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Del arte a nuestro bienestar: así es como se unen la arquitectura y la salud

Unsplash.

La arquitectura es una de expresión artística de la que depende no solo tener un techo sobre la cabeza, sino nuestra salud.

Aunque parezca que no tienen ninguna relación, hay un «entramado» que es importante conocer a la hora de elegir el diseño de una casa, oficina o algún inmueble.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el estudio «Prevención de enfermedades a través de entornos saludables: una evaluación global de la carga de morbilidad derivada de los riesgos ambientales» de 2016, 24% de las muertes a nivel mundial son por factores en el entorno que se pueden modificar.

De ese porcentaje, 28% son fallecimientos de personas menores de cinco años. Gran parte de las muertes ocurren en países de ingresos bajos o medianos.

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Esta es solo una de las razones por las que requerimos comenzar a fijarnos en la arquitectura en pro de la salud.

Para ahondar en el tema, Juan Carlos Baumgartner, maestro en Neurociencia Cognitiva aplicada al diseño por el Instituto de Arquitectura y Urbanismo de Venecia, comenta en entrevista para Business Insider México los detalles que no debemos olvidar.

Un enfoque necesario

La salud y la arquitectura van de la mano desde tiempos remotos. «Hay que considerar que, detrás de la mayoría de las interpretaciones de cómo funciona el cerebro, cómo vemos y la percepción, son una cuestión bastante sencilla: hace miles de años, fuimos cavernícolas, y hoy nuestro cerebro sigue siendo bastante básico», comenta Baumgartner.

Sin embargo, el estudio de las disciplinas en conjunto es una cuestión que se ha tratado desde hace corto tiempo.

«Se ha empezado a mencionar la influencia de la arquitectura en el comportamiento y el bienestar de las personas pero, recientemente, en la neurociencia, se ha podido demostrar por qué y cómo se relaciona el espacio (con cuestiones de nuestra salud física y mental)», indica.

Padecimientos

Si bien el también autor de Office As A Tribe: sobre el futuro (más humano) de las oficinas hace énfasis en que no hay enfermedades como tal causadas por un deficiente diseño arquitectónico, sí existe registro de padecimientos donde el inmueble «abonó» a ellos y los aceleró.

Eso ocurre principalmente en los sitios donde pasamos más tiempo, que son el trabajo y la escuela.

«En este tipo de espacios, la ausencia de luz natural tiene repercusiones en modificar el ciclo circadiano de las personas, que es el responsable de ayudarte a dormir bien. Es común que (la gente) que labora en espacios carentes (de este elemento) tengan problemas de insomnio», comenta.

A esto se le suma otro factor relevante: el ruido. Tan solo en la Ciudad de México, es la segunda causa de contaminación auditiva, como lo señala Andrea J. Arratibel en Este País.

«Los altos y continuos niveles de acústica liberan cortisol, la hormona del estrés (…). Por ejemplo, si tienes una mala acústica, no cuentas con luz natural y el espacio no te genera tranquilidad, serás una persona con ansiedad, estrés y no dormirás bien. Eso terminará influyendo en otras enfermedades», pondera.

¿Qué nos perjudica y qué nos ayuda?

Según el arquitecto, sentirse bien o mal física y mentalmente en un lugar no depende tanto de un estilo o material específico, sino de diversos aspectos.

«Es bastante complejo porque involucra una infinidad de factores, como los colores y las reacciones en el cuerpo. El color jamás lo ves en abstracto, pero lo notarás en una forma o contexto. Depende del (entorno) cómo lo interpretas. Es casi imposible dar una especie de reglas o soluciones porque cada proyecto tiene (sus propias características) inmersas que hacen. que casi sea imposible saber qué te ayuda y qué no», destaca.

No obstante, un aspecto de la arquitectura que sí puede brindar un apoyo a nuestra salud es contar con vistas al exterior, por ejemplo, o aspectos que hagan énfasis en la naturaleza.

«En materiales dependerá lo que quieras hacer, pero los naturales te traen esta reminiscencia (al medioambiente) y, en muchas ocasiones, son positivos, pero esto no quiere decir que los artificiales hagan algo parecido», expone.

¿Y las políticas públicas?

En Europa, por ejemplo, es imperante que las oficinas tengan ventanas y puedas saber qué pasa afuera. Pero eso no existe en México; para el arquitecto «estamos a siglos de eso».

No obstante, propone dos aspectos. La primera es que las personas especialistas en la materia volteen a ver la relación de nuestra salud con los espacios.

«No hemos logrado convencer al mundo de que la arquitectura puede cambiarte la vida. Antes de esperar que el gobierno lo entienda, lo que teníamos que pensar es que el gremio entienda la responsabilidad como sociedad y el impacto profundo en la salud mental y física. Hay estudios donde se demuestra que la arquitectura puede ayudar a un mejor aprendizaje. Por ello también existe el diseño para la felicidad, donde se ve la repercusión del entorno en las emociones positivas», afirma.

Otro rubro es tomar en cuenta la neurociencia a la hora de hablar de diseño arquitectónico. De hecho, tiene una TedTalk donde hace énfasis en ese tema.

«Lo interesante es que, en los últimos años, se descubrieron tres cosas cotidianas que activan el mecanismo del dolor. La primera es la falta de socialización o su amenaza. Por ejemplo, si tu pareja te corta, te tomas un Tylenol y te sentirás mejor porque ‘enciende’ esa parte del cerebro. El dolor social existe, es real y usa el mismo mecanismo que el físico», expone.

Los otros dos son el aburrimiento y la falta de estética.

«Lo feo, duele. Es interesante porque si pudiera hacer algo en política pública sería dejar de asumir que la estética es banal, de ricos o un lujo, y entender que es una herramienta de sobreviviencia», afirma Baumgartner.

Y aún hay más

Nuestros cerebros son capaces de actuar «en equipo» con los de las personas que nos rodean.

«Es como una película de ciencia ficción, donde cosas increíbles suceden, pero sí ocurren. Los mecanismos del cerebro son como estar en Matrix; puedes modificar un plafón y cambia la manera en la que (nuestra mente) se conecta o se interrelaciona», narra el experto. Esto se debe a la neurosincronicidad.

«Los equipos de alto desempeño, por ejemplo, sincronizan sus cerebros en una actividad de una manera relativamente rápida. Eso quiere decir que la actividad cerebral de 10 personas que era distinta, con sentimientos diferentes, (sus mentes empiezan a avanzar en el mismo tenor) y ahí encuentras la diferencia entre un grupo que no necesariamente produce cosas increíbles a uno que crean (proyectos maravillosos). Uno de los medios con los que parece que ocurre la neurosincronicidad es la arqutiectura», concluye.

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