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Nathalia Gaviria, la diseñadora colombiana que triunfa en EEUU y viste a las estrellas

¿Recuerdan a La Agrado, el personaje interpretado por Antonia San Juán en Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar? Se subía a un escenario a contar su historia y hacía reír, por auténtica. A su manera y salvando las distancias, Nathalia Gaviria es así. Única. Por ser distinta, atrevida, incluso descarada. Cosiendo apunta tesón y talento, se ha ganado el favor del público. El ojo que entiende le hizo un hueco este año en la semana de la moda de Nueva York y hace unos días llenó la sala hasta arriba en el Fashion Week de Los Angeles, donde vive desde hace más de una década.

Nathalia Gaviria en su estudio de Los Angeles. Foto: Pablo Scarpellini.
Nathalia Gaviria en su estudio de Los Angeles. Foto: Pablo Scarpellini.

Es diseñadora, colombiana, de Medellín pues. Tiene 37 años. Dueña de una marca que no ha parado de crecer en ventas en el último lustro, le ha vendido ropa a Justin Bieber, P.Diddy, Paris Hilton, Cara Delevigne, Alejandra Guzmán, Alice Cooper, Serena Williams o Michelle Rodríguez. Ya tiene una tienda en Los Angeles y la segunda apunta hacia la Gran Manzana. Su otra ambición también pasa por Tokio, “un mercado que me vuelve loca”.

Gaviria se ha ganado a pulso el lugar en ascenso que ocupa en la moda en Estados Unidos. Profesional, soñadora, apasionada de lo suyo, soltando verdades como puños, sin filtro. Dice que en Colombia “falta mucho” para ser un país puntero en términos de moda, que no hay ciudad como Los Angeles para diseñar y que lo único que quiere es tener dinero para viajar y pasar tiempo con su marido y su hija. El éxito no le llama tanto la atención como la libertad para hacer y decir lo que le venga en gana. Al menos sobre una pasarela.

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Aunque ya lleva años cosechando puntos de inflexión notables, fue un vídeo musical de J. Balvin el que le dio más exposición que nunca. “Machika”, un tema en el que Gaviria vistió al cantante y al resto del reparto de la coreografía, salió a la luz este año y desde entonces muchos focos se han posado sobre la diseñadora colombiana.

“He concedido más de 30 entrevistas en las últimas semanas. Ya no sé ni las cosas que he dicho ni a quién”, bromea desde su oficina y estudio en el downtown de Los Angeles.

Nathalia Gaviria en su estudio de Los Angeles. Foto: Pablo Scarpellini.
Nathalia Gaviria en su estudio de Los Angeles. Foto: Pablo Scarpellini.

Para llegar hasta allí tuvo que apretarse mucho el cinturón, vender su ropa tienda a tienda y coser desde casa, “casi siempre sin un peso” y decidida a aceptar cualquier trabajo para mantenerse a flote. Pero había madera. Representando a la universidad de Bogotá, de la que se graduó en 2000, obtuvo un premio de diseño por un vestido inspirado en la cultura nacional, con viaje a Miami incluido, y así encontró su vía de escape hacia algo más importante.

“Desde que tengo 15 años sabía que me tenía que irme del país pero no había oportunidad”, explica. “Miami fue la mía, aunque en realidad es otro Bogotá. Tenía otro estilo pero tampoco era el mío. Era caro y no merecía la pena”.

Gaviria se ha abierto paso por ser diferente, por buscar un estilo único, y en la Bogotá de su infancia la monotonía era la tónica. “Si ahora es una ciudad conservadora, imagina cómo era en los 90. Ponerse unos zapatos rojos es algo que no cabía en la cabeza de nadie”.

Poco podía imaginar que su lugar en el mundo estuviera en California. Perdonen el cliché, pero el amor la trajo hasta Los Angeles. Dilson Díaz, el célebre cantante de La Pestilencia, grupo de culto de hardcore punk en Colombia, fue el motivo. “Me invitó a venir a Los Angeles y ahí descubrí el fashion district. Quedé fascinada”, recuerda. “Ninguna ciudad tiene este fashion district, ni siquiera Nueva York. La cantidad de género es increíble, y como esto es puerto, llegan telas de todas partes del mundo. Lo que no se encuentra aquí no se encuentra en ninguna parte del planeta”.

Nathalia Gaviria en su estudio de Los Angeles. Foto: Pablo Scarpellini.
Nathalia Gaviria en su estudio de Los Angeles. Foto: Pablo Scarpellini.

Influenciada por sus “héroes” como John Galliano, Alexander McQueen o Jean Paul Gautier —”gente que hacía cosas totalmente extravagantes”— se puso a diseñar para abrirse un hueco, pateándose Melrose Avenue en busca de clientes.

“En una de esas tiendas una mujer me compró todo y fui abriendo el mercado, siempre con la idea de tener una tienda propia”.

Eso sucedió en 2006 en Hollywood, para después mudarse a la misma Melrose Avenue en 2009 con otro local con socio, Cosmo. Juntos formaron una marca, Cosmo y Nathalia, que ahora acaba de disolverse en un momento de indudable ascenso del nombre Nathalia Gaviria.

“Cosmo y yo abrimos Glamsquad (el nombre de la segunda tienda) y le metimos todo para abrir. Aún no sé cómo hicimos para pagar la renta del primer mes. Pero por suerte tuvimos ganancias de inmediato, en solo 15 días. Una barbaridad. Guardo buenas memorias de esas tiendas”.

Gaviria admite que “los primeros 7-8 años fueron muy duros y sin dinero porque el coste de hacer la ropa era muy alto. Pensé en dejarlo muchas veces, pero ahora sé que la clave no es lo rápido que llegues, sino con cuánta fuerza lo hagas”.

Entonces era esclava de las tiendas. Ahora solo va los sábados. “He aprendido a conciliar el negocio con la moda. He encontrado el equilibrio”, dice, alternando ropa más ponible o comercial con diseños transgesores que hacen única la experiencia de comprar en su tienda.

En cinco años se ve en Nueva York con una tienda porque “no hay nada parecido” a lo que ella hace, amante de ropa holgada que favorece, de mezclar culturas, de ser creativa. “La intención no es provocar sino ser diferente, caminar al filo de lo que está permitido. Pero no me lo tomo tan en serio. Me puedo poner cualquier cosa. La consigna es que uno no se debería ver igual todos los días”.

Para rematar, los agradecimientos. Especialmente a la vida por haberle dado la oportunidad de vivir de la moda. “Es cierto que el mundo de la moda es surperficial, frívolo. No es mi realidad, por suerte. Yo me muevo en otras esferas”.

Y por eso triunfa. En un mundo bombardeado por Gap, H&M o Forever 21, lo distinto funciona.

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