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Hacia un Banco Central autónomo

El martes vencerán letras por $671.8785 millones, el 52,5% del stock total del BCRA
Es clave la menor incidencia de los ministerios de Economía en el desempeño de los bancos centrales

Con el descalabro monetario (y fiscal) argentino, reflejado en una inflación de tres dígitos, no debiera ser tema de discusión la necesidad de encarar reformas profundas en estos ámbitos. El país necesita una reforma amplia del Banco Central (BCRA) que no puede ser independiente de una reforma que solucione los déficit fiscales crónicos. La Argentina tiene un serio problema de credibilidad en sus instituciones y, para construirla, debe invertir en reputación. El país necesita de políticas que sean sostenibles en el tiempo, consistentes y creíbles de llevarse a cabo. Las modificaciones que se necesitan hacer al BCRA y cualquier programa monetario tienen alta probabilidades de fallar si no se soluciona el problema de los déficit fiscales crónicos.

Con respecto a la entidad monetaria, se necesita una amplia reforma a su carta orgánica referida, entre otras cosas, a los objetivos, la autonomía, la financiación al fisco, la idoneidad del directorio, sus atribuciones en materia de acceso a activos denominados en moneda extranjera y la manera de rendir cuentas al Congreso y a la ciudadanía.

La autonomía, con funciones delegadas y aislados de cuestiones de corto plazo de la política, es fundamental para que el BCRA pueda proveer los bienes públicos de estabilidad de precios y financiera que es en beneficio de todos. Dicha provisión es erosionada por un modelo en el que su Banco Central es el brazo financiero de un gobierno como el argentino, máxime si se trata de instituciones insolventes y sin credibilidad. Sociedades comprometidas con la división de poderes debieran abrazar la autonomía de la autoridad monetaria ya que se trata de limitar el poder del poder ejecutivo de financiarse sin tener que pasar por el poder legislativo. Este podría ser el principal escollo en el camino hacia un BCRA autónomo y se necesita un acuerdo político amplio para vencerlo.

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Para establecer la autonomía en un banco central se deben introducir modificaciones institucionales amplias referidas a facultades y obligaciones de manera que ésta sea sostenible en el tiempo. En su libro “Unelected Power: The Quest for Legitimacy in Central Banking and the Regulatory State”, Paul Tucker (exvicepresidente del Banco de Inglaterra) discute algunos principios necesarios en el diseño institucional de un banco central en su camino a su autonomía; muchos de los cuales se encuentran en las cartas orgánicas modernas. Entre ellos, menciona a la necesidad de un objetivo nominal claro de política monetaria (y no un poder autónomo para emitir y diluir deuda, que debiese ser reservado al Congreso). Las operaciones que afectan el balance deberían ser simples y de la menor magnitud posible que sea consistente con alcanzar los objetivos planteados. Un banco central como prestamista de última instancia no tiene que prestar a instituciones insolventes y, cuando tenga que hacerlo, se necesita un mandato que permita lograr una medida monitoreable sobre la resiliencia de las instituciones del sistema monetario y financiero. Otro principio a tener en cuenta es el de evitar otorgar poderes excesivos en casos de emergencia, y si se incluyese algún poder especial en una situación especial, tiene que tener un mecanismo de aprobación claro y especial, ser temporal y no poner en riesgo el objetivo principal de la estabilidad de precios. Con respecto a las decisiones, el presidente del banco no debiera poder decidir en ninguna materia por él solo y se necesita transparencia en todas las cuestiones. Asimismo, es deseable que las autoridades se comuniquen con la ciudadanía en un lenguaje accesible.

Dada la evidencia empírica de las últimas décadas y los desarrollos en la literatura económica, es evidente la necesidad de contar con un banco central autónomo con objetivos claros principalmente relacionados a la conservación del valor de la moneda (aunque pueda haber objetivos realistas subsidiarios a éste), medibles y con un directorio capacitado que sea responsable del logro de los objetivos.

Si bien los bancos centrales modernos son autónomos, su grado, en la práctica, puede variar en diferentes dimensiones. Por ejemplo, en lo que se refiere a la incidencia del Ministerio de Economía en las decisiones y el reconocimiento o prohibición entre las funciones de un banco central de poder financiar al fisco. El equilibrio deseable tiene que balancear flexibilidad y compromiso en la lucha con la inflación. Dada su historia, la Argentina debiera adoptar los modelos de financiación al fisco y autonomía que den menos flexibilidad para construir credibilidad. Esto sin perjuicio del esquema de estabilización monetaria que se emplee.

Profesor Titular UNSa y director de Proficio. Exgerente de Investigaciones Económicas en el Banco Central de Chile