo sexual: optaba por guantes voluminosos y camperas de competición, y rara vez mostraba algo de piel. Le gustaba acampar, los cómics y la cerveza, y se apresuraba a responder a los fanáticos con bromas y agradecimientos. Aparecía casi completamente sola, aunque nunca parecía triste, siempre con esa sonrisa perfecta.

“Cuando comparo cómo me siento cuando empecé a tuitear como mujer y ahora, siento que estoy gravitando gradualmente hacia este personaje…, este mundo de fantasía que he creado”, dice Nakajima. “Cuando veo fotos de lo que he tuiteado, me siento como: ‘¡Uy!, esa soy yo’.

Efecto Proteo

La sensación que experimentaba Nakajima es tan común que existe un término para eso: el efecto Proteo, llamado así por el dios griego que cambia de forma. Los investigadores de la Universidad de Stanford lo acuñaron en 2007 para describir cómo las personas que habitaban el cuerpo de un avatar digital empezaban a actuar como tales: quienes aparecían más altos en las simulaciones de realidad virtual actuaban de forma más asertiva, incluso después de terminar la experiencia. Los personajes más lindos comenzaban a coquetear.

¿Qué tienen los disfraces en línea? ¿Por qué son tan buenos para modificar el sentido de la autopercepción de las personas? Está claro que hay un efecto de “refuerzo social”: a las personas les gusta la atención y el estímulo que reciben al jugar a hacer creer algo. Pero el aumento de los filtros faciales sugiere que también hay algo más profundo: que, como dijo la investigadora de medios sociales de la Universidad de Carolina del Norte, Alice Marwick, aprovechan ese “impulso muy humano de jugar con la identidad y fingir ser alguien que no eres”.

Los usuarios de los primeros tiempos de Internet rara vez tenían presunciones de autenticidad, afirma Melanie Green, quien es profesora de la Universidad de Buffalo y estudia la tecnología y la confianza social. La mayoría de las personas suponía que todos los demás interpretaban un personaje claramente diferenciado de su vida real.

Pocas personas utilizaban nombres reales o fotos de perfil (la mayoría de los chats se basaban en textos) y experimentar con la propia imagen se consideraba una forma poco arriesgada de probar una nueva vida y divertirse.

“Este juego de identidad se consideraba una de las grandes ventajas de estar en línea”, afirma Green. “Podías cambiar de género y probar todos estos personajes diferentes. Era un campo de juego para que las personas exploraran”.

Esta idea llevó a las feministas de los años ’90 a argumentar que la web podría derribar las barreras de género, dijo Marwick: Si todo el mundo pudiera jugar a tener otro género, verían lo construido y arbitrario que era en realidad, y lo fluido que podría ser.

En 1998, investigadores que estudiaron el uso que hacían de Internet los homosexuales y otras personas con “identidades sociales estigmatizadas” afirmaron que muchos veían el anonimato en línea como una forma de actuar como ellos mismos eran sin temor a las consecuencias fuera de la red. Los encuestados que salieron del armario como desconocidos virtuales dijeron que el proceso les dio el valor para salir del armario en la vida real.

No fue hasta el auge de las gigantescas redes sociales como Facebook, que utilizan las identidades reales para, entre otras cosas, potenciar la publicidad dirigida, que este gran juego de simulación adquirió un aire de duplicidad. Los espacios para la actuación lúdica se redujeron, y los mayores abrevaderos de Internet comenzaron a exigir pruebas de autenticidad como una forma de bloquear las intenciones maliciosas.

El gran cambio de la web, que pasó del texto a lo visual (el aumento de las aplicaciones para compartir fotos, las transmisiones en directo y las videollamadas), pareció al principio concretar esa regla tácita de las identidades reales. Parecía demasiado difícil fingir la propia apariencia cuando la cara de todo el mundo estaba en constante exposición.

Influencers virtuales

Ahora, según los investigadores, los avances en la inteligencia artificial para la edición de imágenes han hecho por la Internet moderna lo que los seudónimos en línea hicieron por las primeras salas de chat del mundo. Los filtros faciales han permitido que cualquiera se moldee en el personaje que quiera interpretar.

Algunos de los influencers más populares de Instagram ahora confían en aplicaciones como Facetune para retocar digitalmente su aspecto hasta el punto de la fantasía. Una nueva ola de YouTubers virtuales, conocidos como VTubers, han conseguido audiencias masivas retransmitiendo en directo como avatares computarizados: uno de los más populares, CodeMiko, lleva un traje de captura de movimiento de cuerpo entero de 12.000 dólares y lo han visto por un total de más de 3 millones de horas.

Pero los investigadores temen que estas herramientas de realidad aumentada terminen distorsionando los estándares de belleza y las expectativas de la verdadera realidad. La reacción ha inspirado a grupos en línea, como @celebface de Instagram y r/InstagramReality de Reddit, para elaborar comparaciones de los falsos influencers perfeccionados digitalmente con sus contrapartes más desaliñadas del mundo real.

A algunos teóricos de la política y la tecnología les preocupa que este nuevo mundo de medios sintéticos amenace con detonar nuestro concepto de la verdad, erosionando así nuestras experiencias compartidas e infundiendo sospechas y dudas en cada relación en línea.

Dannagal Young, una profesora asociada de la Universidad de Delaware que estudia la comunicación en línea, entiende esa preocupación: los memes políticos engañosos, las teorías conspirativas, los engaños antivacunas y otras estafas han desgarrado el tejido de nuestra democracia, nuestra cultura y nuestra salud pública.

Pero también piensa en sus hijos, que asumen “que todo lo que está en línea es fabricado”, y se pregunta si las reglas de la identidad en línea requieren un poco más de matiz, y si ese cambio generacional ya está en marcha.

“Los robots que se hacen pasar por personas, las representaciones automatizadas de la humanidad… a eso lo perciben como una explotación”, dice. “Pero si se trata de alguien que experimenta con la identidad, se sienten como: ‘Bueno, eso es lo que hacemos todos’”.

Para su generación, “la autenticidad no consiste en: ‘¿Coincide tu foto de perfil con tu cara real? La autenticidad es: ‘¿Es tu voz tu voz? “, añade. “Su sensación es: ‘Las ideas son mías. La voz es mía. El contenido es mío. Solamente busco que lo recibas sin todas las suposiciones y el bagaje que eso conlleva’. Esa es la esencia de la identidad de una persona. Eso es lo que realmente es”.

El fin de la ilusión

En febrero, los seguidores de Soya empezaron a estancarse. Nakajima había ganado miles de fanáticos, pero todos los paseos panorámicos y los proyectos en motocicleta no hacían subir su cantidad de seguidores. Así que comenzó a superar los límites: retratos sensuales en blanco y negro, un escote desnudo, su trasero con jeans Levi’s.

Nakajima, un viejo aficionado al fitness, dijo que no veía nada malo en mostrar su físico: había trabajado mucho en ese cuerpo, dijo riendo. De todos modos, algunos de sus seguidores habían empezado a preguntarse por el verdadero sexo de Soya, después de que varios fanáticos observaran que el brazo de Nakajima en una foto parecía más peludo que lo que esperaban. Otros habían comenzado a sospechar de su uso de emojis: uno escribió que cualquiera “que use el emoji ‘!?’ es absolutamente un hombre de mediana edad”.

Cuatro días después de la foto con los Levi’s, Nakajima tomó una decisión: Era el momento de “mostrar mi verdadero yo”, dijo. Cada vez más personas lo seguía, le enviaban mensajes a Soya; todo empezó a parecerle demasiado para poder manejar. Así que tomó una foto de su moto y la publicó sin FaceApp, con su rostro inalterado visible en los espejos del manubrio.

Le preocupaba la reacción de las personas: ¿Se enfrentarían los vecinos a él o a sus hijos? Pero muchos de sus fanáticos permanecieron firmes; dijeron que estaban allí por él, o al menos por la fantasía. “Él parece que está disfrutando de verdad. Me gusta”, decía una cuenta. Otra dijo: “Es un mundo divertido si te decides a creer que existen mujeres hermosas como esta”.

“Me dijeron: ‘Está bien. Realmente no importa el género que tengas’”, contó Nakajima. “Solo te apoyamos porque nos gustan tus tuits, porque eres interesante’. " Sus seguidores siguieron aumentando.

Cuando los productores de un programa de variedades japonés se pusieron en contacto con él, Nakajima les explicó cómo lo había hecho: su montaje de iluminación, su rutina de maquillaje, el botón que pulsaba para conseguir la magia de “Hollywood”. “Mi deseo de hacer las fotos lo más bonitas posible sigue creciendo”, les dijo. “Me estoy dejando llevar”. Él promocionó la aparición con una foto de Soya sonriendo en la playa; recibió más de 8000 likes.

En los días siguientes, Nakajima desplegó nuevos experimentos: Fotos de sí mismo modificadas para parecer un hombre más joven, sonriendo en el almuerzo o con una mirada ardiente. Publicó en Twitter versiones paralelas de sí mismo como mujer y como hombre. Y publicó imágenes más personales que incluían fotos de una competencia de físicoculturismo en 2018 y una foto familiar de su hijo y su hija menor, haciendo senderismo por los Alpes japoneses.

La mujer Soya ha sobrevivido en los mensajes de Twitter, delirando sobre los tratamientos botánicos para el cabello, masticando una hoja, mostrando una sonrisa mientras recoge lodo. Incluso ha inspirado una ola de imitadores. Pero una de las fotos recientes más populares de Nakajima está totalmente intacta: él de pie frente a las montañas de Shikoku, con los brazos estirados hacia el cielo. Su pie de foto: “La vida es una vez. Abraza este mundo”.

A los compañeros motoqueros de Nakajima les encanta, dice Tet Wada, un actor que lo conoció hace dos años en un viaje en moto al monte Tsurugi de Japón.

“No muchos japoneses se acercarían fácilmente a él por su aspecto duro, pero en realidad es una persona muy amable y conocedora”, dijo Wada en un chat de Instagram. “Conoce todo tipo de flores, insectos y sus características”.

El hijo y la hija mayor de Nakajima dijeron que al principio les sorprendió el acto de FaceApp. “¿Quién es esa mujer?”, se preguntó su hijo. Pero señalaron que desde entonces han adoptado el personaje de Soya porque su padre lo disfruta mucho, según los textos que enviaron a través del servicio de mensajería Line.

Su hijo, que está en la escuela secundaria, dijo que está “orgulloso de él” y que sus amigos leen los tuits: “Todos me dicen que tengo un padre muy interesante”.

“Parece que se está divirtiendo”, dijo su hija universitaria. Sus amigos “se han reído mucho”.

¿Pero todo esto era una gran estafa? Nakajima había engañado a las personas con un estereotipo de “chica cool” para aumentar sus cifras en Twitter. No había elevado el papel de las mujeres en el motociclismo; en todo caso, las había suplantado. Y el personaje que había creado era de papel: Soya no tenía ninguna complejidad interna fuera de lo que Nakajima había proyectado, solo esa sonrisa eternamente superpuesta.

Quizás debería haber aceptado su irrelevancia y desvanecerse en el ocaso digital, compartiendo su vida para que pocos la vieran. Pero algunos de los seguidores de Soya han dicho que nunca se sintieron engañados: era Nakajima (su entusiasmo, su actitud ante la vida) lo que les había encantado todo el tiempo. “Su personalidad”, como dijo un seguidor en Twitter, “brillaba”.

En opinión de Nakajima, había utilizado las herramientas de un medio superficial para crear conexiones genuinas. No se había sentido real hasta que se hizo notar por ser falso.

Él espera que su mayor número de seguidores en las redes sociales impresione a sus hijos: “Quiero vivir de una manera que les haga pensar: ‘Wow, papá es cool’”. Pero él también espera haberles dado ánimo para que se conviertan en lo que quieran o en quien quieran.

“En la infancia, a muchos de nosotros nos decían: ‘Como niño, deberías hacer esto. Como niña, deberías hacer esto’. Y eso no me gusta nada”, dice. “Si no empiezas, acabarás arrepintiéndote. Las personas dirán: ‘Lo haré cuando las cosas se asienten o cuando todo esté en su sitio’. Pero, para cuando todo esté en su lugar, tu vida habrá terminado”.

Nakajima dijo que no sabe cuánto tiempo mantendrá viva a Soya. Pero señaló que está agradecido por la forma en que ella le ayudó a sentirse: despreocupado, aventurero, visto.

Después de que un seguidor en Twitter lo comparara con Mary Ann Evans, la novelista inglesa conocida por el seudónimo masculino de George Eliot, Nakajima adaptó una cita falsamente atribuida a ella como un nuevo tipo de lema de vida: “Nunca es demasiado tarde para ser la persona que quieres ser”.