El escándalo de la empresa Dupont: cuando miles de personas se envenenaron a través de los años con el químico de sus sartenes de teflón
El nombre de Dupont puede que no sea reconocible en primera instancia para el común de los mortales a pesar de que hablamos de una poderosa compañía multinacional con presencia en decenas de países. Quizá resulte más sencillo para el imaginario colectivo identificar uno de sus grandes ‘inventos’, que revolucionó la forma de cocinar en los hogares estadounidenses a partir de 1961. Hablamos de las sartenes de teflón, un utensilio inherente creado a partir del ácido perfluorooctanoico (PFOA) cuya aparición en los mercados, junto con una campaña de marketing excepcional, supuso un éxito de ventas rotundo para Dupont. Lo que nunca compartió la empresa es que su gran innovación está asociada al desarrollo de un sinfín de enfermedades cuando la persona se expone de forma continuada al PFOA. Enfermedades como diferentes tipos de cánceres, así como modificaciones del material genético humano que se transmiten de generación en generación.
El escándalo de Dupont salió a la luz gracias al periodismo, que es lo que ocurre cuando los guardianes de la prensa se dan a la tarea valiente de destapar causas anónimas que merecen ser contadas (y cuando sus jefes se lo permiten). Corría el año 2016 cuando el prestigioso ‘The New York Times’ publicó una crónica firmada por Nathaniel Rich. En esta, el periodista se hacía eco de la lucha de un abogado estadounidense de Cincinnati, Rob Bilott, que, desde 1998, trataba de demostrar que Dupont envenenaba de forma sistemática y consciente a los habitantes de Parkersburg, una pequeña localidad de Virginia Occidental (Estados Unidos), con el PFOA que vertía en las aguas y tierras de una de sus fábricas ahí localizadas.
También conocido como C8, este compuesto químico proveniente de la industria militar ha sido utilizado por Dupont para fabricar materiales como el teflón. Pero también para el desarrollo de artículos de limpieza, pinturas, telas, alfombras, envolturas de comida rápida, cajas de pizzas, superficies resistentes a las manchas… Según varias investigaciones, el químico está presente en la sangre del 99% de las personas en todo el mundo. Su uso masivo para numerosos fines ‘domésticos’ hubiera pasado desapercibido si no fuera por el vertido en Parkersburg. Lo que comenzó con unas cuantas vacas muertas, acabó con una demanda millonaria y miles de personas enfermas.
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Rob Bilott dedicó más de una década de su vida, que se dice pronto y no lo es, a desenmascarar a la multinacional y demostrar que había envenenado a unos 3.500 habitantes de esta ciudad rural, provocándoles desde cáncer de riñón, de testículos, infertilidad, enfermedades en el colón, malformaciones en fetos, hipertensión y afectaciones a la tiroides. Tras el escándalo, Dupont se vio obligada a sellar un acuerdo con las víctimas en 2017 de 671,7 millones de dólares. Esto en concepto de indemnización por los daños irreversibles en la salud de su ‘químico eterno’.
La batalla judicial del abogado está recogida en la película ‘Dark waters’ (aguas oscuras, en castellano, pero traducida como ‘El precio de la verdad’ en Latinoamérica), dirigida por Todd Haynes y protagonizada por el actor Mark Ruffalo y Anne Hathaway. Una cinta que fue ampliamente avalada por la crítica pero no obtuvo el reconocimiento que merece por parte del gran público.
La lucha incansable de Billot contra Dupont que se remonta hasta nuestros días
Desde entonces, Rob Bilott se ha convertido en un abanderado de la causa, liderando millonarias demandas contra Dupont. El número de personas afectadas por sus vertidos no ha parado de aumentar con el paso del tiempo… “Han pasado 24 años trabajando en este caso, que es un problema para la salud pública y no fue reconocido durante décadas”, reconoció el abogado en una entrevista con ‘La W’ en 2022. Durante esta intervención, Billiot reconoció que, aunque la multinacional ha dejado de usar el PFOA para fabricar el teflón, solo realizó un pequeño cambio molecular mínimo en su composición química que no asegura que ya no sea peligroso. La preocupación sigue vigente.
El letrado busca ahora que las autoridades internacionales sanitarias correspondientes prohíban a Dupont y al resto de grandes compañías, como 3M, usar el C8 para fabricar sus productos. Una gesta complicada por el poder que aglutinan estas corporaciones multinacionales y por la dificultad que supone demostrar que, efectivamente, la exposición a estos materiales (y no el contacto directo a través de un vertido) está vinculada con el desarrollo de enfermedades. Por el momento, la Unión Europea ha incluido el PFOA en la lista de “sustancias de alta preocupación” como cancerígeno, tóxico para la reproducción y bioacumulativo.