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Cómo TikTok y el contenido breve están impactando en nuestra capacidad de aprender

Cómo el consumo de aplicaciones como TikTok puede estar impactando en nuestra capacidad para lograr un aprendizaje profundo
Cómo el consumo de aplicaciones como TikTok puede estar impactando en nuestra capacidad para lograr un aprendizaje profundo - Créditos: @Shutterstock

¿Cuántas veces leemos los términos y condiciones de las apps cuando las descargamos? Ese extenso documento con una letra chica que detalla cómo podemos acceder a los contenidos de esa aplicación y, sobre todo, cómo usarán nuestra información personal. Más allá del enorme desafío en materia de datos personales, aún nos falta entender cuáles son “los efectos secundarios” que pueden tener en procesos cognitivos complejos, como nuestro aprendizaje.

TikTok es una de las últimas redes sociales en aparecer y marcar tendencia, sobre todo entre jóvenes, ya que es la única que permite (en forma oficial) que la usen personas de menos de 16 años. Un celular, un video en vertical, duración de menos de un minuto y un algoritmo que constantemente se perfecciona para mostrar eso que “querés” ver. Pero también es una de las primeras apps en mencionar algo que nadie se anima: “Puede causar adicción”. ¿Esto también podrá afectar a nuestro sistema de pensamiento?

Cada vez que tenemos resultados de pruebas estandarizadas como las Pisa (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la  Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) pensamos en el impacto de los sistemas educativos, pero rara vez vinculamos esos resultados con lo que hacemos todos los días y al impacto que tienen las pantallas, esos sistemas diseñados para captar la atención y en los que invertimos gran parte de nuestro tiempo. Y la atención, en definitiva, es la base de cualquier aprendizaje.

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Así es Plato, la inteligencia artificial que aprende como un bebé de tres meses y podría ser clave para desarrollar mejores algoritmos

Howard Gardner (que trabajó con las inteligencias múltiples) y Katie Davis describen la juventud de hoy como La generación app, y lo conectan con estudios acerca de qué significa ser “app-dependiente” frente a ser “app-competente” y cómo la vida de esta generación difiere de aquella que creció antes de la era digital.

Las redes sociales proponen otras formas de consumo cultural donde la aceptación se mide en likes, las secuencias son scrolls o swipes y todo está al alcance de un clic, la atención está repartida y el pensamiento fragmentado. La exposición continua a estas nuevas formas de consumo tiene consecuencias en las áreas corticales, responsables de la planificación, control y ejecución de los movimientos voluntarios, intencionados.

El uso de redes sociales provoca cambios en los neurotransmisores como la oxitocina, la adrenalina, la dopamina, la serotonina, la testosterona y el cortisol. De esta manera, se activan centros conectados con los sistemas de recompensa que generan una sensación de felicidad (sobre todo cuando nos dan like). Varios neurólogos coinciden en que las redes sociales han tenido una gran influencia en temas como la disminución de capacidad de concentración o la pérdida de atención. Nicholas Carr menciona en su último libro The Shallows, que nuestro cerebro se ha habituado a buscar información rápida, a utilizarla y a olvidarla a la misma velocidad, cosa que impide construir conocimiento profundo.

Para que el aprendizaje sea significativo y perdurable en el tiempo entran en juego valoraciones sobre su utilidad. Esto requiere de una reflexión y capacidad crítica, y también de una consideración social. Esto lo convierte en individual y colaborativo a la vez. El aprendizaje profundo se da tanto dentro como fuera de las aulas porque la rutina es la que nos ayuda a experimentar distintas formas de aprender. Como destaca John Hattie, como humanos necesitamos tener dos tipos de aprendizaje: profundo y superficial. Pero para construir un pensamiento profundo, que enseñe a dotar de significado una nueva información, necesitamos atención plena, eliminar las distracciones o, al menos, minimizarlas al máximo, y disponer de una concentración que permita la organización de las ideas. ¿Cómo logramos ese aprendizaje profundo cuando hay tantos estímulos influyendo en el proceso?

En la actualidad, no tenemos una respuesta a este interrogante, pero sí está claro que este pensamiento profundo es el que habilita el aprendizaje significativo, el que da lugar a procesos como la abstracción, la imaginación y la creación. Algo que por el momento pocas inteligencias artificiales pueden superar. Si dejamos que el pensamiento fragmentado nos gobierne, perdemos la capacidad de crear algo significativo. Es momento de darnos cuenta de que el algoritmo de TikTok no puede marcar el ritmo de nuestro pensamiento porque se está transformando en un “tik-tak” con cuenta regresiva para nuestro cerebro.

Si hace unos años aceptamos que los cigarrillos tuvieran que poner imágenes extremas en sus paquetes para advertir sobre los efectos colaterales que produce fumar, ¿cómo nos imaginamos que nos adviertan sobre estos procesos cognitivos las apps que usamos todos los días?

Un dato para cerrar y seguir pensando: según varios estudios, mundialmente el promedio de tiempo que les dedicamos a estas aplicaciones es de 3,07 horas por día, y podría proyectarse casi 9 años en la vida de una persona, casi compitiendo con el tiempo dedicado a la formación educativa obligatoria. Para Justin Rosenstein, cofundador de Asana e ingeniero de Meta, somos la última generación que recordará que existía otra forma de aprender y estudiar antes de la aparición de estas tecnologías.