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La economía turca, a merced de la inestabilidad política y la inseguridad

Un trabajador de una oficina de cambio cuenta varios billetes de liras turcas en Estambul el 8 de junio de 2015

El fin de la tregua entre el Estado turco y la rebelión kurda del PKK ahondará todavía más en los problemas de la economía de Turquía, a los que se suma la crisis política, vaticinan los expertos.

La ausencia de acuerdo de gobierno casi dos meses después de las elecciones legislativas que arrebataron la mayoría absoluta al partido islamoconservador en el poder, AKP, preocupa al entorno económico tanto como lo hace la violencia, concentrada principalmente hasta ahora en el este del país.

El turismo, que ya ha empezado a resentirse por el cambio de planes de muchos turistas temerosos de la inseguridad en buena parte de los países de la cuenca del Mediterráneo, y la balanza comercial estarán entre las principales víctimas.

"La reanudación de la violencia con el PKK y la perspectiva de una nueva elección, que podría no desbloquear la situación política, tendrá sin duda un coste en los gastos del Estado y un impacto en las tasas de interés que seguro subirán", prevé Inan Demir, economista jefe de Finansbank. La perspectiva de elecciones anticipadas "pesa en el clima de las inversiones", aseguró a AFP.

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El AKP está hablando con los socialdemócratas del CHP, pero las negociaciones no avanzan nada y, según la Constitución, no se pueden alargar más del 23 de agosto. Erdogan podría disolver después el Parlamento y convocar nuevas elecciones con un resultado incierto. Lo que no hace más que perjudicar al 'milagro económico' turco que ya se tambalea.

Turquía ha sido considerada durante cerca de una década como un país puntero entre los emergentes, con una tasa de crecimiento que ha llegado a rozar el 10%. Tras la crisis mundial de 2008/2009 se recuperó rápidamente, pero el motor pierde fuelle desde hace tres años.

Pocos son los índices económicos de los que se puede jactar el Gobierno. El crecimiento se desaceleró al 2,4% el año pasado y la lira turca se ha devaluado mucho. La meta gubernamental de crecer el 4% en 2015, que ya ha sido revisada a la baja, será "difícil de lograr", según Demir.

Por su parte, la Bolsa de Estambul ha perdido cerca del 20% desde principios de año, una caída mayor que en la mayoría de los demás países emergentes.

- 'Ninguna mejora a la vista' -

El turismo, un sector clave para la economía, albergaba la esperanza de beneficiarse tras el atentado de junio en un hotel de turistas en Túnez. Los tour operadores, sobre todo alemanes, anunciaron entonces que desviarían parte de sus clientes a Turquía, pero este interés amenaza con tener los días contados.

Las guerras de Siria e Irak, dos países fronterizos, han hecho caer los ingresos turísticos en Turquía cerca del 9% en los seis primeros meses de 2015, pasando de los 13.700 millones de dólares del mismo periodo del pasado año a 12.500 millones este año, según datos oficiales.

Lo mismo ocurre con las exportaciones, que han caído a 73.300 millones de dólares desde los 80.000 millones de 2014 en los primeros siete meses del año.

"En el futuro próximo, no hay mejora a la vista en estas partidas", decía el lunes el economista Güngör Uras en el diario Milliyet, mencionando los problemas del turismo y de la balanza comercial, que es crónicamente deficitaria. Para este respetado experto, las debilidades de estos dos sectores tendrán también "un efecto terrible en la producción industrial".

"Lo que más detestan los inversores extranjeros es la inestabilidad política", recuerda a AFP el analista político Serkan Demirtas. "Turquía debe su 'milagro' a la llegada masiva de inversiones. Si esto dejara de ocurrir, evidentemente habría un riesgo para la economía", agrega, antes de vaticinar que la organización de legislativas anticipadas prolongará la incertidumbre.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no parece preocuparse, pues considera que la "situación es pasajera". "No preveo dificultades económicas serias", declaró a la prensa que lo acompañaba en una reciente gira en Asia. Además, dice estar convencido de que si se produjera una "transición sana", en alusión a la formación de un nuevo gobierno, la economía se recuperaría rápidamente.