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"¿Cuándo se van a dejar de afanar?"

La pregunta se produjo cerca del final del debate presidencial y fue el momento en el que el trabajo de los coaches, el autocontrol, el ejercicio de tantos años de política y de enfrentar debates y cuestionamientos, se desmoronó en cuestión de segundos. El experimentado ministro de Economía, Sergio Massa, el mismo que sin tapujos explica cómo va a gobernar un país que ya gobierna, desde el 10 de diciembre si gana la elección, el que con descaro plantea que todo será diferente porque se tratará de "su gestión" y esta es "otra gestión, se cayó a pedazos.

No importó lo que dijo después, ya nadie lo escuchó. Cuando Patricia Bullrich espetó su inesperada pregunta, Massa perdió el control y su lenguaje gestual fue la única respuesta que importó. Abrió grandes los ojos, incluso, los giró hacia un costado, indicador claro de la búsqueda de ayuda donde nadie había para rescatarlo. Luego, arqueó sus cejas, y lo hizo dos veces, un gesto involuntario que suelen hacer las personas cuando están abrumadas ante una pregunta para la que no tienen respuesta.

No terminó allí el concierto de gestos del candidato presidencial, ante una pregunta de Bullrich que claramente lo desmoronó. Si el intercambio de preguntas y respuestas se hubiese producido al principio y no al final del debate, el derrumbe anímico del ministro de Economía hubiese sido bastante más notorio.

El momento clave fue aquel en que levantó los antebrazos y puso las palmas de las manos hacia arriba, exactamente como el stiker del servicio de mensajería whatsapp que indica que: "no tengo idea, no puedo hacer nada", la respuesta gestual de Massa fue literalmente "yo que sé". A partir de allí balbuceó un contragolpe inconducente, ya está todo dicho sin pronunciar palabra. Con una pregunta simple y directa, Bullrich hizo implosionar a Massa.

Bullrich apuntó contra la corrupción K y Barrionuevo

Toda la noche la candidata de Juntos por el Cambio bombardeó al postulante oficialista con la corrupción, basada en la actualidad que le brindó al tema, el paseo del jefe de Gabinete de la Provincia de Buenos Aires, Martín Insaurralde, por Marbella, en yate, con champagne francés y una modelo conocida. Amén claro, de su divorcio de otra modelo, Jesica Cirio, y la aparente división de bienes que habría dejado en poder de la blonda 20 millones de dólares.

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Massa se defendió como pudo y utilizó un recurso que fue poco eficiente, le enrostró a Bullrich haber protegido a Gerardo Millman. Pero estaba hablando de alguien desconocido, casi nadie sabe quien es Millman, ni mucho menos qué cosa se le imputa. Este tipo de acusaciones requiere que los nombres en juego tengan un impacto y Masa no encontró que cosa imputar a Bullrich, ni tampoco a alguien notable de su entorno a quien atacar. Millman es "casi nadie" y los hechos que se le imputan son difusos, poco relevantes y hasta ridículos, en todo caso fue un mensaje interno del candidato peronista, para su propio núcleo duro.

Durante el debate. Bullrich bombardeó a Massa con la corrupción
Durante el debate. Bullrich bombardeó a Massa con la corrupción

Durante el debate, Bullrich bombardeó a Massa con la corrupción y este no hizo más que titubear antes de cada respuesta

Bullrich por su parte utilizó mensajes simples, aprendió a formular las preguntas en forma directa, sin rodeos y apuntó al corazón de sus rivales. Lo hizo también con Javier Milei, al que le preguntó cómo quería cambiar las cosas con sus listas llenas de "chorros" y ejemplificó la situación utilizando a un personaje que sí conoce todo el mundo desde hace 40 años: Luis Barrionuevo. Le imputó al economista ser financiado por el sindicalista y Milei no tuvo respuesta.

Analizar los gestos del atribulado candidato es ocioso, dado que su actitud corporal revela una maraña de gestualidad incoherente, movimientos faciales no relacionados entre sí, muchos de ellos forzados para darle perfil al personaje y muchos otros, parte de su propia inestabilidad emocional. 

Milei, vacilante

Pero en Milei, la zozobra se percibe cuando las vacilaciones aparecen en la expresión oral, cuando los "ósea" y los "digamos" se multiplican, cuando su osada verborragia se enfrenta a segundos de silencio que no puede rellenar con la enumeración de autores austríacos. Y fue lo que pasó ante la pregunta de Bullrich.

Luego de las primeras vacilaciones, trató de contragolpear diciendo que la candidata de Juntos por el Cambio también tiene "chorros" en sus listas, pero lo hizo sin mencionar a ninguno, lo que desvirtuó su respuesta acusatoria y a la vez, implicó una aceptación evidente de que sabe que tiene personajes de estas características en su entorno. Pero lo que siguió fue peor, porque Milei, intentó defender el derecho de Barrionuevo a arrepentirse y ser una persona mejor, algo que nadie cree que pueda ocurrir en quien, su frase mas reconocida es "tenemos que dejar de robar dos años", otra frase tan antigua como épica, de quien reconoce que roba.

Fueron dos momentos cumbre del debate presidencial. Bullrich había sacado ventaja cuando se expuso sobre seguridad. Luego hizo lo propio cuando se habló de trabajo y producción, y por fin, mantuvo la ventaja al hablar de desarrollo humano y ambiente. En términos boxísticos, ganaba por puntos hasta allí, pero en el cruce de preguntas entre candidatos, ninguno logró incomodarla, y por el contrario, fue ella quien literalmente, demolió a sus adversarios con dos preguntas que ninguno supo responder sin evidenciar su extrema debilidad, allí, sobre el final, se produjo el knock out.