Horacio se despide de CABA con guiños a la interna y Alberto de la Presidencia con gestos a Cristina

Respetemos el orden de aparición en la película "Primero de marzo". Primero fue Horacio Rodríguez Larreta quien dio su mensaje ante la Legislatura. El último como Jefe de Gobierno de la ciudad.

Después de ocho años (y otros ocho de Jefe de Gabinete), le llegó la hora de la despedida de CABA para estrenar la precandidatura presidencial. Una suerte de gracias por todo y hola que tal tuvieron que combinar los redactores del discurso. Para ello resultó imprescindible combinar una larga serie de guiños, en mayor medida para el frente interno. Tanto los que demandan el fin de la grieta como los más beligerantes tuvieron sus souvenirs.

Los posmacristas se llevaron los llamados al diálogo y un imperativo llamado a dejar de lado las peleas. Una reafirmación de lo expresado en el video filmado en Santa Cruz: la promesa de terminar con la estafa de un antagonismo calificado como inútil.

Pero los halcones no se fueron con las manos vacías. Para su satisfacción, hubo condena a la toma de tierras en el sur, a la invasión rusa de Ucrania y a las dictaduras latinoamericanas. Y para reunirlos a todos, un llamado a privilegiar la educación como herramienta de progreso y de la incorporación de tecnología para combatir la inseguridad. Si en el kilómetro cero de la ruta 40 había un faro de fondo, aquí la luz al larretismo la aporta la gestión urbana de dieciséis años, a la que propuso como ejemplo para llevar a todo el país.

Larreta, Bullrich, Macri y la difícil interna opositora

La suerte está echada, podrían decir en el bunker de HRL inspirándose en la famosa frase de Julio Cesar al cruzar el Rubicón con destino a la conquista de Roma. A partir de ahora, es todo o nada.

La contundencia la explica la interna, las aspiraciones de Patricia Bullrich y la febril actividad de Mauricio Macri que se esmera en recordar su condición de fundador del espacio opositor y las pretensiones de conservar centralidad en el futuro próximo.

La interna de Juntos por el Cambio, en momentos de definición.

Tampoco resulta sencilla la posición del expresidente. Si su objetivo es condicionar a los pretendientes del espacio y funcionar como última instancia en el proceso de toma de decisiones desde afuera de la administración, la experiencia de Alberto resulta desalentadora. ¿Podrían pensarse acaso cuatro años más de poder bicéfalo? Difícil. Y si busca la candidatura para él mismo, las encuestas de opinión le traen malas noticias: su imagen negativa le pone un muro en la llegada a sectores amplios de la sociedad.

Como pasa con otros protagonistas de la política nacional, posiblemente no tenga la claridad total respecto a su destino y vaya improvisando sobre la marcha de acuerdo a las circunstancias y los imprevistos.

Alberto Fernández y sus guiños hacia la internta del peronismo

Por su parte, la última Apertura de Sesiones Ordinarias de Alberto Fernández también tuvo sus guiños y gestos. Con todas las expectativas puestas en el recibimiento que le brindaría su vice, el Presidente no padeció destrato ni recibió muestras de afecto de la titular del Senado.

El mandatario dividió su mensaje a diputados y senadores en dos partes muy diferenciadas. En la primera, sobrepoblada de datos y descripción de medidas, apeló a señalar "lo que logró gracias a su moderación", en una clara respuesta a sus críticos internos.

Hacia el final -luego de usar y abusar del recurso duranbarbista de personalizar los beneficiarios de sus iniciativas-, encaró con fuertes críticas al funcionamiento de la Corte en particular y la Justicia en general, afinando dardos contra los fallos adversos en materia de coparticipación y rechazando la condena de CFK. Allí, dejó de lado la moderación presumida y sacudió la modorra de un recinto anestesiado apelando a la doble grieta: ciudad vs interior y kirchnerismo vs. antikirchnerismo.

Hubo aplausos, insultos, gritos, caras de póker de los ministros de la Corte Suprema y un breve gesto de satisfacción de la dueña de casa que lo despidió en la escalinata del Congreso de manera breve y austera, sin dejarse ganar por el entusiasmo de algunos de los legisladores oficialistas. Quizás el Presidente haya ganado una breve tregua dentro del Frente de Todos y Cristina algo de tiempo para planificar una campaña que, economía mediante, le propone un escenario más que complicado.