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Así surgió una historia antivacunas

Herramientas utilizadas para realizar autopsias en la morgue del condado de Bradford, donde en 2021, el jefe adjunto forense Timothy Cahill registró que la causa de muerte de George Watts, Jr., de 24 años, fue “miocarditis relacionada con la vacuna contra la COVID-19”, en Wysox, Pensilvania, el 13 de abril de 2022. (Heather Ainsworth/The New York Times).

Antes de recibir su segunda inyección de la vacuna contra la COVID-19, había pocos motivos para pensar que George Watts Jr. estaba a punto de morir.

Tenía 24 años y no mostraba problemas de salud evidentes. Pasaba la mayor parte del tiempo jugando videojuegos en su habitación en casa de sus padres en Elmira, Nueva York.

Allí se encontraba cuando se desmayó el 27 de octubre de 2021.

La madre de George Jr., Kathy, llamó al 911 e inició la reanimación cardiopulmonar. Los paramédicos lo llevaron a urgencias, donde los médicos lo declararon muerto.

¿Qué fue lo que pasó?

Para la familia, la respuesta fue obvia al instante. “Culpo a la maldita vacuna del COVID”, dijo Kathy Watts tras enterarse de que su hijo había muerto, según su marido, George Watts padre.

La sala de urgencias del hospital Guthrie Robert Packer en Sayre, Pensilvania, el 13 de abril de 2022. (Heather Ainsworth/The New York Times).
La sala de urgencias del hospital Guthrie Robert Packer en Sayre, Pensilvania, el 13 de abril de 2022. (Heather Ainsworth/The New York Times).

El forense de un hospital de Nueva York llegó a una conclusión similar, añadiendo más detalles: la causa de muerte, escribió, fue “miocarditis relacionada con la vacuna contra la COVID-19”, una enfermedad poco frecuente y a menudo leve en la que se inflama el miocardio. Puede desarrollarse cuando el organismo lucha contra algunos virus, responde a determinadas vacunas o por casi otra decena de motivos. Múltiples estudios afirman que la afección puede presentarse en algunas personas, sobre todo en hombres jóvenes, que reciben la vacuna contra la COVID-19.

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En poco tiempo, la noticia de la muerte de George Jr. retumbó por todo el internet, transformando así la tragedia de la familia en una poderosa anécdota para las comunidades antivacunas. En foros en línea, pódcast y grupos de Facebook se compartía como una advertencia urgente sobre los peligros de las vacunas.

Para los detractores de las vacunas, el caso de George Jr. supuso una advertencia inequívoca: las vacunas pueden matar.

A medida que esas afirmaciones se extendían por internet, muchos expertos médicos empezaron a hacerse preguntas. La miocarditis quizá haya sido la culpable, dijeron, pero era difícil concluir que la vacuna fuera la causa.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) recibieron muestras de la autopsia de George Jr. y están ultimando un informe patológico, según el Departamento de Salud del Estado de Nueva York.

Sin embargo, estas cuestiones pendientes no han impedido que ciertos activistas, locutores de radio y difusores de desinformación declaren sin ambigüedad que la muerte de George Jr. se debió a su vacuna contra la COVID-19.

Un joven es vacunado

George Jr. tenía la esperanza de transformar su pasión por los videojuegos en una carrera profesional, por lo que se inscribió a la carrera de Informática en la universidad comunitaria de la cercana Corning. La pandemia truncó gran parte de su experiencia en el campus, y sus calificaciones estaban bajando de cara al último semestre debido al aprendizaje a distancia. Pensaba que regresar a las aulas cambiaría las cosas.

Pero primero tenía que vacunarse, un requisito para los alumnos de la escuela, gestionada por la Universidad Estatal de Nueva York.

Sus padres no confiaban en la vacuna. George padre creía que se había desarrollado demasiado rápido.

George Jr. había evitado la vacuna a principios de 2021, cuando esta obtuvo la autorización para uso de emergencia. Él recibió su primera dosis el 27 de agosto de 2021, cuatro días después de que la Administración de Alimentos y Medicamentos diera su plena aprobación para la misma.

Poco después de recibir la segunda dosis, el 17 de septiembre, George Jr. empezó a sentir dolor en los talones, según los informes médicos y el relato de su padre. A principios de octubre, se le empezaron a entumecer los dedos.

Para mediados de octubre, su padre estaba tan preocupado que lo llevó a urgencias. Entre otras cosas, George Jr. tenía los síntomas de una infección de las vías respiratorias altas. Las radiografías no mostraron anomalías ni líquido en los pulmones. Según la investigación del forense, el joven dijo que no tenía dolor en el pecho ni le faltaba el aire, dos síntomas comunes entre los pacientes con miocarditis.

Los médicos le diagnosticaron sinusitis y bronquitis, y le recetaron antibióticos. Una semana después, George Jr. tuvo que volver a urgencias porque tosió tanto que empezó a vomitar. Los médicos no encontraron ningún problema pulmonar evidente, su corazón no estaba agrandado y no había indicios de problemas cardíacos, según el informe del forense.

Ocho días después de su visita a urgencias, George Jr. se desplomó y murió. Su cuerpo fue trasladado 40 minutos al este, a Binghamton, para que se le practicara una autopsia en el hospital Lourdes.

El forense de Lourdes descubrió que el músculo cardiaco, el miocardio, había perdido parte de su fuerza y estaba un poco flácido. Algunas partes del corazón parecían inflamadas al verse en el microscopio. Ambos síntomas apuntan a una miocarditis.

Miocarditis: un riesgo conocido

En ocasiones, la miocarditis interfiere en el funcionamiento del corazón, pues interrumpe las señales eléctricas y provoca dolor de pecho, latidos irregulares y, en casos extremadamente raros, un paro cardíaco.

Está demostrado que las vacunas de ARNm desarrolladas por Pfizer-BioNTech y Moderna aumentan ligeramente el riesgo de desarrollar miocarditis, sobre todo en hombres jóvenes. La mayoría de los pacientes se recuperan de la afección al cabo de por lo menos 90 días. Los médicos concluyeron que los beneficios de vacunarse superaban con creces los riesgos.

Las muertes relacionadas con la vacuna son extremadamente raras. En todo el mundo, se conocen unas pocas muertes por miocarditis en personas vacunadas, entre los cientos de millones que recibieron la vacuna.

Una historia antivacunas comienza

Casi tan pronto como se aprobaron las vacunas contra la COVID en Washington, la preocupación por la miocarditis empezó a exacerbar las quejas de los activistas antivacunas en las redes sociales.

En el caso de la muerte de George Jr., los detractores de la vacuna encontraron una prueba concreta: un certificado de defunción que culpaba directamente a la vacuna.

Al darse cuenta de que la historia de George Jr. podía ejercer cierta influencia política, un grupo de influentes antivacunas buscó a la familia Watts para presentarles grandes plataformas y objetivos aún mayores.

Shannon Joy, presentadora de radio y pódcast en Rochester, Nueva York, llevó a George padre a su programa. En su opinión, el caso de George Jr. “llegó a la verdad” sobre las vacunas a pesar de la oposición de fuerzas misteriosas.

Children’s Health Defense, una organización sin fines de lucro fundada por el activista antivacunas Robert F. Kennedy Jr., se puso en contacto con la familia Watts e inició una relación que desembocó en una larga demanda contra el Departamento de Defensa, que había supervisado el desarrollo de la vacuna. En la demanda se afirmaba que el Departamento había utilizado a George Jr. como “un conejillo de Indias involuntario” en un “experimento humano masivo”.

Los médicos plantean dudas

Cuando se extrajo el bazo de George Jr. durante la autopsia, el forense lo encontró notablemente dilatado. Pesaba 1350 gramos. Un bazo típico pesa alrededor de 200 gramos. Pero el forense no dio ninguna explicación al respecto.

El riñón también estaba dañado, con inflamación y tejido muerto. Sus pulmones mostraban una neumonía en fase avanzada. Su cerebro mostraba inflamación crónica.

“Es como si todo el sistema inmunitario se hubiera activado por todas partes”, declaró James Gill, jefe médico forense de Connecticut y expresidente de la Asociación Nacional de Médicos Forenses.

Aún más alarmante era el estado de la próstata de George Jr., que estaba amarillenta en algunas partes y parcialmente necrótica, es decir, parcialmente muerta. Eso podría explicar la sangre que se encontró en su orina durante sus visitas a urgencias.

Elizabeth Murray, pediatra en la cercana ciudad de Rochester, se mostró escéptica sobre las conclusiones del forense. “Si va a decir que es ‘miocarditis debida a la vacuna’, ¿por qué no dice también que es ‘daño renal debido a la vacuna’? ¿Y ‘daños pulmonares, cerebrales y prostáticos debidos a la vacuna?’”, cuestionó. “Nada de eso aparecía en el informe”.

El informe que están preparando los CDC podría arrojar más luz sobre la muerte de George Jr. Si los centros coinciden con el forense, la muerte de George Jr. podría convertirse en la primera que el Departamento relaciona con una miocarditis por vacunación en Estados Unidos. Si no están de acuerdo, quizá aporten mayor claridad sobre lo que le ocurrió a George Jr.

c.2023 The New York Times Company