Monjas de clausura: la odisea de las 30 religiosas que se “rompen” la cabeza contra la inflación
La debacle económica afecta a todos, incluyendo a las 30 monjas de la orden de San Benito que viven en la Abadía Santa Escolástica, el monasterio fundado en 1941, situado en Victoria. La inflación merma sus ingresos, sobre todo a la hora de adquirir los insumos para las delicias que preparan y venden para sostenerse.
Viven, como la mayoría de los argentinos, la calesita en declive que supone comprar manteca, harina, chocolate y demás ingredientes para sus preparaciones; vender sus increíbles budines, huevos y roscas de Pascua y chocolates (utilizan el belga y padecen las trabas a la importación), para encontrarse con que la recompra de materiales se “comió” gran parte de la ganancia que necesitan para mantener el monasterio.
Sin embargo, una de las hermanas asegura, y su cara lo demuestra, que no pierden la “paz y la alegría”. ¿Cómo? Se aferran a una de las premisas de la orden de San Benito que es “ora et labora”. Es decir, ganarse el pan con el sudor de su frente, mantenerse, ser sustentables y, si los números no dan, mantener reuniones y usar la creatividad para sacar nuevos productos y servicios. No abandonar ni abandonarse.
Con una clientela fiel y nuevos compradores cada año, las monjas cuentan con dos locales, uno en la misma abadía (Martín Rodríguez 547, Victoria, Buenos Aires), y otro en CABA (Libertad 1240, PB, Local 19). Ambos tienen una oferta de huevos de Pascua de todos los tamaños (hasta gigantes), conejos de chocolate, tabletas, un budín de limón insuperable (hay otros gustos), además de rosarios, medallitas, aceites esenciales y otras cosas.
Entrar a la Abadía es una experiencia particular. Después de lidiar con el tráfico típico de la Avenida del Libertador, se llega a este edificio enorme y, al pasar por la puerta de entrada, se impone una presencia no muy común: el silencio.
Más tarde llegará una de las hermanas que representa a una orden que deja claro que hay que aprovechar el tiempo. Viene de trabajar, tiene un rato para hablar, y luego, a las 17.30 en punto, después de que suene una campana, deberá ir a misa. Los horarios se cumplen rigurosamente y están cuidadosamente pautados, desde la 4 de la mañana, cuando amanecen, hasta las 9 de la noche, cuando se van a dormir.
“La crisis nos golpea un montón”, cuenta la hermana. “Vivimos del trabajo de nuestras manos. Sostener el monasterio requiere de esfuerzo y, aunque nuestro principal trabajo es la oración, son muy importantes para nosotras nuestras actividades laborales y poder mantenernos”, asegura.
Recuerda la frase de San Benito: “Serán verdaderamente monjes si viven del trabajo de sus manos”. Para esto, son expertas en pastelería, pero también confeccionan ornamentos litúrgicos, hacen participaciones, ostias, estampitas para bautismo y comunión, y tienen un taller de encuadernación, entre otras varias actividades.
Además, reciben a personas que quieren hacer un retiro y hay charlas varias para la comunidad. Es una orden contemplativa, pero también activa.
Aunque los materiales son de primerísima calidad, los precios son “cuidados”, porque la orden así lo establece. “Se debe vender a un precio más económico que a los seglares [laicos]”, dice la hermana. “Para que no se caiga en el vicio de la avaricia. Recargamos lo mínimo posible, pero está el problema de que, cuando volvemos a comprar los insumos, se fueron a las nubes”, se queja, al igual que la mayor parte de los argentinos.
Agrega: “Nos rompemos la cabeza para no bajar la calidad”. Pero aclara que “todo esto nos afecta, pero no nos saca la paz ni la alegría, que son cuestiones esenciales. Nuestra vida es austera. No vivimos en una burbuja, nos conectamos con la comunidad a través del trabajo. Nos da para lo esencial, pero no tenemos deudas”, asegura. Las donaciones son escasas, algo que adjudican a “los tiempos modernos”. Es por eso que, más que nunca, sacan nuevos productos que elaboran con el conocimiento adquirido de generación en generación, al que agregan su toque de innovación.
Desde el monasterio, aunque sean monjas de clausura, la hermana destaca: “Encontramos a la sociedad triste, angustiada y desesperada. Nosotras también sufrimos la crisis. Nos solidarizamos con la gente, no vivimos en una nube sino en este mundo. Por eso queremos dar un mensaje de esperanza”, dice la religiosa, y agrega que “es importante, sobre todo en estos momentos, vivir la espiritualidad”.
“Como dice el Papa, la pandemia puso en evidencia la fragilidad del ser humano, y la necesidad que tenemos unos de los otros”, finaliza la hermana. Suena la campana, saluda afectuosamente y se va apurada.
La Orden de San Benito, que es católica, está dedicada a la contemplación. Fue fundada por Benito de Nursia a principios del siglo VI para la abadía de Montecassino. El religioso ayudó a la evangelización cristiana de Europa y es el patrón del viejo continente. En el mundo hay una 34o abadías y prioratos de una orden que se conoce como una “levadura espiritual” para las personas.