La Candelaria: el barrio 'español' en Caracas que sortea la crisis con la esperanza de recuperar su esplendor
Por Claudia Astor –
Tradicional zona gastronómica y comercial de Caracas, La Candelaria ha sufrido, al igual que todos los rincones de Venezuela, los embates de la crisis política, social y económica que ha vivido el país en los últimos años.
Esta parroquia, anclada en el centro de la ciudad, ha sido por más de cien años lugar de residencia y trabajo de buena parte de la comunidad española que vive en el país.
Allí han crecido hijos y nietos de los primeros inmigrantes ibéricos, sobre todo canarios, gallegos y vascos, que llegaron para emprender una nueva vida, muchos de ellos con prósperos negocios de comida tradicional española, que con los años se fueron convirtiendo en los restaurantes más emblemáticos en la capital.
Hasta hace unos años La Candelaria estaba llena de vida. Era un lugar repleto de aromas y sabores, el punto perfecto para comer en familia los fines de semana, el lugar para celebrar los cumpleaños con los compañeros de la oficina y disfrutar de las mejores paellas con los amigos. Eso si, casi siempre había que esperar, porque esas ‘tascas’ y restaurantes, eran los más concurridos de Caracas.
También había muchos comercios y bazares, como El Tilar, de Carmen Pérez, nacida en Tenerife y quien recuerda que el local fue adquirido por su marido hace 63 años.
Pero La Candelaria ya no es la misma.
Ahora Pérez lamenta que, debido a la situación económica, las ganancias del bazar han decaído: “Nosotros traíamos utensilios de Italia y España de muy buena calidad, de marcas famosas, pero ahora tengo que estar vendiendo cosas de plástico. Antes nunca tuve las vidrieras así de vacías porque teníamos mucha variedad de productos”.
Muchos comercios y restaurantes reconocidos han desaparecido como el Bar Basque, El Mayorca, El Cascabel y El Barco de Colón.
Otros, se han mantenido por el gran esfuerzo de sus dueños y sus descendientes.
De los locales de comida típica española famosos, siguen en pie La Cita, La Tertulia, Guernica y El Moderno, entre otros.
Juan Garrido es el empleado más antiguo de La Cita. Cuenta que antes el local era muy visitado por banqueros y políticos, “aquí se hacían negocios. Eso ha bajado mucho. Después que empezó la etapa de Chávez esto cambió 180 grados. Bueno con ‘el nuevo’ es peor. La situación económica es muy difícil”.
Guernica es uno de los pocos bares que se mantiene en la misma familia. Ahora lo maneja Pedro Figueredo, quien ya tiene 33 años en el restaurante de comida vasca.
Coincide con otros encargados de locales en que es muy difícil conseguir los productos para la elaboración de los platos, tienen que recurrir a lo que en Venezuela se conoce como el ‘bachaqueo’, que es hacer las compras en una especie de mercado negro, y cambiar de proveedores para garantizar la calidad de la comida, pero tanto la escasez como la inflación han aumentado mucho los costes.
“Esto ha incidido en la afluencia de los clientes, quienes vienen con menos frecuencia. También nos ha afectado la inseguridad, antes abríamos hasta la madrugada pero ahora debemos cerrar antes de la medianoche”, dice Figueredo al hablar de los asaltos que sufren muchas veces los clientes y los residentes de la zona.
María Eugenia Piñero, sobrina de Carmen Pérez, creció en La Candelaria y ha vivido allí toda su vida. “Ya no es el lugar donde yo crecí. Uno podía pasarse el día en la plaza, al lado de la Iglesia, pero ahora es muy insegura”, dice.
El temor no es exagerado, Caracas es una de las ciudades más peligrosas (donde no existe un conflicto bélico) del mundo.
Según datos de El País que aluden al informe anual del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México, Caracas encabeza la lista como la ciudad más peligrosa en 2017 con 130,35 homicidios por cada 100.000 habitantes.
“No me muevo de aquí”
Pese al difícil escenario que se vive, la gente de La Candelaria se niega a dejarla perder y muchos se animan a crear nuevos locales.
Es el caso del Nuevo Akelarre (antiguo Akelarre) que fue reinaugurado hace año y medio. Su encargado, William Vivas, dice que pese a todo la gente sigue yendo a comer y que ellos hacen todo el esfuerzo por seguir brindando la mejor calidad a sus clientes.
Igual piensa Pedro Figueredo quien asegura “Yo no me muevo de aquí. Vamos a seguir hasta donde podamos echándole pierna.”
Gracias al empeño de la gente La Candelaria sobrevive, ‘toreando’ las dificultades y con la esperanza en que volverá a poseer el esplendor de antaño.