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Superclasico. Boca volvió a sonreír, y con poco juego y mucha entrega, torció la racha contra River

A pedir de Boca: en la fría noche de La Plata, el Xeneize celebró en los penales
Fotobaires

Volvió a sonreír Boca. Tras el regreso de Juan Román Riquelme al club, esa racha adversa que tanto dolor de cabeza le generó River en los últimos años parece haberse torcido. Anoche, por los octavos de final de la Copa Argentina, los xeneizes celebraron por penales 4-1 después de un 0-0 para el olvido. Se lució Agustín Rossi, que le atajó el tiro a Julián Álvarez, mientras que Braian Romero desvió su remate. Ahora, en la próxima instancia, el equipo de Miguel Ángel Russo enfrentará a Patronato.

Luego de un atípico 2020 sin superclásicos, éste fue el cuarto Boca- River del año. Con la particularidad de que fue la primera vez en la historia que se vieron las caras en este torneo. También, claro, con un nuevo guiño del destino para los de la Ribera.

La particularidad es que estos tres compromisos se habían disputado en La Bombonera y recién volverán a cruzarse en el estadio Monumental el próximo 3 de octubre, por la fecha 14 la Liga Profesional. Con el último triunfo del xeneize se cortó la racha de cinco “mano a mano” seguidos ganados por el River de Marcelo Gallardo. El millonario había superado en todas las instancias eliminatorias a Boca desde la llegada del entrenador hace ya siete años: Copa Sudamericana (2014), Copa Libertadores (2015, 2018, 2019) y la Supercopa Argentina (2018). Lo concreto es que Russo, ya en su segunda etapa en el club, le ganó el torneo local en la última fecha, lo eliminó de la Copa de la Liga y ahora de la Copa Argentina.

Abrazos y festejos; Boca encontró alivio para un presente gris en un triunfo por penales ante su rival eterno
LA NACION/Anibal Greco


Abrazos y festejos; Boca encontró alivio para un presente gris en un triunfo por penales ante su rival eterno (LA NACION/Anibal Greco/)

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Es cierto, el clásico le llegaba a los xeneizes en una situación compleja. Eliminado de la Copa Libertadores, estaba urgido por provocar un quiebre como el de anoche, en la fría -y cargada de niebla- noche platense. Con un terreno de juego húmedo, resbaladizo, no resultó sencillo el control de la pelota.

Boca se volcó decididamente sobre el campo rival en el inicio del primer tiempo. Finalmente, Russo se inclinó por una línea de cinco en el fondo. Por la derecha, les impuso mucho ritmo a los movimientos con Luis Advíncula y Cristian Pavón. Por ahí le creaba problemas con el mencionado tándem. Volcado en ataque, el lateral peruano contuvo a Fabricio Angileri y se presentó como uno de los duelos de la noche.

Boca, de fiesta tras eliminar a River en La Plata
LA NACION/Anibal Greco


Boca, de fiesta tras eliminar a River en La Plata (LA NACION/Anibal Greco/)

De River y su manifiesta vocación ofensiva se vio poco en los primeros minutos. Inicialmente, Nicolás de la Cruz -el que más se animó a poner la pelota bajo la suela- se volcó por la derecha y José Paradela en la izquierda. Movedizos, fueron intercambiando posiciones. Aunque posiblemente les faltaba un enlace. El equipo millonario se retrasó un poco; Boca, con la pelota, avanzó apenas otro tanto, con hombres de ataque.

Un punto a favor del conjunto de Russo fue la presión frente a los jugadores de River que recibían el balón. A partir de ahí generó varias pérdidas que dejó mal parados a los millonarios. Con Juan Ramírez, que en los primeros 45 minutos provocó las tarjetas amarillas de Enzo Pérez, David Martínez y Gonzalo Montiel. Cada vez que pudo, el ex San Lorenzo le imprimió su habitual cambio de ritmo. Sus chispazos resultaron un sello distintivo dentro de un contexto opaco.

Se sabe: si River se convence de lo expuesto, tiene garantía de calidad. Y allí apareció Julián Alvarez a los 31, con una corrida electrizante que dejó a Carlos Izquierdoz en el suelo. Primero Romero y después Bruno Zuculini no pudieron definir ante la desesperación de los defensores xeneizes. Una oportunidad inmejorable en la que también intervino Rossi -la figura de la cancha- para atorar al ex goleador de Defensa y Justicia. Resultó, sin dudas, la situación más clara del primer tiempo. Ya era otro partido. Más a gusto y acomodado a las pretensiones de River, que se empezó a quedar con rebotes y las pelotas de dominio dividido.

Boca bajó decididamente las revoluciones. El cierre del primer tiempo fue disputado, con emoción, pero no por el buen juego, ni por la abundancia de situaciones de riesgo. Sólo por la tensión y la historia que acarrea este duelo. La pelota estuvo más en el aire gélido que en el césped. Todo un síntoma de lo que era el encuentro. La fricción y la fuerza dominaron un juego que no salía de lo ordinario.

Braian Romero traba con el debutante Advíncula
LA NACION/Anibal Greco


Braian Romero traba con el debutante Advíncula (LA NACION/Anibal Greco/)

River comenzó como una tromba en el segundo tiempo y tomó las riendas. Milton Casco ingresó por el amonestado Montiel, que lució lejos de su nivel habitual. Iban apenas 35 segundos y a Boca lo salvó primero Izquierdoz (tapó el remate de Romero) y luego Rossi, que contuvo el disparo de Zuculini. A los 4, otra vez el equipo de Gallardo conectó pases e hilvanó una gran jugada entre Romero y Paradela, pero el zurdo remató desviado. Las ocasiones más claras eran de los millonarios.

River se entusiasmó porque ya no pasaba por sobresaltos y estaba más veloz que su adversario. Boca se desacomodó y recibió dos amonestaciones una detrás de otra: Marcos Rojo y Carlos Zambrano. Russo buscó piernas frescas en el banco con las entradas de Alan Varela y Marcelo Weigandt. A falta de 15 minutos, Boca rompió la línea de cinco e ingresó Edwin Cardona. Nada cambió la ecuación.

Lucha en lo alto; River y Boca entregaron un duelo olvidable desde el juego
LA NACION/Anibal Greco


Lucha en lo alto; River y Boca entregaron un duelo olvidable desde el juego (LA NACION/Anibal Greco/)

Todo era muy parejo, de bajo vuelo. Boca no pateaba al arco y abundaban las imprecisiones. Los de Núñez, en líneas generales, contaron con las situaciones de mayor peligro. Una vez más, también, quedó demostrado que en un clásico de esta jerarquía poco pesan las realidades de uno y otro.

El resultado mantuvo a todos en vilo hasta el final. Pero lo cierto es que los dos se entregaron a los penales. Ahí, Boca fue muy efectivo y volvió a ser feliz ante River. Por penales, como hace un puñado de meses. Faltó juego, pero sobró entrega. Y lo festejó con el alma.