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El cultivo estrella del 2023 que ahora tiene una campaña para el olvido

Hace un año, en medio de la fuerte sequía que afectó a la mayor parte de la zona núcleo, el corazón agroindustrial de la Argentina, los productores de girasol eran los únicos que tenían algo que celebrar. Las propias características genéticas de la oleaginosa hicieron entonces la diferencia.

El llamado "gen anti-sequía" o Hahb4, permitió en alguna medida a los productores de girasol surfear la ola y lograr una cosecha en niveles similares a los del año anterior, en un contexto en que el resto de los cultivos – soja, maíz, trigo, especialmente- vieron desplomar en forma muy relevante sus niveles de producción y rindes, que llevaron a caracterizar la campaña de granos 2022/23 como la peor en seis décadas.

El trabajo de los investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), dos décadas atrás, liderados por la doctora Raquel Chan, había sido clave, al lograr aislar y caracterizar a gen Hahb4, que le da al girasol una alta tolerancia a condiciones de estrés hídrico.

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Así, las plantas con este gen -no todas lo tienen- están en mejores condiciones de sobrevivir en situaciones de sequía. Pese a ello, para el éxito de la campaña es clave que haya determinados perfiles de humedad en los suelos al momento de la siembra.

En algún punto, en la campaña girasolera que acaba de terminar, la "taba" se dio vuelta y los números que arrojó el cultivo están todos en rojo en relación a la campaña anterior. Una combinación de factores que van desde una sequía inicial a estrés hídrico durante el verano y una campaña con intensas lluvias en el contexto del fenómeno El Niño hacia mediados de marzo, sumado a una caída de precios internacionales, explican el resultado.

Números para olvidar

El último informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) indica que en la campaña 2023/24 se sembraron 1,85 MHa (millones de hectáreas) menos, o lo que es lo mismo 21,3% de reducción de la superficie implantada versus la campaña previa. Desde el Departamento de Estimaciones Agrícolas de la entidad aseguraron que hubo "importantes demoras durante los primeros meses, causando reducciones respecto a los planes de siembra iniciales".

En este escenario la campaña de girasol terminó con una cosecha estimada en 3,6 MTn (millones de toneladas), lo que supone una merma de 500.000 toneladas de girasol respecto de la estimación inicial (4,1 MTn), que ya era menor a la del ciclo 2022/23. Así, se cosecho un 21,7% menos y se perdieron en un año un millón de toneladas.

"A la imposibilidad de concretar los planes de siembra por sequía, se sumó el estrés termo-hídrico durante enero y febrero y los temporales de marzo que impactaron negativamente en la performance del cultivo", explicaron en la Bolsa de Cereales porteña.

"El girasol fue el único de los cultivos extensivos que aportó un volumen inferior de cosecha en comparación a la campaña precedente. Se trata de aproximadamente 1 millón de toneladas menos con una estimación nacional de 3,60 millones en este ciclo 2023/24", precisó Eugenio Irazuegui, analista de mercados agrícolas en la corredora de granos Zeni.

Para el experto parte de esta caída se explica por la retracción en la superficie sembrada. "Una porción de hectáreas, que inicialmente iba a destinarse en las provincias norteñas, quedó sin incorporarse a raíz de la falta de humedad, principalmente en la provincia de Chaco", señaló Irazuegui.

"El estrés hídrico derivado del clima seco y más cálido de lo normal incidió en dicha región, lo que se suman Chaco y este de Santiago del Estero", agregó el analista.

Según su mirada, otra de las razones que impactó negativamente en la producción de girasol es la merma en el rendimiento promedio obtenido en campos localizados en el centro - sur de las provincias de Buenos Aires y La Pampa.

La Bolsa de Cereales porteña coincide en los menores rendimientos que caracterizan a la presente campaña. El rinde se ubicó por debajo de la campaña anterior y un 2,9% menos que el promedio de los últimos cinco años.

Molienda y aceite

Un aspecto a considerar es que los volúmenes muy importantes alcanzados en 2022/23 permitieron a la molienda y la producción de aceite tocar los niveles máximos en 15 años, según un estudio de la Bolsa de Comercio de Rosario. Es decir, que en este segmento del negocio, la vara estaba muy alta.

"Para la campaña en curso, estimamos una producción de 3,7 millones de toneladas, y exportaciones de semilla de girasol por 100.000 toneladas", detalló Emilce Terré, economista jefe de la Bolsa de Comercio rosarina.

Según fuentes del mercado el aceite de girasol es el preferido de los argentinos, con una demanda estimada este año en unas 500.000 toneladas. Sin embargo, dos tercios de la producción de aceite (1,1 Mt) se destinará a la exportación, según la proyección de un estudio de la BCR de comienzos de año.

Con este dato, Argentina se posiciona como el cuarto principal exportador mundial de aceite de girasol y este año tendría un "leve incremento interanual del 3%, a pesar del retroceso en la producción", anticipó entonces la entidad.

Este no es un dato menor y el impacto se verá en los números fiscales. Es que la baja de los precios del complejo girasolero, junto a la caída de la producción, "generaría que la economía argentina reciba un 46% menos (en valor bruto de la producción) en comparación con la campaña anterior, con un total de US$ 1.186 millones", señaló la Bolsa de Cereales porteña.

Sólo para comparar, en la campaña previa el producto bruto girasolero trepó a US$ 2183 millones. Y el impacto en la reducción de impuestos en toda la cadena será notorio este año en este contexto.

En cuanto a la recaudación, el complejo de girasol tributa el 7% del valor FOB exportado. En la presente campaña la BCBA estima que serían US$ 292 millones de recaudación, o US$ 196 millones menos que el año anterior. Y las exportaciones generarán cerca de US$ 921 millones, una caída de 659 millones de dólares versus 202/23.