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El último movimiento de 'Sálvame' explica el fin de 'Déjate querer'

Para lograr mantenerse a flote, Sálvame está reinventando sus contenidos de manera incesante. En los últimos meses, por ejemplo, vimos a Carlos Lozano recorrer las playas españolas para dar voz a los espectadores, y Belén Esteban estuvo al frente de una sección al más puro estilo de El diario de Patricia, y que se bautizó como Lo de Belén.Ahora, la última ocurrencia es Ding Dong, Jorge Javier a domicilio, en la que el presentador se cuela en casa de gente anónima para ver cómo viven. O para arreglar sus problemas del pasado, como sucedió este jueves, en una entrega muy especial que podría explicar el final deDéjate querer.

Durante Sálvame Limón, Jorge Javier Vázquez se metía en casa de dos seguidores del programa, Álvaro y Ana. Hasta Carmen Borrego se dejó caer por allí, para poner más carne en el asador. Y entonces se produjo un giro de acontecimientos, cuando el de Badalona le dijo a Álvaro que sabe que él es de Torrevieja, y que de joven tuvo un buen amigo que dejó de hablarle cuando le contó que era homosexual.

El joven alucinaba ante esta situación, no entendía qué estaba pasando, y solo conseguía decir que sí con la cabeza. Luego añadía que su mejor amigo, con el que era uña y carne, se alejó de su lado para que no le relacionasen con él en el pueblo. Le retiró la palabra, y nunca más volvió a saber de él. Hasta esa tarde.

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Y es que el plan de Sálvame era conseguir que ambos amigos se reconciliasen. Ariel, ese chico que retiró la palabra a Álvaro, intervenía por teléfono y reconocía todo lo que hizo mal en el pasado. Y añadía que le gustaría volver a ver a su colega. “Te vamos a poner un coche y te vienes a casa de Álvaro para que os reencontréis”, proponía entonces Jorge Javier Vázquez, que volvía así Sálvame Limón en un programa de sorpresas, como aquel Hay una cosa que te quiero decir que él mismo presentó hace ya una década.

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Ariel accedía al trato de Jorge Javier, y se produjo el reencuentro de los amigos. Se limaron asperezas del pasado, y en el caso concreto de Ariel, entonó el mea culpa. Sabía que había hecho mal las cosas, pero había cambiado y quería reparar, aunque fuese mínimamente, el daño que provocó. El perdón fue concedido, y se fundieron en un abrazo. Más tarde, hasta acudieron juntos al plató de Mediaset, como grandes protagonistas de la jornada.

Jorge Javier Vázquez en la 'Sálvame Fashion Week' (Mediaset)
Jorge Javier Vázquez en la 'Sálvame Fashion Week' (Mediaset) (Mediaset)

La estampa fue emotiva, y muy bien recibida en las redes sociales, donde los halagos hacia el programa llovieron. Sálvame estaba apostando por un tipo de contenido diferente, muy emotivo, que tocaba la fibra sensible por más que te intentases resistir.

Lo llamativo de este caso es que, hasta ahora, la historia que vimos en Sálvame donde habría encajado mejor es en Déjate querer, el ya desaparecido programa de Toñi Moreno, que el pasado sábado emitió su última entrega. Nunca dejó grandes datos de audiencia, salvo excepciones muy puntuales, y por ello su hueco en la noche del sábado va a ser ocupado por Carlota Corredera y el nuevo formato ¿Quién es mi padre?

Sin embargo, queda comprobado que Mediaset necesita una ventana para que la gente de la calle cuente sus historias, lime sus asperezas, y, por qué no, tengan sus cinco minutos de fama. Así que ¿qué mejor que llevarse ese espíritu de Sorpresa, sorpresaa Sálvame? El programa conseguirá buenas críticas, que nunca está de más, y, de paso, generará un contenido blanco, que le libre de sentencias condenatorias y multas variadas. Que, no nos olvidemos, esta misma semana Jorge Javier tuvo que leer tanto en Sálvame Limón como en Sálvame Naranja la victoria en los tribunales de Cayetano Martínez de Irujo contra Mediaset España, La Fábrica de la tele S.L, Kiko Hernández y la difunta Mila Ximénez por vulnerar su honor en 2017.

De esta manera, Déjate querer no ha muerto como tal. Su espíritu ha cambiado de ventana, se ha ido a Sálvame, y Jorge Javier ha vuelto a ser el perfecto mediador entre conflictos de amigos. Y es que, muchas veces, los programas de televisión ni se crean ni se destruyen, solo se transforman.

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