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¿El Bayern finalizó su reconstrucción sin que nadie lo notara?

Hansi Flick no vio la similitud. Esta primavera, al igual que a otros millones de personas, lo atrapó el “El último baile”, la historia de cómo, siete años después de su primer triunfo, la gran generación de los Toros de Chicago —Michael Jordan, Scottie Pippen y un variado elenco— consiguieron el empuje, el anhelo y la inspiración para conquistar el mundo por una última vez.

La lección que Flick extrajo de la serie es que hay algo intrínseco en la naturaleza de los atletas excepcionales, algo que los separa no solo de lo ordinario, sino de lo simplemente grandioso. La marca de los campeones reales y verdaderos, aseguró Flick, el director técnico del Bayern Munich, es que nunca se rinden.

“Ellos continúan, año tras año”, explicó.

Este verano, aunque su perspectiva era distinta, Flick experimentó una historia con la misma moraleja. Siete años después de que el Bayern obtuvo su primer triplete —el título de la Bundesliga, la Copa de Alemania y el trofeo de la Liga de Campeones de la UEFA—, volvió a hacer magia.

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Vistas desde afuera, las victorias ofrecieron una conclusión narrativa clara: se cerró un ciclo. Tal como ocurrió en 2013, Manuel Neuer, Jérôme Boateng y Thomas Müller jugaron como figuras centrales. Pero ahora Neuer tiene 34 años; Boateng, 32, y Müller cumplió 31 en septiembre.

Ellos son los hilos que conectan al equipo de Flick con aquel que ganó bajo la dirección de Jupp Heynckes. Ellos han ganado ocho títulos de liga de manera consecutiva. Han trabajado con Heynckes (dos veces), Pep Guardiola, Carlo Ancelotti y Nino Kovac. Han ayudado, tal como relata Flick, a redefinir lo que cuenta como el éxito en el Bayern, un club donde “conseguir el doblete es casi un deber”. Pero el tiempo pasa también para ellos.

Flick no lo ve de esa manera. Conoce a Neuer, Boateng y Müller desde hace más de una década, desde los años que pasó como asistente del director técnico de la selección nacional de Alemania. Flick no tiene dudas acerca de “lo mucho que aún tienen para dar”.

“Este no es el último baile para ellos”, añadió.

Su fe está arraigada no solo en la creencia de que los mismos jugadores quieren transformar sus logros de la temporada pasada en el inicio de algo y no en una conclusión, sino también en el hecho de que el Bayern ha logrado aprender la otra lección que “El último baile” ofrece: esa que no habla del triunfo de un equipo, sino del fracaso de un club.

En los deportes, el éxito puede actuar como un somnífero. Un glorioso presente tiende a hacer que el mañana parezca distante, demasiado hipotético como para preocuparse. En el estupor inducido por el éxito, puede parecer que el presente durará por siempre.

Los Toros proporcionan un perfecto caso de estudio. Jordan y Pippen eran el tipo de jugadores que moldeaban el destino a su voluntad. Tenían la instrumentalidad suprema, y por eso el equipo de Chicago tenía capacidad de acción. Ellos eran los protagonistas de la historia: una que giraba en torno a si ganaban o perdían.

Parece que a nadie dentro de los Toros se le ocurrió pensar qué pasaría cuando estos jugadores abandonaran el equipo y desapareciera esa capacidad de acción. En las temporadas siguientes, el equipo se convirtió en uno de los peores de la NBA. Pasaron seis años antes de que volviera a alcanzar las eliminatorias.

Durante un tiempo, todo indicaba que ese sería el mismo destino del Bayern, quizás no en Alemania, donde la supremacía del equipo está tan cimentada que podría pasar gran parte de la temporada en un estado de crisis y aun así ganar el campeonato, pero en Europa seguramente sí.

En el verano de 2019, el exjugador Dietmar Hamann estaba entre quienes exigían una reconstrucción. El club necesitaba “cinco o seis” jugadores, escribió el exfutbolista, para competir con los mejores equipos del continente. El núcleo del equipo —un grupo que incluía a Javi Martínez y Robert Lewandowski, quienes estaban por cumplir los 31 años— era muy viejo, sentían algunos, y su estilo de juego demasiado pesado como para competir con el dinamismo del Liverpool de Jürgen Klopp y el empuje del Manchester City dirigido por Pep Guardiola.

En retrospectiva, sería fácil decir que toda esa preocupación era injustificada, que los rumores sobre el hundimiento del Bayern habían sido bastante exagerados. Sin embargo, sería erróneo. No es que el Bayern no necesitara reconstruirse; es que ese proceso ya había comenzado.

En 2017, el Bayern abrió su nueva academia como parte de una serie de promesas de descubrir a una generación de jugadores que puedan convertir al club, y a Alemania, en campeones en 2030. El equipo era consciente de la necesidad de producir más talento de cosecha propia; en ese apartado, las cosas se habían paralizado un poco después de Müller.

Durante los dos años siguientes, su ética en el mercado de fichajes también cambió hasta desarrollar lo que Hasan Salihamidzic, el director deportivo, define como la estrategia de “los dos pilares”: además de buscar estrellas consumadas, listas para jugar —como Leroy Sané, que firmó este verano procedente del Manchester City—, el Bayern también buscaría talentos jóvenes prometedores en todo el mundo.

El reto es, por supuesto, ejecutar esas dos cosas al mismo tiempo, es decir, asegurarse de que los jugadores jóvenes puedan integrarse al equipo mientras este sigue ganando. Y es allí donde entra Flick, cuya designación fue inicialmente una solución provisional tras la destitución de Kovac el otoño pasado, pero ahora es campeón alemán y de Europa.

Es evidente que Flick no esperaba estar en esta posición.

Sin embargo, su conjunto de habilidades parece ser ideal para esa tarea. La fortaleza de Flick siempre ha sido su toque personal: quienes han trabajado con él dicen que tiene la habilidad de decir lo correcto en cualquier situación. Flick es, en sus propias palabras, una persona que sabe escuchar.

“Siempre siento que tengo algo que aprender”, aseguró. “Y para lograrlo presto atención”.

Sus jugadores aprecian eso. Boateng, cuya partida del Bayern parecía inminente, ha estado pensando en extender su contrato. Dice que ha vuelto a divertirse.

Oliver Khan, programado para iniciar funciones como director ejecutivo del Bayern en enero, está impresionado por lo mucho que el equipo parece haber mejorado desde que ganó la Liga de Campeones. El club no se ha dormido en sus laureles: aprendió a saborear el hoy pensando en el mañana. Lisboa no se siente como el final, sino que realmente da la impresión de ser un principio.

Flick, el hombre que ha ayudado a construir esto, es aficionado a un aforismo; en más de una ocasión ha elegido alguna frase alemana particularmente útil para resumir sus creencias. Una de ellas destaca porque la usa de manera constante y engloba lo que ha llevado al Bayern de vuelta a la cúspide del fútbol europeo y tal vez lo mantenga allí por un tiempo.

“Tenemos un dicho en alemán: no eres dueño del éxito, sino que lo alquilas, y esa renta se debe pagar todos los días”, expresó.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company