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Hijos adultos vuelven a casa de papá y mamá: una historia cada vez más habitual en EEUU

La mitad de los estadounidenses de entre 18 y 29 años viven con sus padres, según un análisis del Centro de Investigaciones Pew

Madison Simms, quien vive con su familia tras haber culminado sus estudios universitarios en 2021, en casa, en Glenshaw, suburbio de Pittsburgh, Pensilvania, el 23 de enero de 2023. (Ross Mantle/The New York Times)
Madison Simms, quien vive con su familia tras haber culminado sus estudios universitarios en 2021, en casa, en Glenshaw, suburbio de Pittsburgh, Pensilvania, el 23 de enero de 2023. (Ross Mantle/The New York Times)

Nicole Solero dejó la casa paterna en Orlando, Florida, después de finalizar un programa de educación terciaria en 2019. Ofrecía sus servicios como diseñadora gráfica independiente y vivía en una pequeña población del sur de Florida. Por desgracia, trabajar desde casa la hacía sentirse sola y deprimida, ya que la persona con quien compartía la renta viajaba por trabajo con frecuencia. Así que Solero decidió mudarse de nuevo con sus padres.

En el aspecto financiero, esta decisión le pareció muy lógica a Solero. Además, según explicó, en la cultura hispana a la que pertenece no existe ningún estigma asociado a que los hijos adultos vivan en casa de sus padres. “Nos quedamos en casa hasta contar con estabilidad suficiente para mudarnos”, comentó, “y por lo regular es cuando te casas o encuentras un trabajo que te permite mantenerte por completo”.

Solero, de 24 años, ahora vive en la misma casa que sus padres y su hermano y es pasante en una agencia de relaciones públicas. También trabaja en proyectos independientes. En algunas ocasiones ayuda a sus padres a pagar gastos comunes, como alimentos o detergente, pero no tener que pagar renta le permite ahorrar alrededor de 600 dólares al mes. Dijo que planea mudarse en los próximos dos años, una vez que consiga trabajo.

Algo cada vez más común

En general, los adultos jóvenes sienten la necesidad de abandonar la casa paterna porque es una forma de marcar el paso a una nueva etapa en que adquirirán independencia financiera y comenzarán a crear su propia vida y profesión lejos de sus padres. Pero algunos miembros de la generación Z y los milénials más jóvenes, debido a factores como los elevados costos de la vida cotidiana, las deudas de sus préstamos estudiantiles, las obligaciones familiares o las tradiciones culturales, se quedan en casa más tiempo de lo que esperaban. La pandemia y la desaceleración económica que causó son otros factores que obligaron a muchos adultos jóvenes a volver a vivir con sus padres.

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Según un análisis del Centro de Investigaciones Pew realizado con datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos, la mitad de los estadounidenses de entre 18 y 29 años vivían con sus padres en julio. Además, aunque más de un tercio de los estadounidenses que participaron en una encuesta del instituto en octubre de 2021 indicaron que era malo para la sociedad que los adultos jóvenes vivieran con sus padres, muchos jóvenes dijeron que era necesario para poder alcanzar con más facilidad sus metas personales y financieras.

Tim Morris, de 23 años, culminó sus estudios universitarios en 2021 con una deuda estudiantil de aproximadamente 53.000 dólares. Decidió mudarse de nuevo con sus padres en Akron, Ohio, y ha logrado reducir el importe de esa deuda a cerca de 24.000 dólares. Morris dice que es como vivir con compañeros de cuarto que “pagan todo”. Además de sus gastos, solo debe pagar el gas.

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Wanda Alvira, a la izquierda, Richard Solero y Nicole Solero con su perro, Billy, en su hogar en Orlando, Florida, el 24 de enero de 2023. (Todd Anderson/The New York Times)
Wanda Alvira, a la izquierda, Richard Solero y Nicole Solero con su perro, Billy, en su hogar en Orlando, Florida, el 24 de enero de 2023. (Todd Anderson/The New York Times)

“No es lo que quiero, pero me aguanto porque me está ayudando a bajarle mucho a mis deudas”, comentó Morris.

Morris, auxiliar químico en una empresa dedicada a la fabricación de silicona, gana alrededor de 2800 dólares al mes después de impuestos; de ese total, destina 850 dólares al pago de su préstamo estudiantil. También hace aportaciones a una cuenta individual de ahorro para el retiro Roth, un plan 401(k) y una cuenta de corretaje, y planea ahorrar aproximadamente 14.000 dólares para un año de renta de un apartamento en el futuro. Morris también cuenta con un fondo para emergencias de más de 2000 dólares.

Para Morris, uno de los principales retos de vivir en casa es la factura que le ha cobrado a su vida social y la libertad de tener citas. Sus padres están jubilados, así que debe pedir permiso si quiere invitar amigos a la casa. Morris comentó que ha tenido pocas citas desde que volvió a vivir en casa y que uno de los motivos es que no cuenta con su propio espacio.

“No es tan atractivo salir con alguien que todavía vive con sus padres”, señaló.

Morris todavía tiene una deuda de alrededor de 8000 dólares por préstamos privados para sus estudios y espera mudarse cuando los liquide. Se planteó como meta conseguirlo para finales de septiembre.

Una decisión financiera con sentido

Cuando los jóvenes deben pagar préstamos estudiantiles, esperan arrancar un negocio o quieren ahorrar para comprar una casa o pagar una boda, vivir en la casa de sus padres puede ser una decisión financiera positiva, aseveró Jovan Johnson, copropietario de Piece of Wealth Planning, empresa de asesoría financiera. Johnson recomendó que, cuando consideres la posibilidad de mudarte, es importante verificar que cuentes con suficientes ingresos para cubrir la renta y tus gastos cotidianos, además de tener fondos reservados para caso de emergencia equivalentes a seis meses de renta y gastos básicos. También enfatizó la importancia de la preparación emocional para ese siguiente paso.

“Asegúrate de estar listo para esa independencia y todo lo que implica”, recomendó. “Es un poco distinto cuando vives solo y dejas de tener ese apoyo”.

Vivir en casa es necesario para Kiah Ranstead porque cuida a sus padres, ambos discapacitados. Ranstead, de 30 años, vive en Kent, Illinois, y ayuda con las tareas del hogar, se encarga de los medicamentos de su mamá y de llevarla a sus consultas médicas.

Ranstead está desempleada porque está esperando que se le programe una cirugía de túnel carpiano, aunque espera trabajar en el sector editorial algún día. Debe 60.000 dólares por un préstamo estudiantil y espera pagarlos cuando tenga trabajo. Sus padres utilizan sus pagos del Seguro Social para cubrir los gastos de la casa.

Ranstead mencionó que casi todos sus conocidos ya no viven con sus padres. “Creo que sí me ven con malos ojos porque todavía vivo en casa, pues ya no soy tan joven y no estoy casada ni tengo hijos”, añadió. Pero explicó que, si se mudara, tendría que contratar a alguien para cuidar a sus padres.

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c.2023 The New York Times Company