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Desenmascarando el mito del desendeudamiento

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Durante la presentación de más de una hora ante el Tribunal Oral Federal por la causa Irán, el agitado discurso de la vicepresidenta Cristina Kirchner derivó inesperadamente en el tema de la deuda pública. Dijo allí, usando un gráfico para ilustrar sus filosas palabras: “En 2015, cuando termina nuestro gobierno [la deuda representaba] el 37,4% solamente del PBI [producto bruto interno]... Miren lo que pasó en apenas cuatro años: del 37,4%, a fines de 2019 pasamos al 72,6%, casi la duplicaron”. En el mismo gráfico mostró como la deuda era del 116,6% del PBI en 2004, a poco de haber asumido Néstor Kirchner la presidencia. El mito del desendeudamiento que construyó el kirchnerismo, resumido en un solo gráfico. La presentación dio lugar a un intenso debate, Y espero ahora arrojar un poco de luz.

A simple vista, los números que expuso la vicepresidenta son correctos. La deuda pública cayó fuertemente en términos del PBI durante los mandatos de Néstor y Cristina Kirchner, y casi se duplicó durante el mandato de Mauricio Macri. Sin embargo, haciendo bien las cuentas, la realidad es que el crecimiento de la deuda durante el mandato de Macri fue algo menor que durante el segundo mandato de Cristina. En la puja entre Cristina y Macri, la que sale perdiendo es Cristina, como actual vicepresidenta de la Nación. La suba de la deuda durante el mandato del binomio Fernández-Fernández es escandalosa. Para llegar a este resultado tenemos que ir por partes.

La primera pregunta que tenemos que hacernos es qué PBI usamos en el denominador del ratio deuda sobre PBI. Esto, que parecerá obvio para muchos, no lo es. La cuestión es que el tipo de cambio ajustado por inflación (los economistas le llamamos tipo de cambio real) tuvo variaciones violentas durante este siglo. El peso se depreció fuertemente contra el dólar en 2002, y se fue apreciando desde entonces hasta 2015, cuando estaba muy caro contra el dólar. Puesto en términos más prácticos, en 2002 o 2004 era muy caro viajar al exterior, mientras que en 2015 era muy barato (al tipo de cambio oficial). Esto redunda en la medición de nuestro PBI expresado en dólares. En 2004 era de US$165.000 millones, mientras que en 2015 fue de US$637.000 millones, el valor más alto de la historia. Luego vinieron las sucesivas depreciaciones del peso durante el mandato de Macri, y el PBI cayó a US$435.000 millones en 2019. En 2020 fue de US$377.000 millones.

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El problema es que la mayor parte de la deuda está denominada en moneda extranjera, más que nada en dólares. Este “pecado original”, como definió entre otros el catedrático venezolano Ricardo Hausmann, por el cual muchos países no pueden emitir deuda en su moneda doméstica, era compartido por casi todos los países de la región a fines de los 90. Con políticas razonables, la gran mayoría fueron desdolarizando sus deudas en este siglo, lo cual los volvió mucho menos vulnerables. En nuestro país, una inflación creciente y, peor aún, la manipulación de los datos de esa variable entre 2007 y 2015, eliminaron la posibilidad de emitir deuda de largo plazo en pesos o en pesos indexados por el CER (es decir, por la inflación). Nos condenaron a seguir con el pecado original. Volveré sobre el tema del CER en breve.

Dado este “pecado original”, cuando el peso argentino se deprecia contra otras monedas, aumenta el peso de la deuda pública en términos del PBI, y viceversa. Los economistas tenemos una forma de corregir el problema: usamos una medida de PBI que controla las variaciones en el tipo de cambio real. Se llama PBI de Paridad de Poder de Compra (PPP es el acrónimo en inglés) y lo publica el Banco Mundial.

Usando este dato, las cosas ya están más parejas. El aumento de la deuda fue de poco más de tres puntos del PBI (PPP) en el segundo gobierno de Cristina, muy parecido al aumento que hubo durante el gobierno de Macri, y también al incremento que hubo durante el año y medio de mandato del binomio Fernández-Fernández.

La realidad es que gran parte de la caída del ratio deuda sobre PBI en los mandatos de los Kirchner fue por la apreciación del peso contra el dólar en términos reales, dada la alta dolarización de la deuda.

Hubo otra parte de la caída que fue, sin embargo, por la supuestamente dura renegociación de la deuda que llevaron adelante Roberto Lavagna y Guillermo Nielsen. Según un cálculo preciso que hicieron Federico Sturzenegger y Jeromin Zettelmeyer en un paper publicado por el FMI, el recorte de deuda que lograron fue del 73%, el mayor entre los países estudiados.

Pero esta dureza tiene sus bemoles. Primero, no incluye en el cálculo el costo de los llamados Warrants, que sumaban más de US$28.000 millones de dólares y sobre los cuales todavía tenemos litigios en tribunales de Nueva York. Segundo, como los inversores inicialmente no valoraron los Warrants, quedaron muy enojados con la Argentina y muchos siguieron litigando, lo que nos costó mucho dinero en 2016. Así, peleado con los mercados financieros, el país perdió el acceso a fuentes de financiamiento voluntario por haber conducido una negociación tan agresiva, pero no tan ahorradora como parecía inicialmente. Alardear “desendeudamiento” por esta negociación es como jactarse de ganarle una discusión a la pareja mientras la otra parte recurre a pedir el divorcio.

Otra de las mentiras sobre las que se construyó el mito del desendeudamiento es el de la deuda indexada por CER. A fines de 2006 era casi el 34% del total de la deuda. El problema es que la inflación comenzaba a acelerarse, lo que aumentaba el costo de pagar la deuda indexada al CER. Así comenzó la manipulación de datos del Indec, en enero de 2007. Como le habría reconocido la propia Cristina Kirchner al presidente español Rodriguez Zapatero, cada punto de inflación le representaba al Estado US$421 millones de pagos adicionales a los bonistas.

Lo cierto es que, según el Indec, la inflación acumulada entre diciembre de 2006 y octubre de 2015 fue de 160% mientras que, según estimaciones alternativas, fue de del 613%. Se estima que la deuda indexada por CER, que, a fines de 2015 cayó a US$16.000 millones según datos oficiales, debería haber sido de US$60.000 millones con la inflación bien medida. Una estafa de US$44.000 millones, un 18% de la deuda total de ese momento y, curiosamente, un monto igual al del préstamo del FMI, para alimentar el mito del desendeudamiento (a costa de los futuros jubilados).

Hay otro factor que no se puede obviar en la deconstrucción del mito del desendeudamiento: el rol del Banco Central. Para evitar tomar deuda en los mercados internacionales, el gobierno de Cristina Kirchner colocó US$54.750 millones en “Letras Intransferibles” al BCRA, y se apropió de sus reservas internacionales. También recurrió al financiamiento en pesos, a cambio de los Adelantos Transitorios, que de transitorios no tienen nada. Lo cierto es que el kirchnerismo destruyó el balance del Banco Central y lo volvió a convertir en una dependencia del gobierno, con lo cual hay que consolidar sus deudas y sus activos con los del gobierno para hacer bien los cálculos del endeudamiento. Como podrá imaginarse, las cuentas no le dan bien al kirchnerismo.

Así, poniendo todo en la bolsa, y usando el PBI de paridad de poder de compra (PPP) en el denominador, resulta que la deuda cayó un 0,8% del PBI durante el primer mandato de Cristina (cuando la economía aún crecía y el déficit fiscal no era tan alto), subió un 3,1% del PBI en su segundo mandato, y un 2,2% en el mandato de Macri. Es decir, Cristina y Mauricio salen casi empatados. Quien si pierde claramente es la vicepresidenta Cristina: el aumento de la deuda pública, incluyendo la consolidación del BCRA, como porcentaje del PBI PPP es de 5,4% solo en un año y medio de gobierno. No llama la atención, dada la caída del PBI de casi 10%, el elevado déficit fiscal en 2020 y el estancamiento económico del primer semestre de 2021.

El desendeudamiento es entonces un mito producto de mentiras como las del CER, negociaciones intempestivas, maquillaje con cifras de PBI infladas por el atraso cambiario y del desfalco perpetrado al Banco Central. Las consecuencias de estas políticas nos persiguen y nos perseguirán por décadas. Las reservas internacionales netas eran de más del 13% del PBI a fines de 2007, pero descendieron al 0,8% al final del mandato de Cristina Kirchner. La falta de reservas para poder intervenir en el mercado cambiario y el financiamiento inflacionario del déficit fiscal son la madre de la inestabilidad nominal que aqueja a la Argentina y que está llevando a una pobreza de niveles inusitados.

Es decir, en lugar de llevar en su pechera el desendeudamiento de la Argentina, el kirchnerismo carga en sus espaldas el haber reintroducido la inflación y la inestabilidad cambiaria en nuestro país.