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Los civiles voluntarios que combaten el yihadismo en Burkina Faso

Ouahigouya (Burkina Faso), 18 may (EFE).- Hace dos años, Sayouba Ouédraogo, agricultor y ganadero de 45 años, decidió unirse a las filas de los Voluntarios por la Defensa de la Patria (VDP), civiles que combaten en Burkina Faso a los grupos yihadistas en colaboración con las Fuerzas Armadas.

Lo hizo junto a otros compañeros de su localidad, Barga, situada en la Región Norte y fronteriza con la Región del Sahel, zona que sufre desde 2015 recurrentes ataques de grupos ligados tanto a Al Qaeda como al Estado Islámico, que han ocasionado ya el desplazamiento interno de más de 1,85 millones de personas.

"La gente del bosque (los terroristas) solía venir regularmente a nuestro pueblo. Al principio dijeron que sólo buscaban a militares y funcionarios del Estado", explica a Efe Ouédraogo en Ouahigouya, la ciudad más grande de la Región Norte, próxima al vecino Mali.

Según el agricultor, "luego exigieron que los hombres se cortaran los pantalones y se dejaran crecer la barba. Las mujeres debían llevar un velo completo. Empezaron a robar nuestro ganado".

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"Como hombres del pueblo, no podíamos quedarnos de brazos cruzados, sobre todo cuando empezaron a azotar a las personas ancianas y a las mujeres que no respetaban sus normas", cuenta con rabia.

Entonces decidió tomar las armas y recibió dos semanas de formación militar.

Tras un recrudecimiento de los ataques yihadistas, el 21 de enero de 2020, la Asamblea Nacional aprobó por unanimidad una ley que regulaba la figura de los VDP.

Esta ley permite alistar a burkineses mayores de 18 años como "auxiliares de las fuerzas de defensa y seguridad (FDS), para servir voluntariamente a los intereses de seguridad de su aldea o sector de residencia".

Entre sus misiones están vigilar, recabar información en caso de ataque y tienen permitido responder a los ataques de yihadistas hasta la llegada de los militares para lo que, tras la formación de dos semanas, se otorga a cada VDP un fusil Kalashnikov.

SENTIMIENTO DE ABANDONO

No obstante, muy pronto, Ouédraogo y sus compañeros se decepcionaron al sentirse abandonados a su suerte y convertidos en un nuevo objetivo de los terroristas.

"En Barga, éramos dos grupos de VDP. 80 personas para 17 armas y sólo había 10 que tenían un cargador cada una. Cuando nos llamaban, sólo 10 podían ir. Estábamos perdidos desde el principio, no sabíamos cómo organizarnos", admite.

Según este combatiente civil, las primeras deserciones comenzaron durante sus primeros enfrentamientos con los terroristas, cuando se dieron cuenta de que el enemigo estaba mejor equipado.

Issouf Nacanabo, también de Barga, llevaba ya 20 años enrolado en los grupos de autodefensa de Burkina Faso para luchar contra la inseguridad en las zonas rurales, denominados Koglweogo, cuando la violencia de los yihadistas le hizo apoyar al Ejército como VDP.

Pero, al igual que Ouédraogo, no tardó en caer en el desánimo.

"Las armas no son suficientes. Tampoco tenemos motos para desplazarnos. ¿Cómo podemos enfrentarnos a gente que se desplaza y está fuertemente armada?", cuenta este sexagenario, al señalar que les prometieron dinero pero sólo les pagaron al principio, una vez.

ARMAMENTO INSUFICIENTE

Contactados por teléfono por Efe, dos VDP de Kaya, capital de la región Centro-Norte, señalan también su sensación de abandono por el Estado.

"Es cierto que nos comprometimos voluntariamente, pero en este momento tenemos la sensación de haber sido abandonados y traicionados, porque todo lo que se prometió para apoyarnos no se ha hecho", indica uno de ellos bajo petición de anonimato.

"Sin embargo, está claro que los militares por sí solos no pueden derrotar a los terroristas", agrega.

Reconocido como civil armado, este VPD explica que ahora su vida y la de su familia están en constante peligro y asegura, al incidir en la falta de material de guerra, que si muchos hubieran conocido estas condiciones de antemano, no se habrían alistado.

Salif Belem, jefe de los Koglweogo y VDP en la comuna de Thiou, en la Región Norte y cerca en la frontera con Malí, relata a Efe lo difícil que es alimentar a su familia en un lugar totalmente en manos de los terroristas, a pesar de su compromiso junto a otros VDP.

"La situación se está enquistando, el miedo gana terreno", afirma Belem, al lamentar que, "por desgracia, el Gobierno escucha más a los políticos que a nosotros, que estamos sobre el terreno".

No existe una cifra oficial del número de VDP alistados, ni si habrá un cambio de paradigma de la junta militar que dirige el país para estos voluntarios, que también han sido acusados por organizaciones internacionales, como Human Rights Watch, de cometer homicidios ilegítimos de decenas de civiles.

Tanto Nacanabo como Ouédraogo decidieron deponer las armas y se refugiaron en Ouahigouya.

Nacanabo tomó esa decisión tras una emboscada yihadista en los alrededores de la urbe norteña de Titao, cuando el desánimo cundió en las filas de los VDP tras la muerte del líder de su grupo y él, secretario general de ese contingente, decidió dejar de enviar a sus compañeros al matadero.

"Nuestro pueblo está en manos de los terroristas. Mientras hablo se pasean por todas partes. Con 17 personas, si te encuentras con más de 50 fuertemente armadas, no es fácil", asegura, al enfatizar que "la gente está desanimada".

"Si tuviéramos las armas -concluye con frustración-, nos habríamos quedado para defender nuestra tierra".

Tiga Cheick Sawadogo

(c) Agencia EFE