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El oscuro pasado de Hugo Boss al que le debe su éxito y que casi no se conoce

Hugo Boss, una de las firmas más famosas del mundo con un pasado cuestionable. Foto: EFE
Hugo Boss, una de las firmas más famosas del mundo con un pasado cuestionable. Foto: EFE

En pleno apogeo de la globalización más feroz, resulta casi imposible que haya alguien en este mundo (o, por los menos, en los países occidentales) que no se haya topado alguna vez con un anuncio de Hugo Boss. Solo en 2022, la famosa firma de ropa y fragancias obtuvo unas ganancias netas de 222 millones de euros, superando con creces lo que había acumulado el año anterior, estableciéndose en los 144 millones de euros. Una cifra nada despreciable a pesar del batacazo que supuso 2021 para la marca alemana, todavía con los últimos coletazos de la pandemia del Covid-19 haciendo estragos.

Otra prueba de su preminencia imparable en el sector de la moda es la cantidad de rostros famosos que han cedido su imagen para publicitar alguna de sus colecciones o productos. Desde el guapísimo Thor (Chris Hemsworth); hasta la supermodelo de los 90 a la que nadie desbanca en pleno 2023, Naomi Campbell, o la actriz Gwyneth Paltrow, más conocida en la actualidad por vender velas con olor a su vagina, pero es poseedora de un Oscar por su buen hacer actoral en la película ‘Shakespeare in love’. Ningún famoso que se precie renuncia al trampolín que supone colaborar con Hugo Boss. Pero, como sucede con muchas historias empresariales, guarda un turbio secreto vinculado a sus orígenes que muchos hemos optado por desconocer o, lo que es peor, obviar. Ahí está la hemeroteca para recordarnos que no es oro todo lo que reluce y que, a la marca alemana, fundada por el hombre al que le debe su nombre, le importó poco dejar a un lado su humanidad con tal de que su negocio alcanzara el estrellato.

Hugo Ferdinand Boss creó su propia compañía de ropa en un pequeño taller de Metzingen, Alemania, allá por 1923 junto a dos socios. El emprendimiento no le salió bien y, apenas ocho años después, en 1931, se vio obligado a declararse en quiebra. Tras este primer parón, reformuló la compañía hasta liderar un auge empresarial que se mantiene hasta el día de hoy. Ese mismo año marcaría un antes y un después en la vida del diseñador y su humilde empresa. Fue entonces cuando se afilió al partido nazi y se alzó como miembro patrocinador de las SS. Su vinculación con la dictadura fascista le sirvió de catapulta para que los ingresos de su marca pasaran de los 38.260 reichsmark (o marco imperial, la moneda oficial empleada en Alemania entre 1924 y 1948) a los 3,3 millones en apenas 10 años, de acuerdo con la antropóloga Elisabeth Timm.

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El diseñador no solo se erigió como un ferviente defensor de la ‘causa’ genocida del tercer Reich, sino que fue el responsable de fabricar la indumentaria que lucían sus esbirros para perpetrar sus atrocidades. Gracias a su “visión” empresarial, pronto se convirtió en proveedor oficial de los uniformes de las temidas SS, de la SA (organización voluntaria vinculada al partido nacionalsocialista obrero alemán), de las juventudes hitlerianas y de tantas otras organizaciones incluidas en el entramado ideológico de Adolf Hitler. Hugo Boss nunca escondió su admiración hacia el dictador. Según el historiador alemán Henning Kober, el modista tenía colgada en su casa una fotografía de él y el genocida tomada en el refugio vacacional de Hitler en Baviera, al que solo accedían sus hombres –y mujeres– de confianza.

Pero las ansias de poder y relevancia del diseñador alemán no se detuvieron ahí. Para lograr una mayor producción, la marca se valió de los campos de concentración nazi. De ahí reclutó a prisioneros, muchos de ellos mujeres, a los que puso a trabajar de manera forzosa, incansable y en condiciones infrahumanas para sacar adelante las colecciones que luego lucirían sus victimarios.

Contra todo pronóstico, la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial no supuso la caída de la compañía, demostrando, una vez más, que una cosa son los negocios y otra los principios. Dos categorías que la historia ha demostrado transitan por caminos diferentes para los poderosos y para quienes los juzgan. En 1946, un tribunal de la Alemania Occidental condenó a Hugo Ferdinand Boss a apartarse de la dirección de su compañía y a pagar unas 80 mil coronas alemanas por su proximidad con el nazismo. Sin embargo, la pena fue revertida al poco tiempo, después de que este presentara una apelación de la sentencia. Finalmente, se consideró que el diseñador no había sido, en ningún caso, promotor de la estructura nacionalsocialista ni del terror que caracterizó el tercer Reich. Murió plácidamente en 1948. Irónicamente, ese mismo año, la marca comenzó a confeccionar uniformes para la policía de la recién inaugurada República Federal Alemana.

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