Los jóvenes de la Generación Z buscan conexiones genuinas, contenidos auténticos y estilos de vida más saludables. Lo asombroso es que muchos de ellos no tienen ningún problema en consumir productos falsificados.
Según un estudio reciente realizado por Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), el 37 % de las 22.021 personas encuestadas entre 15 y 24 años dijo haber adquirido al menos un producto falso en los últimos doce meses, frente al 14 % en 2019.
Otro estudio realizado por Juv Consulting a consumidores estadounidenses entre 13 y 25 años señaló que a la mayoría le parecía aceptable la compra de falsificaciones, mientras que un tercio estaba dispuesto a usarlas.
En el pasado usar un producto “pirata” era sinónimo de desprestigio, al punto de que en una época en la década de 1990 estuvo de moda no retirar las etiquetas colocadas a la ropa exclusiva para mostrar a todos el valor de la prenda de vestir.
Y hasta hace poco las celebridades eran sometidas al escarnio público cuando algún quisquilloso seguidor descubría que usaban carteras o accesorios falsificados. Pero el cuido del consumidor joven por usar sólo productos auténticos es cosa del pasado.
“Los consumidores, particularmente los más jóvenes, se están alejando del consumo ostentoso. Todavía están interesados en ganar estatus, pero buscan lograrlo a través del ahorro y la frugalidad”, dijo Chris Beer, periodista de datos de la consultora GWI, al diario Financial Times.
GWI encuestó a 2110 personas de la Generación Z en 2023 en 12 países y encontró que el 20 % dijo que la inflación tuvo un impacto “dramático” en sus finanzas.
La nueva cara de un viejo problema
Los consumidores europeos son conscientes de los problemas que ocasiona la compra de productos falsificados. El informe de la EUIPO, señaló que el 83 % piensa que las falsificaciones promueve el comportamiento poco ético y el 80 % cree que ayuda a promover las organizaciones criminales. Y un 79 % piensa que comprar productos piratas perjudica a la economía porque causa perjuicio a las empresas legítimas y reduce los puestos de trabajo.
Sin embargo, un grupo significativo de jóvenes compraría un producto pirata si es más barato que el artículo original.
“En general, es más probable que los consumidores más jóvenes estén abiertos a las justificaciones para comprar productos falsificados, especialmente en relación con argumentos financieros. Por ejemplo, el 50 % de los que tienen entre 15 y 24 años está de acuerdo o tiende a estar de acuerdo en que es aceptable comprar productos falsificados cuando el precio del producto original es demasiado alto y el 41 % dice que es aceptable comprar productos de lujo falsificados”, dijo el informe.
Pero los jóvenes de la Generación Z no han sido los únicos en caer en la tentación de las falsificaciones.
Jason Rutter, doctor en Filosofía de la Universidad de Dundee, y Jo Bryce, profesora de la Escuela de Psicología de la Universidad de Lancashire Central, aseguraron que para el año 27 a. C ya existían las falsificaciones. Los primeros productos pirateados de los que se tiene evidencia son unas tapas para las ánforas de vino con un sello falsificado con el propósito de hacer pasar el vino local por una importación romana más cara.
El filósofo y militar romano Plinio el Viejo (23-79 d. C.) dejó escribió sobre cómo las monedas falsificadas eran artículos deseables entre los coleccionistas contemporáneos, y registró sobre varios casos de monedas falsas que fueron adquiridas por un precio mucho mayor que su valor nominal.
Rutter y Bryce sugieren que la falsificación de bienes y monedas ha sido utilizada para generar ganancias y evitar el pago de impuestos desde que las transacciones económicas se rigen por sistemas monetarios y de mercado. Y siempre ha habido personas dispuestas a comprarlas.
¿Es dañina la onda “dupe”?
El problema que enfrentan las grandes marcas es qué es lo que en la actualidad se considera una falsificación.
Según la Coalición Internacional Contra la Falsificación (IACC, según sus siglas en inglés), la falsificación es un delito que implica el robo de una marca registrada. Una marca comercial suele ser una palabra, una frase o un símbolo que identifica la fuente o el origen de un bien o servicio que se vende al público.
Si echamos un vistazo por TikTok, encontraremos a cientos de influencers promocionando productos “dupes”, que no necesariamente son falsificaciones desde el punto de vista legal, sino imitaciones más económicas de productos costosos.
Sangeeta Singh-Kurtz explicó a The Cut que la palabra dupe surgió en el mundo de los cosméticos a principios de la década de 2000 como una abreviatura de duplicado, pero realmente tomó auge a partir de la recesión financiera del 2008 cuando los influencers promocionaban marcas más económicas de productos que muchos no podían pagar.
El problema para Singh-Kurtz es que gracias a la enorme influencia que ejerce TikTok sobre los jóvenes, las imitaciones promocionadas por redes se vuelven más valiosas que la versión original y ya no se aplican las reglas básicas de costo-valor. “Las alternativas de calidad han sido eclipsadas por un tsunami de basura”.
Habría que indagar si los jóvenes de la Generación Z en realidad les interesa pagar una fortuna por un producto caro de marca si puede obtener por mucho menos un artículo como un labial o una cartera que cumple su función sin demasiadas pretensiones.