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El trabajo en el servicio doméstico no logra recuperar su nivel previo a la pandemia

La participación de los puestos de trabajo en servicio doméstico sobre el total se redujo en los últimos años
La participación de los puestos de trabajo en servicio doméstico sobre el total se redujo en los últimos años

Los hogares de la Argentina con servicio doméstico eran en 2022 un 19,3% más que en el 2020 de cuarentena, según datos del Indec al tercer trimestre de cada año. Pero, a la vez, eran el año pasado un 7% y un 8,6% menos que los de 2019 y 2018, respectivamente. Tal como ocurre en otros países de América Latina, después del fuerte deterioro del número de ocupaciones en este sector que hubo por la pandemia y las cuarentenas, llegó una recuperación que, a tres años de las restricciones, es solo parcial. Y, según quienes analizan el mercado laboral, existen señales de que, por razones económicas, sociales y familiares, podría no volverse a los niveles de la era pre-Covid.

El dato de 2020, claro, tiene sus particularidades. En ese entonces no estaba habilitada en general esta actividad, salvo para tareas del cuidado de personas. De todas maneras, se había establecido la obligatoriedad para los hogares de mantener el vínculo y de seguir abonando las remuneraciones. En un segmento con una muy elevada tasa de informalidad (de alrededor del 70%, según el promedio de los últimos años) el cumplimiento de esa regulación fue muy relativo. Según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec, el número de personas que dijo tener una ocupación en una casa particular y que, más allá de no asistir, cobraba su ingreso, fue, en el tercer trimestre de 2020, un 24% inferior a la cantidad de puestos que había en igual lapso de 2019.

A tres años de la cuarentena: del "vamos a salir mejores a una Argentina que profundiza las grietas de su realidad laboral

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El rezago en la recuperación de estos empleos se evidencia en la variación de la participación que tiene sobre el total de los puestos de trabajo: el índice era de 7,7% en los terceros trimestres de 2017 y 2018; de 7,4% en 2019; de 6,3% en 2020; de 6,3% en 2021 y de 6,7% en 2022, de acuerdo con los informes de la EPH.

La recuperación débil del trabajo en el servicio doméstico en el país y en la región “es un proceso que está todavía en marcha y que habrá que ver cómo sigue”, señala la economista Roxana Maurizio, especialista en Economía Laboral para América Latina y el Caribe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El informe sobre el Panorama Laboral 2022 de la región publicado días atrás por el organismo destaca que el trabajo en tareas domésticas “se ubica entre los de menor dinamismo”.

En el trabajo en casas particulares se dio, además, la excepción a una tendencia observada en varios países de la región: la de un incremento en la cantidad de horas trabajadas que se observa cuando se comparan los datos del tercer trimestre de 2022 con los de igual período de 2019.

En el servicio doméstico ese indicador mostró una contracción, que fue “particularmente significativa”, del orden del 7 o del 8%”, en algunos países, según destaca el informe de la OIT. A Perú y Chile, que encabezaron el ranking de caídas más pronunciadas les sigue, en el grupo de nueve países considerados, la Argentina, con una disminución de 6% de la cantidad de horas trabajadas, en la comparación de 2022 con 2019.

En cantidad de puestos, los datos del Indec permiten estimar que, solo en los 31 centros urbanos donde se hace la medición de la EPH había, entre julio y septiembre de 2022, 17.342 puestos menos que en 2019 (una caída de 2%), un año en el que ya se habían perdido 27.178 puestos. Con cuarentena, en 2020 se profundizó la destrucción de puestos y hubo, en el tercer trimestre, 211.662 trabajadoras menos que en el año previo.

En cuanto a los puestos registrados y pese a que hay políticas de incentivos fiscales vigentes, el número también es más bajo que en la prepandemia: en noviembre de 2022, según el dato más reciente del Sistema Integrado Previsional Argentino, había 23.937 registros menos que en ese mes de 2019 (lo cual implica una caída de 4,8%).

Maurizio menciona tres factores que influyen en la tendencia. Uno es el teletrabajo, que, en algunos casos, llegó para quedarse de forma total o parcial, porque la modalidad implica una nueva organización en los hogares, que puede reducir las contrataciones o las horas de trabajo requiridas, en un efecto “estructural o de largo plazo”. La segunda cuestión es la caída de ingresos en los hogares que son o podrían ser contratantes, algo con mayor incidencia en un país con alta inflación, como la Argentina.

En relación con ese último aspecto, los datos llevan a concluir que el peso del gasto que implica contratar servicio doméstico en los ingresos del hogar se fue incrementando. Más allá de los montos, las remuneraciones hoy vigentes para la actividad son un 120% más altas que las de un año atrás, mientras que, según se estima, el salario promedio avanzó bastante menos (a diciembre, último dato disponible, la suba interanual de la remuneración promedio de los asalariados formales fue de 89%, mientras que el salario del servicio doméstico aumentó en ese período a 108%).

Con la recomposición correspondiente a este mes -de 4% sobre los valores que regían en noviembre último- los valores mínimos a pagar al personal de casas particulares son de $611,50 y $659,50 por hora, según se trate de personal con o sin retiro, y de $75.075 y $83.482,50 por la jornada mensual completa, también según se trate de la modalidad con o sin retiro, respectivamente. Las obligaciones que se fueron sumando para quienes contratan (incluyendo las que rigieron durante la cuarentena) también son un factor que puede estar influyendo en el hecho de que, incluso existiendo incentivos fiscales, no se recupere el nivel de contrataciones.

El tercer factor es el cambio que puede estar ocurriendo desde el lado de la oferta. “Algunas personas no regresaron al mercado de trabajo”, dice Maurizio. Y agrega: “Es posible que no se vuelva a los niveles de empleo de 2019 en el servicio doméstico, pero el desafío es cómo lograr que las personas estén en la actividad laboral”.

Santiago Poy, investigador del Conicet y de la UCA y uno de los autores del libro La sociedad argentina en la pospandemia (Siglo Veintiuno Editores), analiza que detrás de la caída parece haber, al menos en parte, una reconversión de trabajadoras hacia tareas por cuenta propia, como el comercio o el ofrecimiento de servicios barriales; eso tiene algunas ventajas, como la de no tener que viajar.

Es una hipótesis que se condice con el alza de los índices de precariedad, y que tiene un punto de apoyo en el hecho de que la tasa de actividad femenina (porcentaje de la población de 14 años y más que trabaja o busca trabajar) no cayó, sino que creció: según datos del Indec de los terceros trimestres, era de 49,2% en 2019; 45,4% en 2020; 50,4% en 2021 y 51,5% en 2022.

Según las conclusiones del citado libro sobre la pospandemia, que expone un informe compilado por Poy, Agustín Salvia y Jésica Romina Pla, el llamado segmento microinformal de la economía está ganando peso sobre el total. En ese sector, en el que está ya el 53,6% de las personas con alguna ocupación laboral, hay trabajos inestables y sin aportes, caracterizados frecuentemente por su escasa productividad, sus bajos ingresos, su alto nivel de rotación y su falta de conexión con la economía registrada; muchas veces, son trabajadores que combinan la realización de tareas de manera informal con el cobro de planes sociales pagados por el Estado.

La dinámica de crecimiento que tiene el sector informal se explica por diversos factores. Desde el lado de la oferta de empleos, se advierte que una economía inestable, con restricciones y reglas cambiantes, no se crean puestos registrados en cantidad suficiente. Por el lado de la demanda de ocupaciones en blanco, el contexto y las políticas públicas no generan los incentivos correctos (más bien, ocurre muchas veces lo contrario) para que quienes son informales sientan la necesidad o vean conveniente de salir de ese espacio para ir a la economía registrada.