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El significado de ‘No quiero ir a la playa’

¿Tu novio no entiende por qué no quieres ir a la playa? / Foto: Thinkstock
¿Tu novio no entiende por qué no quieres ir a la playa? / Foto: Thinkstock



Texto: Mariana Israel


Vamos a poner cualquier excusa: que la arena nos molesta y nos pica; que las olas nos dan miedo; que el viento nos despeina o que somos muy conscientes de la amenaza del cáncer de piel (¡el sol está taaaan fuerte!). Pero ninguna va a ser cierta.

Lo que en realidad queremos decir cuando pronunciamos que “no queremos ir a la playa”, es que nos rebelamos contra ese traje de baño minúsculo que esconde poco y muestra todo. Y por todo me refiero a la celulitis, las estrías, la blancura de la piel, las libras extra, la flaccidez, la falta de gimnasio… TODO.


[Relacionado: La odiosa celulitis]


Nos violenta a tal punto el tema, que terminamos preguntándonos en qué momento de confusión dejamos de ir a playa en bermudas con volados y cofias. Quien haya inventado el bikini, nos cavó la tumba.

Mi trauma de la playa en Argentina, donde vivo, empieza cuando estoy todavía atragantada con los turrones navideños y el champán de fin de año. Llega la primera invitación a una piscina ajena o a la playa, y se despierta la ansiedad por devorar todo artículo o revista que arranque con “cómo lucir espléndida en traje de baño” o “las dietas mágicas del verano”.


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“Discúlpame, pero no voy a poder ir porque estoy con mucho trabajo”, miento. Mentimos, todas. ¿Quién está con mucho trabajo en pleno verano? A menos que seas una workaholic, en algún momento tendrás unos días de descanso.

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ELLOS no nos ayudan a superar el complejo. Ponen un pie en la playa y clavan sus ojos de perro hambriento en cuanto físico escultural pase por delante de ellos. Y nosotras, mientras, carcomemos la bronca desde la reposera y criticamos sin piedad a esas “flacuchas infraalimentadas” que desfilan en microbikinis (¡qué tupé!).

El pudor no es lo único que nos frena a la hora de pasearnos en traje de baño por la arena. Para Betina Suárez, autora del blog “Mujer, madre y argentina”, es sobre todo una cuestión de buen gusto: “Ya sé yo que las arrugas se estiran con caricias y que la sensualidad no es directamente proporcional al peso o a la celulitis. No es eso. Es la @ malla lo que no me gusta”. Si no te queda bien, no te queda bien.


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Hay que reconocer que el verano y la playa (solitaria, eso sí) son un paraíso… “Me gusta el sol en la nuca, lo tibio del viento, las patas en el agua y el atardecer que arrastra el calor. Los contrastes. La piel se deja tocar por texturas que desconoce con la ropa, la piel huele diferente. El cuerpo es más libre en verano”, describe Suárez.

Voy a proponerte una misión para este verano: libera tu cuerpo al sol. Camina por la arena como si estuvieses sola. Olvida las miradas de los otros ¡y mira solamente el mar!

Y tú, ¿cómo te llevas con tu traje de baño? ¿Cómo enfrentas ese primer día de playa, cuando el bikini pone ante los ojos del mundo reveladores detalles de tu anatomía? ¡Escríbenos!