MacKenzie Scott, exmujer de Jeff Bezos, lleva la filantropía a otro nivel: la persona más generosa del mundo
En junio de 2020, Jorge Valencia de la Point Foundation comenzó a recibir llamadas y correos de consultores que investigaban su organización, que ayuda a estudiantes lesbianas, gay, bisexuales, transgénero y queer (LGBTQ) a acceder a la educación superior. Querían sus balances financieros y hacían preguntas respecto de cómo estaba respondiendo el grupo a la pandemia. Para una organización sin fines de lucro que depende de las donaciones no era nada fuera de lo común.
Pero lo que sucedió después sí lo fue. Unas pocas semanas más tarde recibieron otra llamada, esta vez con noticias de que MacKenzie Scott, exmujer de Jeff Bezos, que fundó Amazon, quería hacerles una gran donación. No había restricciones respecto de cómo debía gastarse el dinero o planes de controlar el trabajo del grupo más allá de un breve informe anual y con sólo el pedido de no nombrar la fuente de la donación por unas semanas. Valencia no dice cuánto dinero les dio Scott. Pero en medio de la pandemia, cuando muchos grupos sin fines de lucro están preocupados por la posibilidad de quedarse sin fondos, ha permitido a la Point Foundation aumentar a más del doble el número de jóvenes a los que ayudará este año. “Fue un don de Dios”, dice Valencia
Scott es una multimillonaria inusual. Novelista de oficio, recibió una vasta fortuna cuando terminó su matrimonio de 25 años con Bezos en 2019. Como resultado del acuerdo de divorcio se ha convertido en la 22° persona más rica del mundo, con un valor neto de alrededor de US$60.000 millones. Pero de un tipo muy contenida. Se ha casado con un profesor de ciencias de la escuela a la que van sus hijos en Seattle y firmó el compromiso por el que promete donar la mayor parte de su riqueza. Sus únicos comentarios sobre su filantropía hasta ahora están contenidos en tres breves mensajes de blog acompañados por referencias a poemas de Rumi y Emily Dickinson.
Poder inmenso
Esa discreción enmascara un inmenso poder. A lo largo de la pandemia Scott se ha convertido en una de las filántropas más generosas de la historia, anunciando donaciones por US$8600 millones en doce meses. Se piensa en general que es la mayor suma que alguien haya dado a grupos de caridad en operaciones en un periodo tan breve.
Otra gente rica tiende a dar a fundaciones que luego entregan subsidios a lo largo del tiempo. The Bill and Melinda Gates Foundation, la mayor fundación privada de desarrollo de Estados Unidos, por ejemplo, repartió US$5800 millones en 2020.
Scott también es excepcional por el modo en que dona. La mayoría de los “megadonantes” hoy en día tienen un enfoque tecnocrático. Crean una fundación, hacen que los solicitantes respondan a un duro proceso de solicitud, financian proyectos específicos y los controlan estrechamente. Scott está donando a la manera que lo hace la gente de clase media: le dona a una cantidad de organizaciones y permite que lleven adelante su trabajo. Como dice Benjamin Soskis del Centre on Non-Profit and Philanthropy del Urban Institute, “su prioridad fundamental es que el dinero salga por la puerta”.
La primera gran decisión que toma la gente rica cuando decide dar dinero es a quién dárselo. Scott ha confiado en asesores externos, incluyendo el Bridgespan Group, una consultora sin fines de lucro separada de Bain and Company, en vez de crear una burocracia permanente propia. El enfoque por el que se ha decidido involucra repartir fondos a organizaciones relativamente pequeñas, que trabajan en una gran variedad de temas, incluyendo igualdad racial y de género.
Una buena porción de los regalos de Scott han ido a grupos locales en Estados Unidos, como comedores populares y asociaciones de jóvenes cristianos. Bloomberg News envió una encuesta a los 786 receptores y recibió 270 respuestas. Encontraron que la mitad, excluyendo colleges y universidades, tienen menos de 50 empleados y para casi el 90% de ellos la donación de Scott es la mayor que han recibido jamás. Eso hace contraste con la Fundación Gates, que ha entregado alrededor del 30% de sus fondos totales en las últimas dos décadas a 10 grandes grupos internacionales, incluyendo la Organización Mundial de la Salud; Gavi, la alianza por la vacuna; y el fondo global para combatir el sida, tuberculosis y malaria.
Sin restricciones
El segundo paso es decidir cómo entregar el dinero. En este caso la elección de Scott de entregar subsidios sin restricciones es particularmente popular con los beneficiarios. Los líderes de organizaciones sin fines de lucro se quejan que los donantes demasiado a menudo atan el dinero a proyectos específicos, lo que los deja con dificultades para financiar las operaciones cotidianas. Un tercio de los grupos que recibieron fondos de Scott están usando el dinero para contratar más personas y más de un quinto planea invertir en tecnología, según la encuesta de Bloomberg.
A Scott le gusta dar fondos a personas con experiencia personal de los problemas que están tratando de solucionar. Por ejemplo, The Interfaith Youth Core, que recibió un regalo de US$6 millones fue fundado por Eboo Patel, un musulmán ismaelí indoamericano. La organización sin fines de lucro con sede en Chicago ha decidido usar parte del dinero para lanzar una publicación online que escribe sobre personajes como jugadores de béisbol judíos y sobre los festivales de vudú en Haití. La entrega de dinero sin condiciones de Scott lleva implícita, dice Patel, el reconocimiento de que la persona que tiene el dinero no necesariamente sabe qué es lo mejor. “Hace que el receptor se sienta honrado y dignificado”, dice.
El tercer paso es evaluar lo que las organizaciones hacen con el dinero. Scott ha dicho poco respecto de esto pero sus beneficiarios dicen que en esto también tiene un toque liviano. A uno de ellos, el Centro Nacional de Filantropía familiar, se le ha pedido que todos los años presente un informe ‘breve” para los próximos tres años que diga que está haciendo la organización. No hay ningún modelo para el informe y ningún esfuerzo por aconsejar a sus directivos. Scott acuñó un término para este enfoque: “sembrar cediendo”.
Fuera o no su intención Scott presenta un desafío al modelo burocrático de arriba hacia abajo que ha dominado la filantropía estadounidense por décadas. Ya parece estar influyendo en otras personas ricas. Se acusa al exmarido de Scott de no querer firmar el compromiso de donar su fortuna. Pero cuando Bezos aterrizó en tierra después de su primer vuelo al espacio este año, anunció un regalo de £200 millones que fue una sorpresa para los beneficiados y adoptó la forma de subsidios sin restricciones. “No hay burocracia”, dijo.
Poca transparencia
Nada de esto significa que Scott haya encontrado una fórmula mágica. En la búsqueda de discreción queda de lado la transparencia. Mantiene en secreto quiénes son sus asesores de modo que los líderes de organizaciones sin fines de lucro ansiosos por aparecer en su radar no tienen manera de contactarla, fuera de hacer comentarios en su blog. Hay tantos estafadores que pretenden repartir dinero en su nombre que la presentación de Scott en Twitter orienta a las víctimas a una página de quejas del FBI. Y debido a que dona en forma individual, no tiene los mismos requerimientos de informar que una fundación. Rob Reich de Stanford University señala que esta opacidad es rara entre los grandes donantes. Cree que “es insultante para los ciudadanos democráticos por el tipo de poder que blande”.
Por supuesto que la estrategia de Scott podría cambiar. Recién comienza con su filantropía. Incluso al anunciar su primera ronda de subsidios el año pasado se comprometió a “seguir hasta que la caja de seguridad esté vacía”.
Eso podría ser más difícil de lo que suena. La fuente de su fortuna es una participación del 4% en Amazon que recibió como parte del acuerdo de divorcio en abril de 2019. Las acciones del gigante del comercio electrónico han aumentado un 95% de su valor desde entonces. La caja de seguridad de Scott está más llena ahora que cuando comenzó a sacar dinero a paladas por la puerta.
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