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Bullrich vs. Rodríguez Larreta, una final anticipada que definirá la identidad de Juntos por el Cambio

Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta están disputando mucho más que una primaria. Ambos tienen claro que el objetivo es conquistar el alma de Juntos por el Cambio, la principal fuerza de la oposición que, según distintas proyecciones, cuenta con grandes posibilidades de alcanzar la victoria en las próximas presidenciales.

Los competidores parten de diagnósticos diferentes en casi todo y, fundamentalmente, respecto de lo que fue la gestión de Mauricio Macri. Para la exministra de seguridad, el ingeniero no avanzó demasiado rápido; en cuanto que para el jefe de gobierno de CABA no se generaron los acuerdos necesarios para la sustentabilidad de las políticas aplicadas. Para ella, gusto a poco, para él, empalagoso.

El expresidente se inclina -no oficialmente- por la candidatura de "Pato", tanto por razones conceptuales como prácticas. Entre las primeras se destaca la comunidad de ideas alrededor del liberalismo más tradicional, partidario de "semi-dinamitar el país corporativo". Entre las segundas se percibe notoriamente el propósito de castigar la autonomía de "el pelado", una suerte de vendetta calabresa contra quien pretende dejar atrás su liderazgo. Frente a una primera apariencia que podría sugerir lo contrario, Macri es más sanguíneo que CFK, quien suele comportarse pragmáticamente, particularmente frente a quienes pretenden sucederla.

Juntos por el Cambio: el perfil de Patricia Bullrich de cara a las PASO

Sobre ese malestar cabalga Bullrich, encarando con entusiasmo su ejercicio de seducción para con el núcleo duro. Sin preocuparse demasiado por la precisión de los datos puede afirmar que los extranjeros componen la mitad de la matrícula universitaria o que el empleo público es superior al privado en la mayor parte de las provincias. Sacrifica la exactitud en el altar de los sesgos de confirmación. Apela que la escuchen los votantes que quieren una voz de autoridad que confirme sus prejuicios, no que los interpele. Ella, con una larga trayectoria política sabe que el tiempo electoral no es una sucesión de jornadas pedagógicas sino la continuidad de batallas cotidianas para construir "un sentido común" genuinamente ideológico.

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Contra lo que creen muchos de sus votantes -y de sus críticos- el sentido común es una construcción al servicio de un proyecto de poder que poco tiene que ver con razones objetivas y desprejuiciadas y que se sostiene, exclusivamente, en prejuicios químicamente puros. Ella ya tiene su verdad - la verdad-, una fe laica alejada de las "ideas del marketing" que le adjudica en exclusividad a su rival. De allí que sus limitaciones no la limitan, sino que la definen. Cualquier exabrupto se recicla en una muestra de carácter, lo que en su escala de valores es más relevante que la capacidad de gestión.

Hace pocos días declaró estar leyendo el último libro de Henry Kissinger: Liderazgo. Ese volumen consta de un minucioso análisis biográfico de seis personalidades del siglo XX, entre ellas Margaret Thatcher, segura inspiración para un posicionamiento neoconservador. La Dama de Hierro inglesa, que se opuso con firmeza a los sindicatos y abrazó con pasión las ideas del mercado y del orden, es el espejo perfecto, el tipo ideal para terminar de modelar la imagen que busca.

Con distintos métodos,
Con distintos métodos,

Con distintos métodos, Rodríguez Larreta y Bullrich buscan definir el camino de Juntos por el Cambio.

Su estrategia parece apuntar a debilitar la posición de Javier Milei, temiendo que la centralidad comunicacional del libertario canibalice los votos que se auto perciben anti populistas. La paradoja de la situación es que su enaltecimiento del conflicto para construir una nueva mayoría social la ubica en la misma lógica antagónica que predica el kirchnerismo. De allí que se puede suponer que desde las filas de Unión por la Patria vean con buenos ojos la posibilidad de confrontar con ella en la etapa final. Con pocos resultados para mostrar desde el oficialismo la reedición de "ellos vs. nosotros" es un zapato que les podría resultar muy funcional.

El plan de Rodríguez Larreta en Juntos por el Cambio

Rodríguez Larreta se ubica en las antípodas de este razonamiento. Su énfasis está puesto en la forma de gobernar, abogando por la necesidad de acuerdos y consensos que le den sustentabilidad a los cambios que propone. Eso lo hizo asociarse naturalmente con quienes desde la oposición tienen responsabilidades de gestión buscando particularmente el apoyo de intendentes y gobernadores. Obviamente, no logró reunirlos a todos tras de sí, pero se garantizó los de mayor peso específico y pegó un par de "plenos" importantes con las victorias de sus aliados en San Luis y San Juan.

La presencia de Gerardo Morales en la fórmula y la sintonía con Martín Lousteau en CABA evidencian que su visión de la UCR es muy distinta a la de Mauricio Macri. En lo personal, busca suplir con equipos técnicos y prepotencia de trabajo los límites que le impone su personalidad. Su campaña prefiere lo profesional al espontaneísmo y las garantías que le pueden ofrecer las estructuras probadas en sucesivas elecciones.

Aunque detrás de todas estas formalidades subyace una apuesta del todo audaz: se juega entero a que las PASO le permitan anticipar al sector independiente y moderado del padrón su opción definitiva sin esperar a octubre. Ha optado por un mensaje y un estilo que no es el de una interna sino el de una auténtica primaria. Intenta pescar a la vez dentro y afuera de la pecera de Juntos. Para ello se ha arriesgado a la autocrítica de su espacio de modo más decidido que cualquier otro. Y ha tensado la cuerda de la amplitud de sus listas al máximo: radicales, Coalición Cívica, Pichetto; Espert, Hotton, Lospennato, etc.

Parece lógico que, para quien predica la apertura en caso de llegar al gobierno, la variedad sea su punto de partida. Pero los riesgos no son pocos. Entre ellos debe contabilizarse el surgimiento de la candidatura "de unidad" de Sergio Massa (Grabois aparte) como reflejo de supervivencia en el poder que interpela tanto a Larreta como a Bullrich.

Pasarse de rosca en los decibeles de la competencia puede generar heridas difíciles de sanar luego del 13 de agosto. Probablemente los dos confíen en que los vencidos acompañen naturalmente a los vencedores. Pero hay otros jugadores frente al tablero. Y también hacen sus jugadas.