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Los luddistas perdieron. ¿Por qué habrían de ganar esta vez?

Facundo Moyano
Manuel Cortina

La revolución industrial no creó los bienes industriales, sino que modificó la forma de producirlos. La maquinaria reemplazó a la producción artesanal. Como explicó Eric Hobsbawm, los perjudicados fueron los artesanos (como sastres, zapateros, etcétera), no los obreros no calificados. Si el problema lo causan las máquinas, la solución consiste en romperlas. La propuesta es conocida como luddista (¿habrá existido Ned Ludd, o se tratará de un seudónimo?) y, como se sabe, fracasó. Pero el luddismo, como actitud, reaparece cada tanto. ¿Triunfará esta vez?

Sobre el particular conversé con el norteamericano Jacob Schmookler (1918 - 1967), quien mostró la importancia que tiene el cambio tecnológico en el proceso de crecimiento económico. Sus trabajos precedieron a los de Moses Abramovitz y Robert Merton Solow.

-Usted analizó el cambio tecnológico a través del patentamiento.

-Así es. Luego de un cuidadoso y original uso de los datos referidos a patentes, demostré el rol decisivo que juegan los cambios en la demanda, en la conformación de la estructura de la actividad de patentamiento.

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-No debería sorprendernos, porque estamos delante de un nuevo ejemplo de “desafío y respuesta”, la hipótesis con la que Arnold Toynbee explica del desarrollo de la humanidad.

-No debería sorprendernos, excepto que durante mucho tiempo los modelos de crecimiento a largo plazo consideraron que el cambio tecnológico ocurría de manera exógena. Por el contrario, de mis estudios surge claramente que el cambio y la dirección de la actividad de patentamiento puede ser explicado por variables económicas perfectamente identificables. La invención no solamente afecta el crecimiento económico, sino que también es una actividad económica en sí misma, no solamente encarada por investigadores a tiempo completo, sino también por empleados a tiempo parcial.

-En 1942, en Capitalismo socialismo y democracia, Joseph Alois Schumpeter introdujo la idea de destrucción creativa...

-Valiosísima, porque enfatiza el hecho de que, para que alguien los demande, cualquier producto nuevo, como cualquier nuevo proceso de producción, tiene que reemplazar algo que existe. ¿Quién compraría trapos de piso que se rompieran más que los que existen? ¿Quién compraría una máquina que fuera más lenta, utilizara más energía u ocupara más personal? Por eso el cambio tecnológico genera mejoras netas, pero existen ganadores y perdedores.

-¡Flor de problema!

-Vamos por partes. Primero, hay que entender que el cambio tecnológico tiene muy poco de inesperado. Las computadoras personales terminaron reemplazando a las máquinas de escribir, pero no de la noche a la mañana; de la misma manera que el cobro manual de los peajes, en las rutas, no desapareció desde que se inauguró el cobro electrónico por la utilización del servicio.

-¿Por qué es importante si un cambio es esperado o inesperado?

-Porque, cuando es inesperado, es cuando provoca los mayores daños. Piense, por ejemplo, en el accidente ferroviario que ocurrió en la estación Once. Nadie viaja en un tren asiendo varias manijas por si fallan los frenos; y encima muchos pasajeros se amontonan en el primer vagón para salir antes del tren. Ergo, importante número de víctimas fatales. Por el contrario, tanto el caso de la fabricación de las máquinas de escribir, como el del cambio en la forma de cobro de los peajes, la tendencia era clara, pero no ocurrió de la noche a la mañana.

-¿Qué podrían hacer los afectados en estas circunstancias?

-Pensemos en un fabricante y en un dirigente sindical. Frente al desafío, pueden reconvertir las instalaciones, lograr que el gobierno de turno frene la venta de los nuevos productos y los nuevos procesos, o ejercer algún tipo de violencia contra la nueva competencia. Lo segundo sería “luddismo de buenos modales”; lo último, luddismo tradicional. La historia, tal como era de esperar, muestra ejemplos de cada una de las respuestas.

-El desafío del dirigente sindical parece ser mayor que el del fabricante...

-En efecto. Ninguna fábrica es tan flexible como para, de la noche a la mañana, dejar de fabricar zapatillas para comenzar a fabricar bombas atómicas; pero sólo una ínfima proporción de las empresas fabrica un solo producto. Esto, en el caso de los cambios esperados, a los productores les otorga cierto margen de maniobra.

–Pero, ¿por qué el dirigente sindical enfrenta un desafío mayor?

–Porque suponga que quien fabricaba máquinas de escribir, se pone a fabricar libros. Cambiará la cámara empresarial que lo representa y listo. En cambio, cuando quienes cobraban manualmente los peajes, como consecuencia del cobro electrónico consiguen trabajo en otras ocupaciones, aumentará el número de afiliados de otros gremios, pero el representante sindical se quedará sin trabajo.

–La estatización de importantes autopistas y que 7% (¿de la propiedad o de los ingresos?) vaya al gremio, ¿usted lo calificaría como un movimiento luddista?

–Luddismo sui generis, porque los luddistas hubieran roto las cámaras que identifican a los autos. Pero también luddismo en el sentido de ir contra el avance que generó el problema. A propósito: la propuesta es un proyecto de ley, que ingresó a la Cámara de Diputados. Espero, en el sentido de la esperanza, un nuevo fracaso luddista, es decir, que la iniciativa no vaya a prosperar; pero veremos.

–¿Existen casos en los que los viejos productos le presentaron una pelea competitiva a los nuevos?

–Sí. El teatro no desapareció cuando apareció el cine; la radio no desapareció cuando apareció la televisión; y las máquinas de afeitar manuales no desaparecieron cuando aparecieron las máquinas eléctricas.

–Pero debieron transformarse.

–Ese es el punto. Cuando a Antonio Carrizo le preguntaron por el impacto que la aparición de la televisión tuvo sobre la radio, explicó que la que sobrevivió fue otra radio. Que se escucha más a la mañana que a la noche y más en el auto que en el hogar. El correo dejó de repartir cartas, para repartir bultos (¿no es curioso que quienes están en contra de la globalización se comunican por mail?). Otro caso interesante fue el del tren cuando apareció el avión.

–En las escuelas de negocios se enseña que las empresas que prestaban el servicio de tren equivocaron el diagnóstico: en vez de pensar que su objetivo era transportar personas por tren, debería haber pensado que su objetivo era transportar personas, y deberían haber sido las primeras accionistas de las empresas de aviación.

–Por lo cual, durante décadas invirtieron en aumentar la velocidad de las locomotoras convencionales, estrategia que fracasó. Nuevas tecnologías, que produjeron los trenes de alta velocidad, les permiten a los trenes volver a dar la pelea, particularmente en los tramos cortos y medios.

–Don Jacob, muchas gracias.